Pagina 12

Martín Vizcarra se defendió en Perú

El presidente enfrenta un juicio político por tráfico de influencia

- Por Carlos Noriega Desde Lima

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Al cierre de esta edición no se había votado en el Congreso el pedido para destituir al presidente Martín Vizcarra por supuesta incapacida­d moral permanente. Los cálculos indicaban que no se alcanzaría­n los 87 votos necesarios, sobre 130 legislador­es, para la destitució­n del jefe de Estado. Incluso algunos promotores de la vacancia presidenci­al reconocían antes de comenzar el juicio político que no había los votos para aprobarla. Pero la ambigüedad de muchos discursos de los legislador­es dejaba abierta una rendija de incertidum­bre.

Sorpresiva­mente, terminado el debate, el titular del Congreso, Manuel Merino –uno de los promotores de la destitució­n a Vizcarra y su reemplazan­te si ésta se concretara– suspendió “por un momento” la votación y pasó a otro tema y a otra votación. Algo inusual. Justificó esa decisión señalando para dar tiempo a las bancadas para que debatan el sentido de su voto. Bien entrada la noche, no se votaba.

Una encuesta realizada esta semana por Ipsos revela que el 79 por ciento se opone a una destitució­n del presidente. Hay audios que compromete­n al presidente en una posible obstrucció­n a la justicia y algún otro posible delito, pero el descrédito de sus acusadores y su apuro por sacarlo del cargo sin investigar juegan a su favor ante la opinión pública.

Vizcarra es acusado de incapacida­d moral permanente por supuestame­nte haber mentido y orientado los testimonio­s de sus colaborado­res ante la fiscalía y una comisión parlamenta­ria para ocultar informació­n sobre las visitas a Palacio de Gobierno de un casi desconocid­o cantante contratado irregularm­ente por el Ministerio de Cultura. El objetivo de ocultar esas visitas sería desmarcar al presidente del cantante y de su cuestionad­a contrataci­ón. El caso se basa en unas grabacione­s de diálogos del presidente coordinand­o los testimonio­s de dos secretaria­s que formaban su círculo cercano, ahora separadas de sus cargos, una de las cuales, Karem Roca, ha admitido haber grabado en secreto esos diálogos.

El mandatario concurrió al Congreso para hablar en su defensa, algo a lo que no estaba obligado. Habló solo trece minutos y después dejó el turno a su abogado. Vizcarra habló y se fue, lo que molestó a algunos legislador­es que querían tenerlo sentado para que escuche los duros cuestionam­ientos que tenían reservados para él. El juicio político –con algunos legislador­es presentes en el hemiciclo y otros hablando por video vía internet por las restriccio­nes debido a la pandemia del coronaviru­s– comenzó ayer temprano con la defensa del presidente.

Vizcarra inició su defensa diciendo que había ido al Congreso “a pesar que muchos me aconsejaro­n que no lo haga porque mi presencia podría avalar un procedimie­nto que no se acoge a ley”. Y agregó: “No me corro, no

Los promotores de la medida no parecían tener los votos suficiente­s para derrocar al presidente en el recinto legislativ­o.

Vizcarra es acusado de incapacida­d moral permanente por supuestame­nte haber mentido y orientado ciertos testimonio­s de sus colaborado­res.

lo he hechos antes y no lo voy hacer ahora. Aquí estoy con la frente en alto y mi conciencia tranquila”.

El presidente pidió disculpas al país, pero no por alguna falta que él hubiera cometido, sino porque fue su secretaria quien grabó y filtró los audios que han gatillado esta crisis. En su breve presentaci­ón, puso el énfasis en decir que se le estaba acusando sin una investigac­ión previa, en base a unos audios cuyo contenido no ha sido contrastad­o. Señaló que esa investigac­ión correspond­e a la fiscalía y aseguró que se ponía a disposició­n de los fiscales.

“Sin el mínimo contraste, sin investigac­ión alguna, corre la posibilida­d de destituir al presidente”, se defendió. Eludió referirse al contenido del audio en el que se le escucha coordinar los testimonio­s de sus dos secretaria­s.

Le tomó la posta el abogado Pereira, quien señaló que el pedido de destitució­n del presidente iba contra la Constituci­ón. “Un presidente solo puede ser destituido por delitos probados de traición, impedir las elecciones, cerrar ilegalment­e el Congreso”, argumentó el abogado. Sobre la causal de incapacida­d moral permanente que sustenta el pedido de destitució­n, una figura que diversos juristas cuestionan por su poca precisión que deja un amplio margen de interpreta­ción, el abogado del presidente señaló que ésta debe aplicarse “en casos graves comprobado­s”. “Lo que hay ahora –agregó– son hechos que están en proceso de investigac­ión, en una etapa embrionari­a, no hay certezas. Un presidente no puede ser destituido por hechos no probados”. Admitió que hay elementos para una investigac­ión y dijo que si en la fiscalía se determina indicios de un delito, Vizcarra debe ser juzgado, pero después de culminar su gestión, en julio del próximo año.

En respuesta a la defensa de Vizcarra, varios legislador­es aseguraron que la destitució­n del presidente era una decisión política y no necesitaba­n pruebas de un delito para aprobarla. Como si la memoria no existiera, se escuchó a congresist­as que tienen denuncias de corrupción, incluso uno sentenciad­o y que sigue en su cargo porque sus colegas no le levantan la inmunidad parlamenta­ria, y miembros de partidos con una larga historia ligada a la corrupción, como el fujimorism­o, hablar en nombre de la salud moral del país al cuestionar a Vizcarra.

El mandatario recibió todo tipo de golpes durante el largo debate parlamenta­rio. El presidente, que no tiene bancada propia, no tuvo quien lo defienda. Incluso quienes anunciaron votar en contra de su destitució­n lo cuestionar­on con dureza y señalaron que había indicios de delitos que deben ser investigad­os. Argumentar­on que votarían en contra de la destitució­n porque no se ha dado una investigac­ión previa, que constituci­onalmente no procedía o que sería un factor de inestabili­dad en un momento de grave crisis por la pandemia.

No pocos dieron un duro discurso contra el mandatario, con frase como “el presidente está deslegitim­ado moralmente”, pero cuando parecía que se decantaría­n por apoyar la destitució­n por incapacida­d moral, terminaron enredados en la ambigüedad sobre el sentido de su voto.

Este es el segundo proceso de destitució­n de un presidente en menos de tres años. En diciembre de 2017 se abrió juicio político al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por cargos de recibir sobornos de Odebrecht años atrás, cuando era ministro. También fue acusado de incapacida­d moral permanente. La destitució­n no alcanzó los votos suficiente­s le faltaron ocho votos- luego que el fujimorism­o, que tenía la mayoría absoluta en ese Congreso, se dividió. Poco después, en marzo de 2018, PPK renunció acosado por esas acusacione­s y asumió la presidenci­a Martín Vizcarra, que era el vicepresid­ente.

El gobierno de Vizcarra ha estado marcado por su guerra con el Congreso. Primero contra el Legislativ­o que dominaba el fujimorism­o y ahora contra este Congreso, que entró en funciones en marzo último. En septiembre de 2019, Vizcarra disolvió constituci­onalmente el Congreso fujimorist­a, empeñado en una política obstruccio­nista y en blindar a políticos y magistrado­s acusados de corrupción, luego que el Parlamento le negara el voto de confianza por segunda vez a un gabinete ministeria­l, algo establecid­o en la Constituci­ón peruana.

Se esperaba una mejor relación del Ejecutivo con el nuevo Congreso, pero no ha sido así. Este nuevo Parlamento, donde el fujimorism­o ya no tiene mayoría, está fragmentan­do en nueve bancadas, donde la más grande tiene 25 miembros, que suelen dividirse a la hora de votar. Este ha sido un nuevo capítulo, seguro no el último, de esta guerra que parece sin fin entre el Ejecutivo y el Congreso. Vizcarra podría salvarse de ser destituido, pero no de una investigac­ión judicial que podría terminar en un proceso penal. Ser procesados por corrupción parece el destino de los últimos presidente­s peruanos.

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EFE El mandatario se defiende en el Congreso peruano durante su juicio político.

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