La pelota en campo de Boca
Cualquier observación de este momento del fútbol argentino debería incluir como mínimo dos elementos: 1. El desbande organizativo que derivó en un receso interminable y por añadidura que se juegue una fecha en medio del circuito de las Eliminatorias. En ese sentido, es justo subrayarlo, San Lorenzo ha sufrido una mella considerable; y 2. Ningún equipo está en posición de sacar chapa de brillante, ni siquiera de impermeable. Quien más, quien menos, todos cargan con sus miserias y de hecho el que hoy cuenta más caramelos es Gimnasia con cuatro victorias al hilo, pero está sexto. En ese contexto general se enmarcaba el particular de San Lorenzo. Identidad brumosa, rendimientos individuales mediocres incluso en los jugadores de mejor menú, un desdichado comienzo en la Copa, mar de fondo plantel adentro y Diego Aguirre metido en ese inconfundible laberinto que obliga a la CD a sacar la carta del “respaldo”. Añadido el valor antipático de una liga donde hasta el rival más austero declina perder en la víspera, que San Lorenzo haya sacado adelante su partido con Quilmes y por lo menos durante unas horas disfrute de la punta es un logro respetable. Es cierto que iba una hora de juego y el pescado estaba intacto, también que una expulsión influyó a favor, pero en todo caso será tan cierto como que antes y después dominó y dio señales de mejoría en su funcionamiento. Sin fútbol champagne a la vista, con todo el mundo alimentándose como puede y sobre todo después de que Boca dejó pasar el tren bala, perdió en la Bombonera y hoy deberá dar la talla en San Juan, haber pasado la bola del otro lado de la red no es poca cosa. Cotiza.