Olé

Parecido a la vida Real

El Barsa, el mejor equipo de la historia, perdió aquel juego que cambió el fútbol. Y Messi no brilló...

- MARTIN CAPARROS

Nos robaron, también, la palabra clásico. Ya se habían llevado los mejores jugadores, el brillo del gran fútbol, y ahora también la palabrita. Antes los españoles decían derby, y a nadie le importaba. Aho- ra, ya dueños del circo futbolero, se curraron esa palabra que nunca habían usado: cualquier diario o tele europea, ahora, dice “el clásico” –así, en castellano– y todos saben que se trata del Barcelona-Real Madrid. Quizá, si siguen jugando como ayer, la vuelvan a perder. El mejor equipo de la historia se acabó. El Barsa lo fue durante años: jugó al fútbol como nunca nadie, pero ya. Por supuesto, aún pueden ganar muchos partidos, campeonato­s, copas varias, porque siguen pagando jugadores increíbles, pero perdieron aquel juego que cambió el fútbol y lo volvió un placer extraño. Ya no tienen eso que los hacía diferentes: ese mediocampo en el que se relevaban nueve o diez juga- dores, que manejaba todo, que no le prestaba la pelota ni a la madre, dejó de controlarl­a. La caída empezó hace dos años, cuando Luis Enrique decidió reemplazar a Xavi, un organizado­r extraordin­ario, por Rakitic, un picapiedra­s levemente tuneado. Es cierto que nadie podía hacer lo que hacía Xavi, pero el técnico se resignó demasiado fácil y, sin él, cambió la idea. El Barsa empezó a jugar un juego “más directo”, casi de contraataq­ue, con un problema grave: es raro que lo ataquen. Pero si acertaba un primer gol y el contrario se lanzaba al suicidio, funcionaba. Y además los tres de adelante son tan buenos que podían hacer lo suyo con esa táctica o, incluso, sin ninguna, por pura prepotenci­a de la magia. Pero el equipo pasó a depender mucho de ellos, de su inspiració­n –que a menudo, últimament­e, no funciona. Ayer el Barcelona podría haber ganado. El Madrid empezó jugándole como si todavía fuera aquel equipo. Se fue atrás, esperó, y los locales tuvieron espacio para hacerse pases –que no conseguían ninguna profundida­d. En todo el primer tiempo patearon una sola vez al arco. A los 7´ del segundo hicieron su gol, totalmente antiBarsa: un tiro libre de Neymar, un cabezazo de Suárez de muy cerca, adelantado. Un gol vulgar, sin elaboració­n, que salvaba la noche. Y entró Iniesta y por unos minutos pareció que intentaban volver a ser ellos mismos, pero enseguida se tiraron atrás, a especular. Lo mejor de aquel Barcelona era que jugaba siempre igual: intentaba controlar el juego, ya perdiera, empatara o ganara por cinco. Este equipo, en cambio, decidió cuidar la ventaja acurrucado, bien Bilardo. Entonces el Madrid lo arrinconó, le tiró centros desde las dos puntas, terminó por meterle el mismo gol: en el 90’, el infaltable Sergio Ramos cabeceó un tiro libre de Modric, y se llevó lo que buscaba. El Real Madrid no había hecho mucho, pero quiso más. Y el duelo de titanes salió rana: Cristiano se atropelló dos o tres veces y confirmó que va cayendo; Messi insinuó pero no pudo concretar, y ya lleva más de un año y medio sin metérsela al blan- co. Mientras, Neymar se pelea más de lo que juega y Suárez sigue torpe: hay quien dice que ya es hora de que muerda carne humana. El empate deja al Barsa a seis puntos del Madrid, desolado, tristón. Pero, sobre todo, lo muestra como lo que es: un equipo común con grandes jugadores. Los que tiene pueden alcanzarle para algún campeonato –y más si, en un año o dos, Cataluña se declara independie­nte y el Barcelona juega contra el Lleida y el Nastic de Tarragona. Para eso ni siquiera lo necesita a Messi –que sigue sin firmar la extensión de su contrato y, por ahora, se va en el 2018. A veces uno se cree que ciertas cosas pueden no acabarse; es, claro, una ilusión idiota.

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EFE de la Pulga El último festejo fue el contra el Merengue tuvo una 23/03/2014. Ayer tiró afuera. clarísima y la
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