Lo mandó al Instituto
La Gloria le dio una clase a un muy flojo Atenas y resolvió el clásico en un tiempo: paliza por 89-60.
El Angel Sandrín es una fiesta y el clima se parece a una caldera. Sí, el calor tiene que ver, pero el gran responsable es ese equipo con camiseta roja llamado Instituto, cada vez más fino, aceitado y peligroso. Su gente lo sabe y se contagia, sobre todo en una noche de clásico. Por eso las tribunas son puro delirio. Porque ante Atenas llegó una producción superlativa, contundente y demoledora que hizo que al clásico le sobrara toda la segunda mitad. Fue paliza por 89-60, para llegar a seis victorias seguidas y alimentar el sueño de pelear arriba en el bravo Norte. No hubo equivalencias en el primer tiempo, donde la Gloria borró de la cancha a un rival que pareció quebrado. Las diferencias, desde el juego, la actitud, energía e intensidad, fue- ron enormes entre uno y otro. El local largó firme en defensa, cuidó bien su canasto y generó un error atrás de otro del Griego (12 pérdidas, ocho en el primer cuarto), que pareció sin ideas y no encontró vías de gol confiables (y encima Miravet largó con Baxley en el banco) que quedan claras en su 29% de cancha. Los de Rearte fueron todo lo contrario: paciencia, manejo de los tiempos y muchos recursos. Primero hubo un momento de Gerlero (7 puntos), después una ráfaga de talento de Bertone (10), luego le tocó a Green (8 en el 2º), Clancy fue constante (8 y 9 rebotes) y el resto hizo lo suyo. El 43-23 (la máxima tocó los 24) habló por sí solo... Si había ilusión de reacción de la visita, Instituto se encargó de pisotearla con una rápida ráfaga de 10-3 que estiró aún más el margen (53-26). La intensidad nunca bajó, el equipo siguió tomándose el juego con seriedad y la paliza fue total. Hubo tiempo para Green completara su show (21 tantos) dentro de un conjunto súper parejo y comprometido, con Clancy como estandarte (12 y 12 tableros). Del otro lado aunque sea quedó el descaro que mostraron los más chicos. Pero hay poco para rescatar. Claro, la Gloria tuvo una noche genial y lo mandó al Instituto.