El 9 estrenó botines y mantuvo su costumbre: meter goles. Hizo dos e inventó el tercero, con Sampaoli en la cancha.
Los plateístas de Vélez se miraban tensos, yendo de la incredulidad a la resignación, responsabilizando a De Felippe por el planteo pero salvando a sus centrales ante los dos goles y medio del 9. “¿Qué querés que hagan si Benedetto es un animal?”, fue la conclusión tan futbolera como real. Pipa no cree en imposibles: después de conquistar La Boca, va por el resto del país. Aclaración: está cerca de lograrlo.
Jorge Sampaoli llegó al Amalfitani decidido a seguirlo a él y al tándem GagoPérez. Los volantes le gustaron, el delantero lo deslumbró. Por su capacidad para adaptarse a las diferentes circunstancias del partido sin reducirse a lo que más cómodo le queda. Por sus movimientos sin pelota: buscó primero el espacio y después el pase en el primer gol -y por eso llegó sin mayores obstáculos a tocar la pelota a la red. Por su generosidad en el tercero, cuando pudiendo definir ante la salida de Aguerre decidió buscar la entrada de Cardona (la terminó metiendo Domínguez en contra) para asegurar el resultado y el partido. Por su variedad de recursos: escorpión a lo Higuita para meter el segundo, vaselina a lo Raúl en el siguiente, optimismo de Palermo para pensar que cada jugada ofensiva le va a quedar a él y puede terminar en gol. ¿Quién más indicado que él, entonces, para ser titular contra Perú en la Bombonera?
Sus números sostienen cualquier comparación con los más grandes goleadores que han pasado por el club: lleva 31 en 36 juegos, con un promedio de 0,86 por partido. El temor por la posibilidad de que se vaya en diciembre crece a la par de su influencia en los triunfos, aunque Guillermo Barros Schelotto -quien lo redescubrió y lo potencióintente aportar calma. “Me parece que tiene ganas de quedarse”, dijo, sabiendo que, como le pasaba a él, al 9 lo motivan más los desafíos deportivos que las tentaciones económicas. Y la Copa Libertadores, con el equipo que siempre soñó con pertenecer, lo es.
Evidentemente, el Pipa no cree en las cábalas ni le da importancia a ciertos detalles. Sin temor a cortar su racha, estrenó unos botines plateados que facilitan el título de esta crónica. Parece que no durará mucho: Benedetto va por el oro.