FALTA EL ENVIÓN
Eran las diez y veinticinco. Y estoy seguro de lo que vi. Una estrella fugaz. Una lucecita que cruzó el cielo de Boedo durante, no sé, dos segundos antes de apagarse. Así tan rápido como se diluyó mi ilusión de despegar anoche. En el clásico. En el que always somos favoritos. Pero ni elijo animarme esta vez a ensayar una broma porque, de verdad, me preocupa esta situación y posar miradas socarronas no resultaría prudente.
Crecer. Qué difícil es crecer. Muy. Aun cuando sin incandescencia conseguimos cierto grado de regularidad en el juego, al menos de a ratitos -la afirmación, claro, está atada al contraste de las últimas fechasparece complicarse el hecho de salir adelante. Crecer. Ese rasgo necesario para poder, luego, creer. San Lorenzo, eternos interrogantes aparte -¿hacía falta sacar a Ángel? ¿Y a Di Santo, con confianza por su golón?- requiere de consolidar una idea madre, esa que está claro que todavía a Dabove le está costando amalgamar. Se buscó la recomposición a partir de las modificaciones en cantidad. Sin embargo, cuando quedan apenas horas para arrancar nuestro andar en la Copa Libertadores, un objetivo máximo utópico dadas las circunstancias futbolísticas, es necesario entender que hace falta cierto nivel de madurez para evitar que otra vez un partido que podía imaginarse cerrado con el 1-0 se nos escape en empate. Confío, sí, en que existen talentos enérgicos como Juli Palacios, Alexander Díaz, en que habrá recuperación total de Óscar y Ángel, en que de algún modo podremos consolidarnos de adentro hacia afuera para que de una vez por todas este andar irregular y preocupante se corte. Una victoria en Chile, internacional, de fuste, implicaría un gran paso. Aunque por más que le insista al olmo, no me dará peras: nada será instantáneo.
Falta un envión. Acaso un incentivo como la Copa Libertadores que tanto deseábamos volver a jugar podría significar un envión anímico para destrabar este desconcierto. No quiero resignarme en marzo, Ciclón...