Con más pragmatismo que belleza, Independiente se trajo un valioso empate de Colombia. Ganándole a Lara sigue en la Copa.
No existe más. Ese Independiente que sedujo a los hinchas por su fútbol, el que tenía la premisa de imponer condiciones en todos los escenarios y ante cualquier adversario parece formar parte del pasado. Este equipo juega a otra cosa. Renunció a las banderas del paladar negro. Los violines juntan polvo en el baúl. Ya no se luce. No enamora. Es más pragmático. Pero anoche todo eso no le importó ni al más fanático.
El Rojo se trajo de Bogotá lo que fue a buscar: un punto con sabor a triunfo. Porque si bien en la previa Ariel Holan había dicho que iban a ir por la victoria, sus dirigidos se encargaron de desmentirlo de forma rotunda en el campo de juego. El conjunto de Avelleneda, aunque pudo haberlo ganado, fue a empatar. Y consiguió su objetivo. Sin la receta del buen juego pero con temple y personalidad para sobreponerse al golpe que fue el gol de Cadavid.
Había que reaccionar tras la derrota ante Unión, que lo dejó sin posibilidades de clasificarse a la Libertadores del año que viene a través de la Superliga. Era necesario sumar para aferrarse a la vida y empezar a recuperar la confianza perdida. Con las últimas reservas de combustible en el tanque y
las piernas que ya no responden como antes, a veces es mejor no tomar riesgos. En parte es por eso que el técnico decidió apostar a una estrategia bastante más conservadora.
Cada día está más claro que el partido que Independiente hizo ante Corinthians en Brasil, con períodos de
fútbol de alto vuelo, fue un oasis en el desierto. Durante el transcurso del semestre, el equipo apostó más a la propuesta que tuvo ayer que a la que el año pasado lo llevó a levantar la Sudamericana. Caer en la tentación de evaluar las decisiones de un DT en función del resultado es una práctica
habitual. Cuando los números cierran, se habla de planteo inteligente. De lo contrario, se acude al manual de críticas. Holan no debe obnubilarse por el resultado que consiguió en Colombia. Independiente se está acostumbrando a caminar por la cornisa. Vive a un cierre del abismo. Les tiene demasiado respeto a sus adversarios, los agranda. Esta vez zafó porque Millonarios es un rival que no sabe qué hacer con la pelota,
empieza las jugadas mucho mejor de lo que las termina y además defiende pésimo. Pero no siempre te va a salvar Gigliotti. Para pelear la Libertadores habrá que volver a las fuentes.
Holan se resignó. Intepretó que es imposible recuperar el juego perdido en la recta final del semestre. Por eso se conformó con tratar de sobrevivir. En el torneo local se ahogó en la orilla. En la Copa, en cambio, todavía da pelea.