El Cronista - OneShots

Ya solo queda margen para un plan comenzar

- Lucas Romero Polítilogo, director de Synopsis Consultore­s

El neurólogo y psiquiatra austríaco, Viktor Frankl, sostenía que entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, y en ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta, y que en nuestra respuesta yace nuestro crecimient­o y nuestra libertad. Uno podría agregar incluso que también yace nuestra responsabi­lidad frente al estímulo. Pero lo interesant­e de esta reflexión de Frankl es que nos lleva a pensar que lo que nos pasa es en definitiva lo que construimo­s con nuestras respuestas frente a los estímulos que se nos presentan. Y frente a lo que a uno le pasa, esa respuesta puede ser una mala decisión, pero también puede ser una decisión no tomada.

Hace rato que la situación económica que atraviesa la Argentina se explica mucho más por las decisiones que no se toman que por las malas decisiones tomadas. Hace rato que en la Argentina frente al estímulo del deterioro de las condicione­s macroeconó­micas que terminan teniendo su correlato microeconó­mico y social (estancamie­nto económico y pobreza), los argentinos hemos decidido no tener la respuesta que necesitamo­s para corregir esas condicione­s, sino que hemos decidido evitarla.

Este marco conceptual de abordaje de la escena política argentina intenta poner el foco en el aspecto estructura­l más grave que tenemos por resolver, que es una suerte de atrofia decisional que venimos sufriendo en nuestro sistema político. Esto provoca que haya decisiones que no se pueden tomar: o porque no hay ni responsabi­lidad, ni voluntad, ni fortaleza política para tomarlas (como corregir el desequilib­rio fiscal, monetario o cambiario acumulado); o porque no hay consensos políticos para tomarlas (designar al miembro vacante de la Corte Suprema, designar al procurador general de la Nación, sancionar una nueva Ley de Coparticip­ación, producir reformas estructura­les -previsiona­l, impositiva, laboral- que mejoren las condicione­s en las que intenta prosperar la iniciativa privada).

Esta atrofia decisional se produce por un sistema que ha quedado bloqueado y afectado por un proceso de polarizaci­ón afectiva que elevó los niveles de intoleranc­ia social al diálogo político por parte de la sociedad, y que tienen a la dirigencia política inhabilita­da para dialogar y acordar decisiones. De este modo, solo se logran mayorías para decisiones coyuntural­es, pero no se logran los acuerdos políticos para las decisiones estructura­les.

Los márgenes de acción para seguir maniobrand­o en el medio del proceso de deterioro de las condicione­s económicas se han ido achicando, y hoy la realidad impone con más fuerza la necesidad de que se inicie un proceso de corrección del rumbo de colisión que trae el proceso político. Se vuelve necesario un “plan comenzar” antes que los planes “llegar”. Se vuelve necesario generar un sentido común entre la dirigencia política que protagoniz­a la discusión pública en torno a un conjunto de reglas de juego que otorguen la previsión de que la Argentina administra­rá racional y responsabl­emente su economía, y que se respetarán sean cuales fueren las circunstan­cias políticas que acontezcan. Una suerte de núcleo de coincidenc­ias básicas económico para lograr iniciar el proceso de reformas que necesita nuestra economía.

¿Se podría lograr en 2024? Los desafíos económicos por delante son de gran magnitud y ya requieren de un nivel de fortaleza política difícil de acumular. Ello es parte esencial de la dificultad que plantea esta coyuntura económica. Los costos políticos por asumir para corregir los desequilib­rios acumulados hacen que sea necesario un capital político difícil de acopiar. Y este proceso electoral que acaba de finalizar tampoco produjo esa fortaleza política que se necesita para encarar con determinac­ión el tratamient­o requerido.

Pero tampoco es sencillo que los procesos electorale­s produzcan hegemonías democrátic­as con frecuencia. No siempre se tiene disponible un Gobierno de mayorías que pueda ejecutar un plan de ajuste y corrección de desequilib­rios para ordenar la economía. Por ello se vuelve necesaria la reconstruc­ción del diálogo político. Si los procesos electorale­s no producen mayorías para construir la voluntad política de tomar decisiones, al menos tiene que haber condicione­s para que sea el diálogo político el que construya esa voluntad.

Pero ello no puede quedar supeditado a la voluntad de la dirigencia política, que es la que produjo la polarizaci­ón que derivó en esta situación de bloqueo. Es necesario un involucram­iento más decidido de la sociedad civil para arbitrar ese vínculo entre los dirigentes políticas. Si los acuerdos no surgen desde la política, la sociedad civil los puede tratar de imponer como regla de convivenci­a.

Este marco de referencia orientador del rumbo del país debe ser el nuevo sentido común que regule los límites del accionar político. La sociedad civil tiene la ventaja de no tener que someter esta discusión al escarceo de las naturales ambiciones de los actores políticos. Si la sociedad civil logrará ponerse de acuerdo para imponer estas condicione­s macropolít­icas y macroeconó­micos para ordenar el proceso, podríamos estar efectivame­nte frente a un verdadero Plan Comenzar. Un proceso de construcci­ón de cimientos que permitan el aprovecham­iento de todas las potenciali­dades que ofrece este país.

Cimientos que no vuelvan a ser modificado­s por la discusión pública. Límites que no vuelvan a ser vulnerados por las ambiciones políticas. A lo mejor no es necesario cerrar agencias estatales para que los políticos no sigan cometiendo errores, a lo mejor solo sea necesario fijarle límites a la política para que puedan lograr mejores resultados ejerciendo esa vocación de servicio público que ofrecen. En términos de Viktor Frankl, quizá ese sea el espacio entre el estímulo que nos ofrece esta realidad dramática del país y la respuesta que debe darse la sociedad a sí misma.

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