JUGAR ASÍ MILAGRO NO ES
Los periodistas deportivos solemos usar metáforas grandilocuentes, tremendistas, contamos partidos con una épica aplicable a grandes epopeyas de la historia universal. Decimos “catástrofe”, “misil”, “aplastar”, “vida o muerte”, “suicidio”, “desastre”, “éxtasis”, “héroe”, “hazaña”. Naturalizamos esos términos en la crónica deportiva.
Y “milagro”. Hasta Jonatan Maidana asumió ese lenguaje y soltó la frase que fue tapa de Olé del martes: “Vamos por el milagro”. En River se autoconvencían de que remontar el 0-3 de Cochabamba era una empresa imposible y los alentaba la leyenda de que este equipo de Gallardo logra imposibles. Otros minimizaban el riesgo y el eventual mérito: la diferencia mentirosa era la del partido de ida y un equipo boliviano acá no es un obstáculo. Acaso ni unos ni otros llegaron a imaginar que el partido podía salir como salió.
“Milagro” es un concepto religioso, místico, que remite a un hecho sin explicación racional, atribuible a una intervención divina. Y muchachos, con perdón de los creyentes, ayer en el Monumental no hubo ningún milagro. Ayer un equipo jugó el máximo, quizá más que el máximo de lo que puede dar, y el otro debe haber jugado el peor partido de su historia. Si Wilstermann es lo que se vio ayer, el “milagro” fue que le metiera ¡cinco! (dos, anulados por offsides mínimos) a River en Bolivia. Y nada de altura, fondo del mar o desierto: Wilstermann jugó bien gran parte de la ida y acertó sus chances; River sólo jugó bien unos 25 minutos y defendió pésimo todo el partido.
Que River cambiara tanto su performance incide sobre la de Wilstermann. Que Wilstermann se entregara tan mansamente también hace al rival sentirse todopoderoso. Y que Scocco el jueves no la metía ni desde el área chica sin arquero y anoche tiraba un centro y la embocaba en el arco son esas cosas del fútbol que, sí, son difíciles de explicar.
EL MISMO RIVAL LE HABÍA HECHO 5 EN BOLIVIA.