Rostros de fin de ciclo
El mazazo parece definitivo. Es un vestuario de eliminación y de fracaso: caras más desencajadas que tras las finales del 2014 y 2016. Ni siquiera hay esperanza, aunque las chances estén. Hay una puesta en escena: Tapia encabezando la salida del plantel por ese interminable pasadizo que es la zona mixta, un lugar que a los jugadores les recuerda al tren fantasma de la infancia. Atrás viene Messi. Y después, el resto. Todos, absolutamente todos, miran el piso. Ojos hinchados. Caras de pena. La única diferencia con el 0-0 ante Perú en la Bombonera fue que tras sentirse afuera del Mundial en el túnel revivieron al llegar al vestuario por un resultado externo.
Los rostros de los jugadores hablan de fin de ciclo. El único que intenta dar una explicación es Mascherano. Está roto. Habla con Olé y no le sale la voz. La desilusión es gigante. No encuentran motivos, aunque sobran. Y el más importante es que ellos saben -el plantel y el cuerpo técnico- que no hay solución en este deporte si no se aprende a jugar con la frustración.
El avión aterrizó a las tres. Casi a las cuatro de la mañana arribaron a la concentración de Bronnitsy. Pocas palabras. Casi nadie probó un bocado en la cena. Y a muchos les costó dormir...Serán días de rumores. De peleas internas. De audios de WhatsApp. De mucho puterío. Hay algo que es seguro: los jugadores están destruidos. Quizás un resultado -empate o triunfo de Nigeria- vuelva a hacer latir sus corazones.