Olé

El 9 estrenó botines y mantuvo su costumbre: meter goles. Hizo dos e inventó el tercero, con Sampaoli en la cancha.

- JUAN SZEINFELD jszeinfeld@ole.com.ar

Los plateístas de Vélez se miraban tensos, yendo de la incredulid­ad a la resignació­n, responsabi­lizando a De Felippe por el planteo pero salvando a sus centrales ante los dos goles y medio del 9. “¿Qué querés que hagan si Benedetto es un animal?”, fue la conclusión tan futbolera como real. Pipa no cree en imposibles: después de conquistar La Boca, va por el resto del país. Aclaración: está cerca de lograrlo.

Jorge Sampaoli llegó al Amalfitani decidido a seguirlo a él y al tándem GagoPérez. Los volantes le gustaron, el delantero lo deslumbró. Por su capacidad para adaptarse a las diferentes circunstan­cias del partido sin reducirse a lo que más cómodo le queda. Por sus movimiento­s sin pelota: buscó primero el espacio y después el pase en el primer gol -y por eso llegó sin mayores obstáculos a tocar la pelota a la red. Por su generosida­d en el tercero, cuando pudiendo definir ante la salida de Aguerre decidió buscar la entrada de Cardona (la terminó metiendo Domínguez en contra) para asegurar el resultado y el partido. Por su variedad de recursos: escorpión a lo Higuita para meter el segundo, vaselina a lo Raúl en el siguiente, optimismo de Palermo para pensar que cada jugada ofensiva le va a quedar a él y puede terminar en gol. ¿Quién más indicado que él, entonces, para ser titular contra Perú en la Bombonera?

Sus números sostienen cualquier comparació­n con los más grandes goleadores que han pasado por el club: lleva 31 en 36 juegos, con un promedio de 0,86 por partido. El temor por la posibilida­d de que se vaya en diciembre crece a la par de su influencia en los triunfos, aunque Guillermo Barros Schelotto -quien lo redescubri­ó y lo potencióin­tente aportar calma. “Me parece que tiene ganas de quedarse”, dijo, sabiendo que, como le pasaba a él, al 9 lo motivan más los desafíos deportivos que las tentacione­s económicas. Y la Copa Libertador­es, con el equipo que siempre soñó con pertenecer, lo es.

Evidenteme­nte, el Pipa no cree en las cábalas ni le da importanci­a a ciertos detalles. Sin temor a cortar su racha, estrenó unos botines plateados que facilitan el título de esta crónica. Parece que no durará mucho: Benedetto va por el oro.

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