PLATE MOVIL
La última reinvención de Gallardo: para no dar referencias de marca a los rivales, armó un equipo que rota posiciones todo el tiempo y que ya empieza a funcionar.
C uál es el reto más difícil para un entrenador de fútbol? Parece haber un consenso general entre los aficionados de este bendito deporte para dar con la respuesta: encontrar un equipo, un funcionamiento y, sobre todo, una identidad. Esa palabrita, ese intangible es el que obsesiona a todos los místers, que reciben un plantel silvestre de futbolistas, la materia prima a la que deben pulir. ¿Hay algo más jodido de conseguir que identidad? Marcelo Gallardo ya ha desbloqueado ese nivel de dificultad. Ya armó un equipo, varios de ellos en todo este tiempo, diagramó funcionamientos y también obtuvo una identidad que perduró a pesar de una renovación de jugadores. ¿Y ahora? Y ahora algo que a priori es casi una quimera en el orden aspiracional: el caos ordenado. ¿Cómo? El caos ordenado, sí. Un equipo caótico, con jugadores que jueguen de todo a la vez, en distintas posiciones, que no paren de rotar, pero que lo hagan con un criterio, con un patrón que se repita como un sistema complejo y dinámico. Como hacía el paradigma de esta corriente, el Holanda del 74, como últimamente hizo Guardiola en Barcelona o Klopp en el Dortmund y el Liverpool. Se empezó a ver el martes pasado contra Lanús y quedó bastante más en evidencia el domingo ante Belgrano: todos los jugadores de River fueron variando puestos permanentemente. Así fue como el Pity Martínez arrancó algunas veces por derecha, otras por izquierda, otras por el centro; como Fernández a veces empezó casi de cuatro bis, de ocho clásico, de enlace o llegó al área rival desde el costado izquierdo; como Rojas hizo la banda zurda, otras veces fue interno izquierdo, otras doble cinco y hasta llegó a cerrar de último hombre; como Driussi se paró de nueve, de mediapunta por izquierda o de enganche; como Casco arrancó de lateral y se cerró como ladero de Ponzio o llegó al área como un delantero más. Así, armar la ficha de los partidos para los diarios, ésas donde se muestra cómo se para River, es una actividad obsoleta. O tal vez -dinámica de lo impensado- siempre haya sido una práctica ridícula. Pero con esta idea queda más al desnudo. “Tratamos de darles pocas referencias de marca a los rivales: la idea es que los jugadores puedan intercambiarse para no ser previsibles”, explicó su plan el Muñeco. Acaso su plan más ambicioso y tal vez la fórmula definitiva para que los equipos rivales no le agarren nunca más la mano a su River como ha pasado en otros momentos. ¿Estamos ante la última reinvención de Gallardo? No lo sabemos, pero sí parece ser la más revolucionaria de ellas.