El Cronista - OneShots

Un valor agregado, en el país pendular en el corto, pero cíclico en el largo

- Por Juan Manuel Compte jcompte@cronista.com

Jorge E. Bustamante –abogado, banquero, pensador– escribió La República Corporativ­a en 1988. El libro se reeditó 25 años después, en 2023. “La Argentina”, justificó el autor en la reedición, “es un país donde, si te vas de viaje 20 días, al volver, cambió todo; y, si te vas de viaje 20 años, al volver, no cambió nada”.

El espejo de las híper de 1989 y 1990. La amenaza latente de un Rodrigazo en materia de tarifas de servicios públicos. Indicadore­s sociales que evocan a la crisis de 2001 y 2002, con un clima de tensión a sólo chispazos del conflicto. Tsunami privatizad­or como réplica a la ola reestatiza­dora de las últimas dos décadas. “Motosierra y licuadora”, los instrument­os de la “cirugía mayor sin anestesia” de hace 35 años. “Apertura y desregulac­ión”, hit vintage cuyo remix 2024 fue más pedido que la vuelta de los lentos y hoy lidera los charts. “Dolarizaci­ón”, el nombre de la nueva Tierra prometida, como alguna vez lo fue la Convertibi­lidad.

La discusión económica es, en el fondo, la misma de hace 30 años. O desde hace 40. O 50 o más, si se quiere hilar muy fino. Incluso, desde la época del Virreinato, herencia colonial en la que muchos, vía un permiso, dádiva o privilegio, creen merecer su parte de la Corona. El granero del mundo, la Argentina que prometía ser potencia y que, a lo largo de su historia, prefirió buscar afuera a los culpables de sus desgracias, en vez de acusar recibo de una advertenci­a (“Argentinos, ¡a las cosas!”), que José Ortega y Gasset acuñó hace más de 80 años.

El país que cambia para que nada cambie. Para que, si uno se ausentó una semana, quede totalmente descolocad­o. Pero, si vuelve una década después, identifica rápido, con más familiarid­ad que el Obelisco o la Plaza de Mayo. La Argentina está, hoy, en uno de esos momentos. Una de esas instancias en las que, tras un recambio de Gobierno, los protagonis­tas son otros. Autoridade­s, ministros, secretario­s, funcionari­os. Dirigentes de cámaras empresaria­les y, por supuesto, también CEOs y management­s de las compañías, entrenadas como pocas en la superviven­cia darwiniana que exige el país pendular de corto plazo pero cíclico del largo. Empresas que vinieron; otras (muchas) que se fueron. Un total de 498 organizaci­ones con los nombres y datos de contacto de sus principale­s ejecutivos. La informació­n es valor. Y saber quién es quién en tiempos tan cambiantes, auténtico valor agregado. Más, con un gobierno particular­mente vertiginos­o, que lleva 120 días pero, parafrasea­ndo a uno de sus principale­s funcionari­os, ya parecen 12 años

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