Relatos simplificados
El gobierno nacional lo festejó como una victoria propia: las condenas de Luiz Inácio da Silva fueron anuladas por un juez del Tribunal Supremo brasileño. La medida llegaba a la par de la revisión por parte del mismo fuero de lo actuado por el ex juez de Curitiba, Sergio Moro, la cabeza más famosa de la investigación conocida como Lava Jato. Una operación que salpicó a buena parte, no solo de la política brasilera, pero también latinoamericana, a partir de sus vínculos con otra causa hiper mediática: Odebrecht (el vínculo entre ambas es análogo al que existe entre la “Ruta del dinero K”, por el que se condenó al clan Báez y varios financistas).
Sus sobornos salpicaron también a la más alta esfera en Perú, donde 6 presidentes están presos o con causas abiertas, dando pruebas de que la corrupción no tiene signo político. Pero en Argentina el relato difiere según a qué lado de la grieta se escuche.
La justicia brasilera no dijo que Lula sea inocente, si no que el juzgado de Curitiba no tenía competencia, y esos procesos serán retomados por un juzgado de Brasilia. Si esa victoria de Lula y el PT, que festeja en lo local el kirchnerismo, fuese aplicada al caso argentino, tendrían entonces razón quienes discuten desde la oposición que las causas que investigan a Mauricio Macri y su círculo, recaigan en tribunales de Lomas de Zamora y Dolores, con jueces cercanos al poder de turno. Argumento en espejo del que esgrime Cristina Fernández para justificar el “lawfare” en su contra (donde Comodoro Py es el malo). El “lawfare” que la actual vicepresidenta escuchó justamente de Dilma Rousseff, y que ajustó a su relato para evitar explicar su cuestionada gestión.