EL NACHO DE BASTOS
Nacho Fernández innovó como volante suelto por detrás de Scocco y fue el otro ancho que tuvo River. Un gol, asistencia y más fútbol. Juega de todo...
Metamorfosis podría llamarse la tesis de Nacho Fernández en River. Desde que llegó al Millonario proveniente de Gimnasia, creció y se desarrolló hasta llegar a una fría y mojada noche al punto cúlmine de evolución. En el partido más importante y quizás en la posición con mayor responsabilidad, el volante alcanzó lo que hasta ahora es su techo. De aquel doble cinco con el que debutó en el Monumental, pasando por el mediocampista por derecha que intentó reemplazar a Andrés D’Alessandro, llegó a ser esta especie de volante suelto, una suerte de enganche con destellos de falso nueve para jugar por detrás de Scocco y para pisar el área con el carácter de un goleador.
Lo hizo perfecto Nacho. Por eso apareció en las fotos de los goles. Metió uno, asistió en otro, arrancó la jugada de un tercero y siempre anduvo merodeando el arco de los bolivianos. Fue lo que Gallardo imaginó en la previa. Ese jugador capaz de aprovechar las espaldas de la línea de volantes de Wilstermann, generador de juego y filoso para también rematar de media distancia. Aprovechó una pelota muerta en la boca del área y abrió el pie para poner el 6-0. Ya era baile, sí. Pero Fernández, seguro, jugó todo el partido con los dientes bien apretados.
Con la serie liquidada siguió corriendo, marcando y mordiendo. Aceleró para casi anotar su segundo gol, pero la pelota se fue besando un ángulo. Fue ovacionado, claro. Se lo ganó al igual que el resto de sus compañeros. Pero su importancia, lo que dejó de cara al futuro, es la certeza de que está consolidado como un polifuncional capaz de adaptarse a las necesidades de Gallardo y a lo que demande el rival de turno. De ahí que cada vez tenga una mayor cotización en el mercado del Muñeco y el cuerpo técnico. Anoche, en definitiva, fue el Nacho de bastos para ganar al tranquito la mano del truco.