Olé

49 Toques de Messi

El 10 apenas pateó la pelota seis veces más que Caballero. Todo un símbolo de su nivel.

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dido que pregona. Pero, fiel a sus principios, que cambian permanente­mente, el propio Sampaoli se encargó de probar en la cancha, en medio de un Mundial y sin ensayos de relevancia, un equipo suyo. No de Messi. Suyo, de Sampaoli. Un equipo que asfixiara, que saliera jugando por abajo, que tuviera intensidad ilimitada, que fuera agresivo al límite, directo, fogoso. El único problema uno solito-, el único detalle que a Sampaoli se le escapó en la planificac­ión, es que no contaba con los jugadores para hacerlo. O en todo caso, si los tuviera, requerían de una cantidad y calidad de trabajo que este grupo no tuvo.

Argentina, entonces, no fue el equipo de Messi que había fracasado contra Islandia. Tampoco fue un equipo de Sampaoli. Argentina, hoy, es el equipo de nadie. De frente a una clasificac­ión que todavía está abierta, y que está lejos de ser imposible matemática­mente si se da una lógica victoria de Nigeria contra Islandia (a la Selección luego le alcanzaría un triunfo apenas 1-0), ése es el gran problema: Argentina. Su falta de identidad. Su estilo difuso. Su enfermiza dependenci­a del ánimo con el que se levante Messi.

La gente cantó muchísimo en la previa, copó las calles del centro de Nizhny y el fan fest, se hizo escuchar en la cancha. Pero uno de los primeros cantitos al equipo fue el “esta noche, cueste lo que cueste”. Una advertenci­a hija de la desconfian­za, un alerta. Para el “movete, dejá de joder” no hubo tiempo. Argentina entró en shock adentro y afuera con el gol de Caballero (¿a quién se lo habrá dado el árbitro? ¿no habría que cambiar las reglas para casos como éste?). La hinchada empezó a silbar cada intervenci­ón del arquero, y sus compañeros, en lugar de evitarlo,

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