El artista testigo:
una gran muestra en el Museo Histórico Nacional conmemora el fin de la Guerra de la Triple Alianza. Pintor y soldado. Lo mejor de la obra de Cándido López.
rica del Sur.
QUIZÁ, UNA CRÓNICA. Aunque Cándido López fue testigo de batallas y más, estos óleos sobre tela de alrededor de 40 x 105 cm. no son documentos en el sentido estricto del término. Aunque aparecen como un fiel relato histórico, seguramente están tamizados por su subjetividad y salpimentados con cierta dosis de ficción. De cualquier modo, sus grandes pinturas apaisadas transmiten la atmósfera y la parafernalia guerrera de aquel momento. Traducen el color y la furia, luz y fuego, ríos y arroyos, bueyes y mulas, palmeras y naranjales, bandas de música e instrumentos musicales, soldados y campamentos, en la luminosa geografía del estéril enfrentamiento en el que había participado.
Pintor, fotógrafo y soldado voluntario, Cándido comenzó a pintar bodegones y retratos a partir de los 18 años. Fue uno de los primeros artistas formados en el país. Se alistó como voluntario y fue nombrado teniente. Ya en el frente, durante los momentos de tranquilidad; se dedicó a realizar bocetos de las formaciones, pertrechos y movimientos de las tropas. Tomó apuntes de sus vivencias durante la batalla y de los instantes de recogimiento durante la oración o junto a una mesa descansando.
El artista, que participó en varias batallas como teniente, tenía 26 años cuando fue herido y perdió la mano y casi todo el brazo derecho, en una explosión durante el asalto de los ejércitos “aliados” a las fortificaciones paraguayas en Curupaytí, siendo derrotados en 1866. Fue dado de baja y tras un doloroso período de recuperación se obstinó en enseñarle a la mano izquierda a manejar los pinceles.
Con los croquis y apuntes plasmados en una libreta antes de la amputación de su antebrazo, Cándido comenzó en 1870 a realizar las casi 60 pinturas del conflicto, incluyendo la dedicada a la batalla de septiembre de 1866 que le cambió la vida. “Marcha del Ejército Argentino a tomar posiciones para el ataque a Curupaytí”, se encuentra en Museo Nacional de Bellas Artes.
Pintó al margen de las modas y de la academia, aún cuando había estudiado sus reglas. Mostró en vida una sola vez, en 1885, el fruto de esta pintura difícil de clasificar. Durante mucho tiempo, López fue considerado por razones históricas como un testigo privilegiado aunque ingenuo artísticamente. Pero, desde los años ’70, cuando sus pinturas se expusieron en el Museo Nacional de Bellas Artes, es celebrado por su originalidad artística, por su increíble visión panorámica y por su aporte a la construcción del relato nacional. Las pinturas, ejecutadas desde una elevada perspectiva, le permitieron retratar acciones simultáneas y precisos detalles con decenas de protagonistas. Son obras que piden al observador detenerse ante ellas, para apreciar pausadamente los cientos de detalles que ofrecen.
Se casó y tuvo 12 hijos. Se hallaba en la pobreza cuando a fines del siglo XIX, el Estado argentino compró las obras; luego de de su muerte, la familia de López donó algunas otras más. El curador e investigador Marcelo Pacheco es autor de “Cándido López” (Buenos Aires, Banco Velox, 1998), imprescindible volumen con cronología de Marta Inés Fernández e introducción de Augusto Roa Bastos.