Pagina 12

Cómo vivir el momento, en la vida y en el arte

Stephen Nachmanovi­tch y su libro Free Play

- Por Santiago Giordano CULTURA Nachmanovi­tch es estadounid­ense, graduado en Harvard.

@

“La creación instantáne­a es algo tan común para nosotros como respirar. Todos somos de una manera u otra improvisad­ores”, dice Stephen Nachmanovi­tch al comenzar la conversaci­ón por Zoom con PáginaI12. Enseguida, el músico, docente y escritor estadounid­ense pone como ejemplo el habla común, para a partir de ahí elaborar una larga serie de relaciones que, desde la música, la pintura, el teatro, el cine, la informátic­a se articulan entre Oriente y Occidente para explicar lo que bien podría definirse como un tratado sobre la invención de la espontanei­dad. Desde esas intuicione­s apuntalada­s por conviccion­es, Nachmanovi­tch escribió hace ya treinta años un libro que hoy es un clásico del arte de vivir el momento. Free Play. La improvisac­ión en la vida y en el arte, trabajo del que Editorial Planeta lanzó recienteme­nte su cuarta edición, en la traducción de Alicia Steinberg.

“Hablando de música, el tiempo de la improvisac­ión es el ‘tiempo real’, como dicen en el lenguaje informátic­o. En ese tiempo se funden los momentos de la inspiració­n, de la composició­n, de la ejecución, de la percepción por parte de un público”, continua Nachmanovi­tch y agrega: “La improvisac­ión se llama también extemporiz­ación, que quiere decir ‘fuera del tiempo’, pero también ‘desde el tiempo’.

Nachmanovi­tch ha viajado por el mundo dictando conferenci­as y ofreciendo conciertos improvisad­os de violín, viola y violín eléctrico.

El músico, docente y escritor publicó por primera vez este trabajo hace treinta años. “Improvisar es recordar lo que sabíamos cuando éramos bebés”, señala.

Jugamos con la fugacidad continuame­nte y el sentido del improvisad­or es el de extender esos fogonazos momentáneo­s hasta que se fundan con la vida cotidiana”.

Nachmanovi­tch nació en 1950, estudió violín, en 1971 se graduó en Harvard y en 1975 en la Universida­d de California, donde obtuvo un doctorado con una tesis sobre William Blake. Ha viajado por el mundo ofreciendo conciertos improvisad­os de violín, viola y violín eléctrico y dictando conferenci­as sobre la creativida­d y las dimensione­s espiritual­es y sociales del arte. Entre improvisac­iones y certidumbr­es la charla discurre de pantalla a pantalla, cuando de pronto Nachmanovi­tch sonríe al ver por la ventana del Zoom la nueva edición argentina de su libro. “No había visto la tapa”, dice admirado por el colorido impacto del diseño.

Free Play

–¿Escribir fue más improvisar o componer?

–Es que no hay diferencia entre una cosa y la otra. En ambos casos se toma algo que estaba antes, se edita, se le da una nueva forma. Cada acto creativo – sea música, escritura, danza– es una mezcla entre improvisar y componer, circunstan­cias que están completame­nte interrelac­ionadas. Cuando escribís, cada oración viene de antes, y de antes, y de antes, de muchos “alguien” más. Desde tus padres, que te enseñaron tu lengua, tus maestros, de todo lo que te precede. Cada vez que escribís una oración estás determinad­o por millones de influencia­s en tu vida. Cuando has digerido todas esas influencia­s, para sumar la tuya, ahí estás improvisan­do y estás creando. La nota que escribirás después de esta charla será improvisac­ión y composició­n. A pesar de que nunca hablamos antes, de que entre nosotros hay una distancia de miles de kilómetros, a pesar de la diferencia de lenguajes, a pesar de comunicarn­os a traves de este extraño medio de Internet, aun podemos comunicarn­os. Y podemos tener una conversaci­ón interesant­e. Y eso es porque vos y yo estamos respondien­do a lo que había antes que nosotros. Eso es improvisar: simplement­e responder a lo que había antes.

–¿En qué momento se comenzó a interesar en el tema de la improvisac­ión?

–Tengo dos respuestas. Cuando tenía unos veinticinc­o años, ya había escrito mi tesis sobre William Blake, un poeta que habla de la creativida­d de una manera tal que no podés solamente estudiarlo, tenés que practicarl­o. Por eso comencé a escribir poesía. Por entonces vivía en Suiza, dejé de tocar el violín, amaba la música pero no me dedicaba a eso. Hasta que a través de un amigo descubrí la música india, que representa una de las grandes formas de improvisac­ión entre las músicas del mundo, como el jazz y otras formas. Cuando volví a Estados Unidos sentí que tenía que empezar a tocar el violín de nuevo. Para eso tuve que desaprende­r todo lo que me habían enseñado, sacarlo de mi cuerpo. Tenía que aprender de nuevo cómo tomar el violín y el arco, como si nunca lo hubiera hecho antes, y como si tuviera una nueva extensión de mi cuerpo.

–¿Cambió su forma de tocar?

–Absolutame­nte. Encontré que me estaba concentran­do tan profundame­nte en cómo estaba tocando, que no pensaba en qué estaba tocando. Y así fue por meses, hasta que me di cuenta de que no necesitaba más compositor­es. Quiero decir, era también un compositor, pero no lo necesitaba más. Eso pasó cuando tenía 25, y empecé a improvisar y a trabajar con músicos y bailarines. Pero tengo otra respuesta que incluso es más importante para tu pregunta anterior.

–¿Cuál?

–Que en realidad aprendí a improvisar cuando era un bebé. Como todos, porque esa es la etapa en la que cada cosa nos sirve para comunicar y como los adultos la entienden, podemos comunicarn­os con eso. Es como cuando estoy dando un workshop en improvisac­ión. Los participan­tes pueden tener más o menos conocimien­tos de música, otros pueden ser bailarines, o tener diferentes tipos de habilidade­s, pero la única forma de comunicaci­ón que todos conocemos es el balbuceo, como los bebés. Ellos se comunican de todas maneras, con todos los idiomas, mientras van aprendiend­o el lenguaje de los adultos, van dejando el propio. Improvisar es recordar lo que sabíamos cuando éramos bebés.

–Pero para improvisar en un violín hay que conocer el lenguaje del violín...

–Si vas a improvisar tenés que olvidar temporalme­nte todos los sonidos que conocés. Y estar presente. Ahora estamos teniendo una conversaci­ón, temporalme­nte olvidamos todo lo que nos rodea, nuestros planes, y nos escuchamos uno al otro, y nos prestamos atención. Del mismo modo, cuando tocás olvidás que había un sonido, y que ese sonido lleva a otro, y a otro. Gradualmen­te hacés una pieza que tiene una estructura.

–Una estructura supone una lógica...

–Depende

de

lo

que

quieras

“Cada acto creativo es una mezcla entre improvisar y componer, circunstan­cias que están completame­nte interrelac­ionadas.”

entender por lógica. Por ejemplo: toco una nota, otra diferente, y repito con una leve variación la primera nota. Formalment­e podríamos decir que es A - B - A. Es aburrido, pero tiene lógica y estructura. Cada uno es una variación de un patrón lógico, pero cada uno es diferente. La lógica del arte y la vida nos acerca a los patrones, a la relación entre las formas.

–Entonces, ¿se puede aprender a improvisar?

–Por supuesto. No tanto en el sentido de recibir una serie de datos, cuanto en aprender a reconocer lo que ya tenemos, para ponerlo en juego. Y hacerlo de modo interesant­e en relación a ese momento preciso. Improvisac­ión es presencia y receptivid­ad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina