NO LE ECHEN LA CULPA A LA LLUVIA
Es notable cómo la Conmebol, la Confederación Sudamericana, se nutre de la jerarquía de la dirigencia argentina. Dos gotas de agua. ¿Se acuerdan de cuando Chiqui Tapia se golpeó el pecho con el anuncio del final de las horas de calendario conjetural? Palabras más, palabras menos, dio por hecho que de su mano el fútbol argentino tendría una organización cumplidora como reloj suizo. Y ahí andamos. Como cuando bajamos del barco. Hay unos cuantos partidos que hoy mismo están en el aire.
La Conmebol es igual de mamarrachesca o peor. Ya venía de una temporada copiosa en volantazos de escritorio, suspicacias, sospechas y otras menudencias y ayer colmó toda la medida.
En nombre del protocolo, mejor dicho, del “protocolo”, asestó un golpe al corazón del sentido común y dejó a todo el mundo atado a la incertidumbre. A los planteles de Boca y de River, a la gente que ya estaba en la Bombonera, que iba a la Bombonera o pensaba ir a la Bombonera y a los clubes que hoy tienen compromisos en el campeonato local.
Esta final Superclásica, inédita, excepcional, la que debería gozar de procedimientos impecables, es la que más ha mareado y marea.
¿Cuántas fechas posibles han tenido y tienen estos partidos?
¡Para el Guinness del carnaval patético!
La lluvia, ¡ay la lluvia!, la lluvia es cosa del siempre inestable rigor de la naturaleza. Eventual y caprichosa.
Pero la agudeza, la pertinencia y la lucidez en la toma de decisiones es cosa de los hombres.
De los dirigentes de la Conmebol, la Confederación Sudamericana, que no dan la talla, se llevan puesto a todo el mundo con sus desaguisados y hacen más estropicios que un elefante en un bazar.
A LA CONMEBOL LE FALTÓ SENTIDO COMÚN.