Atajar o no le da lo mismo
Sergio Romero, Chiquito, es un muchacho de buena estrella. En Racing jugó cuatro partidos y antes de los 20 años ya había sido transferido a Holanda. En casi diez años en Europa sus mejores jornadas las vivió en el AZ Alkmaar de Holanda y Sampdoria de Italia en la Serie B. En la Selección ha tenido el privilegio de jugar dos Mundiales y sus destrezas, igual de respetables que de terrenales, tuvieron su máxima expresión en el momento más indicado y a la hora señalada: en los penales versus los naranjas de Louis Van Gaal en la semifinal de Brasil 2014. Por curioso que parezca, en el arco albiceleste goza de una regularidad y de una cantidad de presencias que nunca nadie antes y sin embargo habría que tener muy buena voluntad para incluirlo en la lista de los 50 mejores arqueros de la historia del fútbol argen- tino. Por estos días ha sido noticia por partida doble. Primero porque el Patón Bauza le advirtió de forma pública que sin continuidad se dificultará su condición de titular en la Selección y después por haber rechazado el ofrecimiento de venir seis meses a Boca. Es decir, de ocupar un lugar de la dimensión y el prestigio que representa el arco de Boca y tener un buen tiempo de rodaje sin perjuicio de retomar sus apacibles y confortables días euro- peos. Descontado que cada quien tiene derecho a hacer de su vida lo que le plazca y que acaso tenga otras razones, íntimas, desconocidas, no dejan de llamar la atención las decisiones de un arquero al que, según parece, le da lo mismo atajar que no atajar. En su momento desoyó sugerencias similares de Sabella y de Martino y salió airoso. ¿No hay dos sin tres o la tercera será la vencida?