La burbuja electoral:
El aliento al consumo, el crédito subsidiado y el control de precios intentan compensar la lenta recuperación del poder adquisitivo.
un clásico en la política: llegar a las elecciones con el mejor clima económico posible. Con precios máximos, el dólar oficial pisado, el cepo a las exportaciones de carne, tarifas más subsidiadas y Ahora 18 o 30, se busca un impacto en el consumo. Un esfuerzo que sirve en el corto plazo pero no modifica el escenario postelectoral.
Los
números no acompañaban, por más esfuerzo en buscar justo la comparación con el año pasado, cuando todas las variables tocaron su piso. Así, a medida que la economía se fue reactivando, había aspectos que iban adquiriendo su real dimensión. La inflación, que estuvo 18 puntos anuales debajo de la de 2019, durante el 2021 en la comparación interanual ya superó los 50 puntos. La consultora C&T Asesores Económicos estimó la de agosto con una buena noticia para el alicaído salario real: 2,6% (contra 3,1% de julio) pero igual implica un 51,7% interanual. Según cálculos de otra consultora, Invecq hecha sobre datos del INDEC y el Ministerio de Trabajo, durante los 20 primeros meses de la gestión del Gobierno cayó 5,2%, quedando en su nivel más bajo en una década. Un clima que seguramente no lleva tranquilidad al comando electoral oficialista.
En un informe reciente que elaboró IDESA sobre el deterioro de los ingresos en la pirámide social, determinó que “entre los primeros trimestres de 2020 y 2021, se perdió el 10% del poder adquisitivo de los ingresos”, aunque no fue igual para todos los segmentos. “La clase baja pasó de representar el 25% de los hogares en el 2020 al 31% en el 2021. Y la clase media baja pasó del 8% al 10%. La contrapartida de este fenómeno es que se achicó la clase media, que pasó del 51% de los hogares al 48% y la clase alta, que pasó del 15% al 11%”, explica.
PERCEPCIÓN. El Índice de Confianza de la Economía, que elabora la Universidad Di Tella mostró dos meses seguidos de mejora, luego de una caída pronunciada desde la aparición de las cuarentenas, un año atrás. En julio había subido 9% y en agosto la suba fue del 5% y septiembre arrancó, entonces, 1% por encima del nivel de diciembre
de 2020. Por otra parte, una investigación sobre gastos con tarjetas de crédito del BBVA Research, dice que “en las mediciones de agosto el consumo creció a un promedio de 1% interanual”, con el gasto en servicios recuperándose mejor que el realizado en bienes.
¿Podría ser el inicio de una recuperación o es sólo una sensación? Si así fuera, el mote casi despectivo de “anabólicos” se ajustaría estrictamente a una descripción. Para Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL, hay una batería de medidas orientadas a alentar la demanda. Desde julio se vino dando la ampliación de la tarjeta Alimentar, el bono a los jubilados, los refuerzos en otros programas sociales, el aumento en los subsidios a las empresas de servicios públicos para no subir las tarifas que se siguieron retrasando. Su objetivo es liberar, directa o indirectamente, pesos para volcar al consumo. Vasconcelos lo estima en $ 700.000 millones hasta fin de año: “El esfuerzo fiscal puesto en esta política es muy fuerte: se calcula que es un 4% del PBI de los últimos cinco meses del año más que en igual período del año pasado”, explica.
Este pausado retorno a la normalidad no se da igual para todos los segmentos: en autos está todavía por debajo de 2019 y otro tanto ocurre con los servicios con fuerte foco en el contacto interpersonal. Pero aquí aparecen límites al voluntarismo oficial: la restricción externa y la incapacidad de las empresas de aumentar salarios o empleo por su baja rentabilidad: la rentabilidad sobre ventas de las empresas argentinas (Merval) fue la mitad que las brasileñas del Bovespa.
Lo que plantea el economista jefe de IERAL es un punto que adquirió más relevancia desde que el Banco Central dejó de ser un comprador neto de reservas y pasó a intervenir en rondas vendiendo dólares para que no se desboque el tipo de cambio “financiero”. Es que una mayor reactivación en la economía llevará, inevitablemente, más demanda de divisas para importar, la variable que más creció en los últimos meses y con un adicional: “Debería considerarse el riesgo cepo que hace aumentar la demanda de dólares comerciales porque nunca se sabe cuándo se cierra todo”, concluye Vasconcelos.
LA CARNE, PRESENTE. Justamente si hay un producto que une automáticamente el sector externo con “la mesa de los argentinos” es la carne. Junto con Uruguay, Argentina es el país de mayor consumo cárnico (considerando todos los tipos) anual por habitante y aunque la vacuna vino retrocediendo hasta situarse entre los 45 y 48 kilos por año, tiene un peso importante en la canasta alimentaria. Por eso, cuando en mayo se aplicaron restricciones a las exportaciones, la industria volvió a su pesadilla de 12 años (2005 a 2016) que le costó al sector la liquidación de casi el 20% del stock ganadero, la pérdida de mercados y precios que nunca terminaron bajando. La promesa de la temporalidad de las medidas (un tope al 50% de las exportaciones, dejando fuera los mercados de cuota, como la Hilton para la Unión Europea) quedó en la nada y sembró otra duda pa
IAE Business School La política casi ortodoxa del primer semestre sir vió para darle aire a Martín Guzmán en la negociación con el FMI”. IERAL Los anabólicos electorales representan un impacto significativo del 4% del PBI en estos primeros meses del año. No es sostenible”.