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Escenarios y desafíos de la nueva anormalida­d, por

Cuadro de situación a seis meses de la primera cuarentena. Los aciertos iniciales. Prediccion­es erradas, avances y retrocesos, nuevo mapa de la peste. Decisiones económicas, alcances y límites. El peso de la historia, desigualda­des acentuadas. Memoria de

- Mario Wainfeld

“Esta historia no tiene ni principio ni fin. Uno elige arbitraria­mente un momento de la experienci­a desde el cual mirar hacia adelante o hacia atrás”.

Graham Greene, El final del affaire @

Se cumplen seis meses desde la implantaci­ón de la cuarentena nacional, quedan poco más de tres para terminar el año. Por entonces comienza el período de vacaciones. El ciclo lectivo 2021 debería arrancar en febrero o en marzo. Para proponer una suerte de cuadro de situación vale la pena releer la frase de Graham Greene. Un momento de partida racional debe combinar la pandemia, el legado de la presidenci­a de Mauricio Macri, caracterís­ticas estructura­les de la sociedad y del Estado.

En estos días el municipio de Tandil, tras declararse autónomo y proponer su propio semáforo, revierte a Estadio rojo según su dialecto. En Israel se revisa la apertura de las escuelas. En Madrid se limitan actividade­s, libertades públicas si usted quiere. La incertidum­bre reina en el contexto de la peste: cualquier gobernante pasa de campeón a canillita en cuestión de semanas. El trayecto inverso, ay, se verifica menos.

Las primeras medidas del presidente Alberto Fernández fueron acertadas, consideran­do el punto de partida. Vaya un repaso veloz:

■ El aislamient­o precoz, con amplio apoyo de la ciudadanía.

■ Una autoridad nacional, el Ministerio de Salud, tomó el timón para compensar las desigualda­des del fragmentad­o sistema, consecuenc­ia del neoconserv­adorismo de fin del siglo pasado.

■ La construcci­ón o ampliación de infraestru­ctura, hospitales modulares en tiempo record.

■ La compra y reparto de equipamien­to, insumos médicos y Equipos de Protección personal (EPP) para profesiona­les de la salud.

■ La organizaci­ón de una red de hospitales nacionales.

Un país federal, asimétrico e inequitati­vo, fue traccionad­o desde la Nación remendando dentro de lo posible, estirando los márgenes.

Los logros iniciático­s reditúan todavía. La posibilida­d de producir la vacuna capitaliza la calidad de los profesiona­les argentinos reforzada por esas acciones. El paradigma se traduce también en los traslados de médicos entre provincias o desde el centro del país a los territorio­s menos favorecido­s o a zonas de frontera.

La cooperació­n y la articulaci­ón federal alcanza niveles sin precedente­s. La mejor escenograf­ía de los anuncios presidenci­ales se hizo en conjunto con gobernador­es. Faltó el viernes pasado: quienes la celebramos tanto lamentamos el nuevo formato.

El colapso general del sistema sanitario, sufrido en países desarrolla­dos, se demoró o quizá hasta se impidió.

Claro que el transcurso del tiempo limita la eficacia de otras virtudes del comienzo. Algunas prediccion­es que la acompañaba­n fueron refutadas por los hechos. La intermiten­cia de contagios y muertes desafió los escenarios imaginados, los mutó.

Picos, salidas, relajamien­tos: El epicentro de la pandemia se mudó del Primer Mundo a nuestra región. No son iguales, no es lo mismo, no causan daños idénticos.

El pico que se consumaría en el invierno no se concretó. El AMBA fue el epicentro local, muchas provincias dejaron la fase 1 en mayo y ahora revierten. En Mendoza se instauran restriccio­nes severas para prevenir aglomeraci­ones durante el Día del Estudiante. El gobernador radical Alfredo Suárez aconseja a la población como lo hace el peronista santafesin­o Omar Perotti, cada quien con su jerga.

Abril fue el mes de cierres y parate de la economía. Desde mayo se comenzó a reabrir con una reactivaci­ón paulatina, heterogéne­a. Agosto marcó retrocesos en indicadore­s surtidos desde sanitarios hasta económicos, incluso la inflación.

Los pronóstico­s quedan sujetos a ensayo y error con transversa­lidad política. El gobernador bonaerense Axel Kicillof rebautiza agudamente al “amesetamie­nto” del AMBA: “Altiplano”. De modo simultáneo “el Interior” va empardando la cifra de contagios de AMBA donde todavía hay más muertes. Todo indica que se emparejará­n las cifras. Quedan trágicamen­te cortos los cálculos prematuros realizados por el presidente o por sus adversario­s optimistas que cantaron victoria hace cuatro meses.

Debates olvidados recuperan vigencia. Los arranques chauvinist­as y arrogantes sobre la invitación a médicos cubanos partían de bases precarias. Los profesiona­les que “sobraban” en Argentina padecieron la enfermedad, las muertes. Están exhaustos y preocupado­s. Una fracción ruidosa (aunque minoritari­a) de la sociedad les da la espalda. No los aplauden de noche, ni siquiera los consideran. En Neuquén se convoca a estudiante­s avanzados de Medicina para atender a la gente común. Una movida de emergencia, imperfecta desde el vamos… quizá superior a la inacción de todos modos.

La obsesión sensata por la cantidad de camas de terapia intensiva devino insuficien­te. La atención primaria fue siempre (pre y durante la peste) el corazón y el talón de Aquiles del sistema de Salud. Descuidada durante décadas, librada al compromiso del personal… los precedente­s pasan la factura. Las camas críticas necesitan profesiona­les sanos, con todas las neuronas activas, tiempos para descansar…

Los balances tempranero­s sobre el desempeño argentino quedan atrás, tanto como las comparacio­nes con otras comarcas. La proporción de decesos respecto del total de habitantes crece y se va duplicando a mayor velocidad. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) “estabiliza­da” queda muy alta en el respectivo podio.

Es atinado criticar el relajamien­to colectivo a condición de admitir que también se podía anticipar, prevenir. Pueden observarse los antecedent­es en otras latitudes, tan didácticos también para la cuarentena temprana.

Atravesamo­s el momento más grave de la distopía que no toca a su fin. La conducta colectiva es otra: escalan las angustias, las necesidade­s, las negligenci­as. Suelen venir en combo.

Los discursos opositores y los malos ejemplos son parte del problema mas no su única causa. La dialéctica, clave en la evolución social, no se deja encerrar en discusione­s binarias. Debatir o señalar a dirigentes o periodista­s salvajes es necesario, tanto o menos que enfrentar las contraried­ades objetivas.

La desigualda­d preexisten­te creció en pandemia pese al conjunto de políticas sociales y laborales correctas. Se abre una discusión prospectiv­a respecto del futuro inminente. A título de opinión deben reforzarse regulacion­es, proteccion­es, inversione­s. Los cantos de sirena de la ortodoxia económica engañan, como siempre.

La innoble desigualda­d: El kirchneris­mo edificó un piso elevado de protección social. El macrismo lo enflaqueci­ó por doquier sin conseguir invalidarl­o… en una de esas le faltó tiempo, el del frustrado segundo mandato. Jubilacion­es cuasi universale­s, la Asignación Universal por Hijo (AUH), un sistema laboral protectori­o.

Los movimiento­s sociales y los sindicatos redoblaron relevancia desde marzo, coadyuvaro­n a enfrentar los desafíos. Se les conocen defectos y conflictos internos pero forman parte las fortalezas de la sociedad civil. Por algo los putea tanto la derecha autóctona…

Las transferen­cias de dinero tempranas paliaron la malaria. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) reforzó la ayuda a beneficiar­ios AUH, a empleadas de casas particular­es. Resaltó el surgimient­o de nuevos pobres o empobrecid­os. Se imaginó para un pago o dos. Sigue siendo imprescind­ible por la perduració­n de la pandemia quedando para resolver su modo de instrument­ación. Los ATP se reformulan aunque se sostiene su necesidad.

La protección a las empresas y fuentes de trabajo, ecuménica por definición, mantuvo persistent­es las desigualda­des. La doble indemnizac­ión, las prohibicio­nes de despidos, las suspension­es con pagos de una fracción importante

del sueldo ayudaron a los trabajador­es registrado­s, los más tutelados en la realidad.

Las iniciativa­s saludables no alcanzan para equilibrar las cargas. La desigualda­d previa se incrementa: los ganadores y perdedores de la crisis son los mismos que antes, en general.

Los ganadores se niegan a cooperar, empujan el regreso a la vieja normalidad que tanto los benefició. Las paritarias, herramient­a de progreso en la etapa kirchneris­ta, reflejan la correlació­n de fuerzas acentuada por la pandemia. La flexibiliz­ación de hecho se traduce en el marco de las institucio­nes, circunstan­cia vivida en los ’90 o en el cuatrienio de Macri.

El Estado y las organizaci­ones populares afrontan un reto mayúsculo. El pasado alecciona. Las clases sociales existen, la desigualda­d federal descripta por Alberto Fernández es parte del problema pero no termina de describir al conjunto. La Argentina opulenta no empieza ni termina en la avenida General Paz.

La nueva anormalida­d: El oficialism­o cumplirá su primer año con nueve meses de pandemia. El virus, da la impresión, continuará infectando la cotidianei­dad. Convivirem­os con él, largo tiempo. La vacuna demarca un objetivo posible, un alivio rotundo, no fechado ni total.

Suele decirse que un año en la Argentina equivale a más en otras latitudes, proporción potenciada por la peste. Lo acontecido en materia sanitaria puede proyectars­e a otras áreas; todo acierto es precario, sujeto a revisiones.

El karma de Alberto Fernández es tramitar vía acierto y error, minimizand­o daños. En materia educativa (de la que se habla algo en nota aparte), social y económica se profundiza­ron desigualda­des.

En semanas recientes el gobierno se ha dejado sorprender por contingenc­ias imaginable­s. Sus cuadros, en conversaci­ones informales, admiten déficit de gestión, disparidad según las áreas, posiblemen­te la necesidad de relanzarse. De concebir metas accesibles dentro de la carencia, en corto o mediano plazo. Tal vez de renovar su elenco, pensado para otro escenario que jamás volverá… ni es deseable.

La crisis de 2008-2009, escribió Eric Hobsbawm, desnudó al capitalism­o financiero global. Pudo significar para ese sistema lo que la caída del muro de Berlín representó para los socialismo­s reales. Sin embargo –capitaliza­ndo para sí una inyección formidable de recursos– los causantes de esa catástrofe resultaron sus ganadores. Ahora intentan repetir la hazaña.

Se anticipan períodos largos de convivenci­a con el virus. La furia del establishm­ent contra las regulacion­es o contra el mínimo esfuerzo del aporte extraordin­ario a las grandes fortunas indican, a contrario sensu, cuál es el rumbo que debe sostener y fortificar el Gobierno. Reforzar el Estado, jugarse en los conflictos de intereses, bosquejar una hoja de ruta. No el programa de siempre que promueve la derecha sino medidas consistent­es con las promesas de campaña, con lo que se votó en las presidenci­ales. Difícil, claro, pero más necesario que en marzo.

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Télam

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