Un virus que cambia lentamente
El efecto de las mutaciones del Sars-CoV-2
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Si bien en la ciencia ficción los “mutantes” suelen dar miedo, en realidad, un virus que muta es algo normal, ni bueno ni malo. Y hoy en día las mutaciones del Sars-CoV-2 no parecen tener consecuencias notables.
Cuando penetra en una célula, el virus se replica, es decir, se copia a sí mismo para propagarse. A cada réplica, se producen errores en la copia del genoma, que pueden tener una incidencia más o menos importante en el comportamiento del virus.
La mutación puede ser “favorable” al virus y ayudarlo a sobrevivir mejor o “desfavorable”, si lo debilita. Es lo que se conoce como la selección natural.
Los virus ARN (material genético similar al ADN), como el Sars-CoV-2, mutan más rápidamente que los virus ADN, puesto que sus errores son más frecuentes.
Sin embargo, las mutaciones de los coronavirus son más lentas que las de otros virus ARN: hasta ahora, el Sars-CoV-2 muta dos veces más lento que la gripe y cuatro veces más¡s que el VIH, según Emma Hodcroft, epidemióloga molecular de la Universidad de Basilea (Suiza), citada recientemente en la revista Nature.
Los científicos consideran incluso que el nuevo coronavirus es genéticamente relativamente estable. Pero lo importante es saber si estas mutaciones tienen efectos notables y si lo vuelven más peligroso, es decir, más contagioso o más resistente a las defensas inmunitarias, por ejemplo.
Investigadores de todo el mundo secuencian actualmente los genomas del coronavirus en sus países y los comparten en una base de datos internacional, el Gisaid, un tesoro de decenas de miles de secuencias.
Por ahora, nada indica claramente que el virus haya mutado de manera a modificar sensiblemente sus efectos en el ser humano. Lo que es seguro es que el coronavirus “siempre está mutando”, explicó esta semana ante los senadores franceses Marie-Paule Kieny, viróloga y directora de investigación del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia.
Pero “no hay ningún dato” hasta el momento que indique que estas mutaciones cambiaron la virulencia del virus, agregó su colega, la epidemióloga Dominique Costagliola. Aunque “hasta ahora no quiere decir que esto no pueda suceder más adelante”, dijo Kieny.
La mayoría de vacunas en desarrollo se hacen con “virus que corresponden a las primeras cepas de Wuhan, pero muchos investigadores y empresas tratan de probar si los anticuerpos que generan neutralizan de la misma manera los nuevos virus” y “se dan cuenta de que así es”, prosiguió. “Por lo tanto, si bien estas mutaciones son reales, nada nos indica que habrá que hacer como con la gripe y fabricar una vacuna diferente cada año”, concluyó esta científica.
Hasta ahora no hay indicios de que las mutaciones lo conviertan en más peligroso o hagan necesaria una vacuna distinta cada año.