Olé

HASTA SIEMPRE, CAMPEONES

EEn ChChapecóó lles didieron ell últiúltimo adiósdió a lasl víctimasít­i deldl Chapecoens­eCh que murieron i en el accidente aéreo. Tristeza absoluta y reconocimi­ento eterno para los héroes.

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Dios también tiene derecho a llorar”, dice con la voz entrecorta­da el prefecto del lugar. Chapecó está inundada de dolor. Llueve como si se avecinara el fin del mundo, y en parte lo es. Ya nada será igual en este pequeño municipio de Santa Catarina, que en medio de una tristeza absoluta despidió ayer a sus 50 héroes del Chapecoens­e (en total, las víctimas fueron 71) que falleciero­n en el trágico accidente aéreo rumbo a Medellín. En el estadio Arena Condá sólo se ven caer lágrimas del cielo sobre los ataúdes que yacen sobre el campo, en lo que fue la ceremonia del último adiós para esa delegación que el lunes viajó hacia Colombia para disputar la final de la Sudamerica­na, la que nunca pudo jugar. Sin embargo, para el mundo entero, incluso para su rival Atlético Nacional, ellos son los campeones aunque la Conmebol todavía no se haya pronunciad­o oficialmen­te al respecto. Pero eso es más que una mera forma- lidad que jamás subsanará semejante dolor. Durante la mañana del sábado, en Chapecó recibieron a los cuerpos de las víctimas fatales, que fueron trasladada­s en dos aviones de las Fuerzas Armadas Brasileñas prove- nientes de Colombia. En el aeropuerto se realizó una ceremonia protocolar de la que participó el presidente de Brasil, Michel Temer, quien luego también asistió al velatorio que se realizó en el estadio de Chapecoens­e. Y allí, las imágenes fueron desgarrado­ras. Desde los hinchas, que rompieron en llanto al ver pasar a los camiones que llevaban a los 50 féretros, hasta los propios familiares de los jugadores y dirigentes fallecidos. En el medio de la cancha está el escudo del Chape rodeado de flores blancas. Hay personas que sueltan globos blancos, hay fotos de cada uno de los jugadores que ya no están. “En las alegrías y en las horas más difíciles, mi Huracán es siempre un vencedor”, se lee en uno de los carteles que hay colgado en un costado del campo y que lleva grabados los escudos del Chapecoens­e y de Atlético Nacional. Y hay banderas de agradecimi­ento para los colombiano­s, también para el mundo entero. La lluvia no da tregua, el dolor tampoco. Las familias de los héroes caminan por el césped inundado y desde las tribunas un estremeced­or aplauso despide los féretros. El adiós más difícil. Hasta siempre, campeones.

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MARIO QUINTEROS lo que fue Una postal de Chape bajo el estadio del Resuna lluvia incesante. de dolor. peto y muestras

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