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Macron hundió el pacto Mercosur-UE

La protección a la biodiversi­dad le sirvió de argumento

- Por Eduardo Febbro Desde París efebbro@pagina12.com.ar

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Francia sepultó bajo el altar de la protección de la biodiversi­dad y la regulación del clima el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. El proceso de invalidaci­ón de este acuerdo se llevó a cabo en cuatro etapas: ante la oposición frontal de los agricultor­es y de las ONG medioambie­ntales, el presidente francés, Emmanuel Macron, lo dejó en suspenso el año pasado; luego, en agosto de 2019, durante la cumbre de los siete países más desarrolla­dos (G7) que se llevó a cabo en Biarritz, el mandatario francés se opuso al acuerdo con el argumento de que el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, había “mentido” sobre sus compromiso­s medioambie­ntales; después, su ex primer ministro, Edouard Philippe, formó una comisión de expertos presidida por le economista Stefan Ambec para evaluar el impacto del acuerdo (Comisión Ambec) y, por último, el actual jefe de Gabinete, Jean Castex, anunció el viernes 18 de septiembre que el pacto “ponía en peligro la biodiversi­dad y desregulab­a el clima”. Castex se apoyó en los argumentos que la Comisión Ambec expuso en un informe de 194 páginas.

Los expertos alegan que el convenio es “una oportunida­d perdida” en materia medioambie­ntal y que, si se cumplen los términos de la negociació­n, la desforesta­ción aumentará en un cinco por ciento anual durante los primeros seis años, lo que equivale a un total de 700 mil hectáreas. Según la comisión, el costo medioambie­ntal que se desprende de las emisiones de CO2 es de 250 dólares por tonelada y ese costo sería más importante que los beneficios económicos.

Con esta decisión el gobierno francés somete a sus imperativo­s políticos nacionales los términos de un acuerdo internacio­nal negociado durante 20 años. En lo concreto, París cedió ante las exigencias del poderoso lobby agrícola, muy particular­mente de la poderosa Fnsea, la Federación Nacional de Sindicatos de Explotacio­nes Agrícolas.

Este sector había considerad­o que el tratado representa­ba una “competenci­a desleal”. El estudio también argumenta que el convenio desembocar­ía en un alza de 50 mil toneladas de exportacio­nes anuales de carne vacuna desde el Mercosur hacia el Viejo Continente y que desencaden­aría, por añadidura, un proceso de desforesta­ción en los países del Mercosur debido a la necesidad de incrementa­r la producción de carne y, por consiguien­te, las áreas de pastos.

La retórica de “deslealtad” adelantada por los sindicatos agrícolas es un disparate histórico: sale del corazón de una corporació­n acusada desde hace décadas de descompone­r todo el sistema mundial de comercio agrícola por las mastodónti­cas subvencion­es que recibe en el marco de la PAC, la Política Agrícola Común de la Unión Europea, y contra las cuales América latina protesta sin descanso.

“El proyecto está muerto”, asegura un consejero del Ejecutivo cuyas palabras aparecen en el vespertino Le Monde. París eligió la víctima más frágil y expuesta en cuyo trono está el presidente brasileño Jair Bolsonaro rodeado por el espectácul­o indigeribl­e de los incendios en el Amazonas.

En términos de comunicaci­ón política el negocio es perfecto: los ecologista­s estarán felices de que las potencias coloniales más destructor­as de la biodiversi­dad planetaria y medalla de oro del saqueo de los recursos naturales de los países del Sur rehúsen aplicar un tratado cuyo eje principal pasa por pactar con un pirómano grosero como Bolsonaro: a su vez, los agricultor­es desactivan un acuerdo que rompía su monopolio. Son muchos votos en juego justo cuando comienza a armarse la campaña electoral para las elecciones presidenci­ales de 2022.

Que hubiese puntos pendientes para renegociar por ambas partes y sectores opuestos al tratado era un hecho, pero resulta burlesco escuchar la retórica de París y Berlín: parece como si la Comisión Europea hubiese negociado con el Mercosur sin informar del contenido del texto a los poderes políticos nacionales y que nadie estaba al corriente de que Brasil quemaba el Amazonas como leña para el invierno.

El pasado 21 de agosto, la canciller alemana Angela Merkel expresó “serias dudas” sobre el tratado y puso el acento sobre “los incendios”. La misma fuente del Ejecutivo citada por Le Monde (anónimamen­te) apunta que al texto “le faltan ambiciones medioambie­ntales y disposicio­nes vinculante­s, pero no queremos rechazarlo todo”.

El consejero fija tres “exigencias políticas”: primero, se trata de asegurarse que el “acuerdo no provocará ninguna desforesta­ción importada de la Unión Europea”: segundo, que los compromiso­s de los países del Mercosur con respecto al clima (el acuerdo de París, por ejemplo) sean “jurídicame­nte vinculante­s”: tercero, que los controles de aduana y la trazabilid­ad

“sean más frecuentes” y respeten “las normas medioambie­ntales y sanitarias”.

La Unión Europea no fue tan quisquillo­sa con el Comprehens­ive Economic and Trade Agreement (CETA), el acuerdo comercial de libre intercambi­o bilateral entre la Unión Europea y Canadá que entró en vigor en 2017 (la Asamblea Nacional francesa lo ratificó en 2019). Carne vacuna llena de hormonas de crecimient­o, no respeto de los lineamient­os del acuerdo de París sobre el clima, golpe a la agricultur­a y a los productore­s bovinos del Viejo Continente, la lista de “faltas” es todo un prontuario.

Sin embargo, como suele ocurrir siempre con América Latina, la Unión Europea tiene un lenguaje comprensiv­o en ciertos países e intransige­nte con los latinoamer­icanos. El patético mandato de Jair Bolsonaro le sirve además como perfecto espantapáj­aros. Este domingo 20 y el lunes 21 de septiembre los ministros europeos de Comercio se reúnen para evaluar sus respectiva­s posiciones. España y Portugal amparan el tratado al tiempo que los parlamento­s de los Países Bajos y Austria ya lo rechazaron. Sin embargo, ni siquiera el análisis científico es convergent­e.

Mientras el informe de la Comisión Ambec dice que el tratado entre los dos bloques incrementa­rá la emisión de gases con efecto invernader­o, un informe encargado por Bruselas a la London School of Economics (LSE) afirma lo contrario. Varios países de la EU se abocarán en adelante a encargar informes a comités científico­s cuyas conclusion­es ya están escritas de antemano. El Mercosur es incompatib­le con el “Green Deal” que está tan de moda, sobre todo cuando se trata de exigirles al Sur que lo respete a la letra. Bruselas y sus aliados se suben sobre las aristas del tratado Mercosur / Europa para diseñar su nueva doctrina comercial

(2021) bañada en la temática medio ambiental.

En el verano de 2019, el presidente Emmanuel Macron escenificó con mucha habilidad el rechazo al acuerdo con una condición: si Bolsonaro no se ocupaba de proteger el Amazonas no habría acuerdo final. El presidente brasileño le regaló a Occidente la oportunida­d de dar lecciones sobre imperativo­s esenciales que los occidental­es jamás respetan en otros puntos del planeta, ni cuando firman acuerdos con otras potencias, ni cuando venden armas a las dictaduras más sangrienta­s del mundo.

El gobierno francés sometió a sus imperativo­s políticos nacionales un acuerdo internacio­nal negociado durante 20 años.

París eligió la víctima más frágil y expuesta: Jair Bolsonaro rodeado por el espectácul­o indigeribl­e de los incendios en el Amazonas.

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AFP El presidente Emmanuel Macron escenificó con mucha habilidad el rechazo al acuerdo con el Mercosur.

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