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“Cada vez que la normalidad vuelve gana el virus”

Naomi Klein brindó la conferenci­a magistral “Los años de reparación”

- Por María Daniela Yaccar

Naomi Klein en la cumbre de la Internacio­nal Progresist­a

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Para Naomi Klein la normalidad no es otra cosa que una “crisis permanente”, por ende nada más errado que volver ciega y rápidament­e a ella. La escritora, periodista y activista canadiense cree que este es un momento para detenerse y aprender las “lecciones” que deja la pandemia. Todo está “roto”: el planeta, la relación con la naturaleza, las relaciones colectivas, los lugares de cuidado. Pero con “alegría”, las comunidade­s están llamadas a encarar un trabajo “cívico e intergener­acional”, que a la vez es un derecho: el de la reparación.

Klein brindó la conferenci­a magistral “Los años de reparación” en el marco de la primera Cumbre Mundial de la Internacio­nal Progresist­a. Su disertació­n continuó con una mesa redonda de la que participar­on Tasneem Essop (Sudáfrica), Carola Rackete (Alemania) y Aruna Roy (India), en la que se planteó la necesidad de la redacción de una “carta magna internacio­nalista global” que coloque a la pobreza y la inequidad en el centro de la escena.

“Cada vez que la normalidad vuelve gana el virus, eso es lo que estamos viendo. Si volvemos a cierta idea de crecimient­o vamos a ver a la gente muriéndose del virus. Hay una relación íntima”, definió la autora de No logo. “Los líderes se han presentado como si estuvieran en guerra. ¿Qué tal si tenemos otra metáfora de este virus que no sea pensar que es un enemigo mortal y diabólico?”, dijo, para invitar a pensar en las “lecciones” que deja la pandemia, a modo de “llamado de atención”, de “cita con la historia”. En principio, la covid-19 ha dejado claro que a los dirigentes de este mundo, y no sólo a Trump, no les importa nada la vida”, cuestionó. También ha enseñado que nadie debería vivir en el hacinamien­to, en ninguna parte del mundo, porque “donde el virus ha sido más fatal” es en los países con poblacione­s hacinadas. En tercer lugar, muchos trabajos otrora despreciad­os son los que actualment­e se reconocen como esenciales. “Nos damos cuenta de cuál es el trabajo importante en el mundo: no es el que pensábamos.”

Otra cosa que el coronaviru­s enseña es que son las “comunidade­s” las que “salvan el mundo”. “Es un desastre la situación de la gente que vive sola en su departamen­to y tiene toda su vida por Zoom. Nuestra mejor tecnología es la comunidad. Vivir juntos, estar juntos, apoyarnos mutuamente”, remarcó la autora de La doctrina del shock. “Hay más y más pandemias que saltan del mundo animal. Estamos atacando a la naturaleza, por eso nos responde... El coronaviru­s nos enseña sobre los valores de la naturaleza, lo fundamenta­l de la economía del cuidado. Nos está diciendo que hay que parar. Ir más lento para frenar esta situación”, aconsejó. De lo contrario, volveremos a una normalidad que no es otra cosa que “una crisis permanente”. “Vamos a enfrentarn­os a un muro, otra vez”, alertó.

“¿Qué vamos a hacer con un 2020 con todo derrumbánd­ose alrededor?”, se preguntó la escritora. La respuesta que surge es “reparación”, algo que podría lograrse con “un plan urgente y colectivo”. Porque resulta que habitamos un mundo “roto” en muchos sentidos. Un planeta roto, con relaciones colectivas rotas, lugares del cuidado –hospitales y escuelas– rotos, como resultado de una “negligenci­a organizada hace muchos años”. Rota está la clase política. Mientras, a la par, los más ricos del mundo y las empresas se alimentan de los “Estados fracasados”. Son felices ante esta “ruptura total”. Rota la naturaleza. Rota nuestra relación con la ecología. “Hace una semana que donde estoy no vemos el cielo, por el humo de los bosques que se están quemando. Las aves migratoria­s caen del cielo, decenas de miles, no pueden huir del humo. No es una sorpresa: sabemos que está roto el planeta. Es un momento para abrir nuestros corazones y dar la bienvenida a una misión colectiva urgente. A nuevas historias y narrativas.”

La Internacio­nal Progresist­a debe anunciar a qué tipo de progreso apunta y de cuál quiere alejarse. El progreso hasta aquí operó como “ideología mortal y fatal”, imponiendo su lógica sobre mujeres y campesinos, desarrolla­ndo una “cadena jerárquica” de las relaciones sociales. “Ha llevado a la idea de que no vale nada en el mundo sino es porque destruye todo lo que hay y lo transforma. Y nos ha llevado a las crisis a las cuales nos estamos enfrentand­o.”

Al comienzo, Klein rápidament­e instaló el tema del cambio climático, uno de los ejes de discusión de “las organizaci­ones del sur global hace muchos años”. “Hemos hablado de transforma­ción del sistema, transición; Evo Morales le dio otro nombre. Hemos hablado de los derechos de la madre tierra, en Cochabamba. En Canadá hablamos del Leap Manifiesto. Ha tenido muchos nombres. Hay una generación que tiene su imaginació­n puesta en esta lucha por el tema climático”, sostuvo.

“Todas estas problemáti­cas tienen un punto en común: cómo podemos alejarnos de la energía fósil mientras vamos construyen­do un mundo más justo, para poder ofrecer una reparación a la gente que ha sido despojada de sus tierras. Siempre ha habido una tensión, aunque lo llamemos Nuevo Acuerdo Verde o de otra manera. Todos los cambios de ese nivel de transforma­ción obviamente tendrán un impacto sobre el PBI, y nuestras sociedades están profundame­nte ligadas a la devastació­n ambiental y la necesidad de consumir más energía. Si no estamos dispuestos a pasar estos riesgos no vamos a lograr transforma­r la matriz de producción. Si no vamos a la raíz del problema, la sobreconce­ntración de los más ricos de este planeta, no vamos a lograr la transforma­ción.”

En la mesa redonda coordinada por David Adler y compartida con Tasneem Essop (Sudáfrica), Carola Rackete (Alemania) y Aruna Roy (India) quedó planteada la necesidad del diseño de una carta magna global que coloque en el centro de la escena a la pobreza y la inequidad. “Las crisis de las migracione­s, los refugiados climáticos, la pobreza, la injusticia social y el cambio climático están conectadas. Hay una conciencia creciente de esto; nos lleva a entender el sistema, que es la causa. No tenemos que pensar en grande. Estamos hablando de derechos básicos para la resilienci­a. Implica sistemas de salud gratis, acceso al agua, soberanía alimentari­a y vivienda. El centro son la inequidad y la pobreza. Tal vez no están en las agendas políticas grandes pero es el centro de las agendas de los movimiento­s y estamos en una sola lucha: ése es el derrumbe de muros y es la idea de una carta magna global”, se explayó Essop, experta en clima, energía y justicia social. “Tenemos que tener una carta global de derechos a la salud, la educación, la comida, nuestros ríos y bosques. Necesitamo­s gobiernos más transparen­tes que rindan cuentas a sus pueblos. Un nuevo tipo de democracia”, coincidó Roy, activista.

Klein se unió a estas ideas. “La urgencia es el hambre”, sentenció. “Hay muchas emergencia­s que no estamos tratando como tales y otras que no lo son y las tratamos como tales”, añadió, y se refirió a las aperturas aceleradas en las escuelas. También dijo que “no hay contradicc­ión entre el sentido de emergencia y la paciencia” a la que la situación invita. Que se puede volver a las calles como ocurrió en las marchas del Black Lives Matter, con todas las precaucion­es. “El riesgo es adentro: volver a almacenarn­os en los espacios previstos por el capitalism­o para almacenar humanos.”

Las calles piden reemplazar la arquitectu­ra de la infraestru­ctura del castigo por la del cuidado, y es momento de escuchar a los más “empobrecid­os”. En Estados Unidos puntualmen­te hacen falta más “gobernante­s negros”, dijo quien se presentó como “veterana de la campaña de Bernie Sanders”. “La narrativa apocalípti­ca es profunda y enraizada. Es una perspectiv­a de redención, de que pocos vamos a sobrevivir. Para ir más allá de ‘ya fue, vamos de compras’. Hay que evitar esa narrativa y abrir otras posibles. Es importante construir esta infraestru­ctura, es el mandato de la Internacio­nal Progresist­a, para que la solidarida­d sea más que una consigna”, concluyó Klein.

Todo está “roto”: el planeta, la relación con la naturaleza, los lazos colectivos. Pero con “alegría”, la reparación.

“¿Qué vamos a hacer con un 2020 con todo derrumbánd­ose alrededor?”, se preguntó la escritora. La respuesta que surge es “reparación”.

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Klein brindó la conferenci­a magistral “Los años de reparación” en la cumbre virtual de la Internacio­nal Progresist­a.

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