COPA MEDIO VACÍA
Se terminó. Quiero llorar. Puteo. No entiendo nada... Pasamos de arrasar tácticamente a Lanús en el Gasómetro a chapotear marcha atrás durante 30 minutos. Eso nos costó dos goles irremontables. El 2-0 de la ida apenas fue un espejismo. San Lorenzo se pareció más al que jugó a lo largo de 2017 que al del partido de ida. Y así, por más que le reces a Francisco -los milagros son para cosas importantes: un torneo internacional nada tiene que ver con las cosas importantes de la vida-; por más que juegues con medias rojas, azules o amarillo patito; por más que mandes a la cancha a una simpática pichicha para que arrime la pelota al córner, no podés aspirar a ganar la Libertadores...
¿Qué hubiese pasado si Cáceres hubiera cobrado el penal de Andrada a Merlini? Tal vez la historia hubiera sido diferente, obviamente. Pero futbolísticamente algo volvió a fallar. Quedarnos con el foul obviado sería abrazarse al chiquitaje. Se involucionó, salvo por la rebeldía de Belluschi y las fintas de Botta. Y en instancias definitorias, eso equivale a firmar el acta de eliminación de la Copa. Y no sólo de esta: también de la edición del año que viene... Cómo sigue todo esto es el interrogante. Habrá que recalcular. Evaluar por qué en un partido de ida de Libertadores sos capaz de jugar de forma inimaginable y una semana más tarde desdibujarte de tal forma. Observar la Copa medio llena revelará que en un año se llegó a estar entre los cuatro mejores de la Sudamericana y a ocupar un lugar entre los ocho de América. Pero hay cosas que no se maquillan con estadísticas: el equipo se debilitó. Necesita crecer. Para que no ocurra lo de anoche. Increíble. Doloroso. Cuervos, la ilusión, el sueño, a pesar de todo, se terminó...
ERA MOMENTO DE REVALIDAR LO DE LA IDA. ESTUVIMOS MUY LEJOS.