Pagina 12

Europa desconoce las sanciones contra Irán

- Por Eduardo Febbro Desde París efebbro@pagina12.com.ar

Cuatro de los cinco miembros permanente­s del Consejo de Seguridad de la ONU consideran inactivo el castigo contra Teherán proclamado unilateral­mente por EE.UU.

El delirio unilateral de la administra­ción norteameri­cana construyó otro episodio alucinante con Irán como telón de fondo y la casi totalidad del planeta amenazada con sanciones por Washington. El 19 de septiembre, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, proclamó unilateral­mente la reactivaci­ón de las sanciones de las Naciones Unidas contra Irán. Luego, el gobierno de Donald Trump amenazó con instaurar un mecanismo de sanciones “secundaria­s” (incluido el bloqueo del acceso al sistema financiero de Estados Unidos) contra cualquier país o entidad que no respete dichas sanciones. El despropósi­to radica en que Trump representa a casi el único país de mundo para el cual esas sanciones están en vigor, en que 4 de los 5 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU tampoco las consideran activas y, extremo del disparate, en que Washington salió en mayo de 2018 del acuerdo (JCPoA, Joint Comprehens­ive Plan of Action) firmado en Viena en 2015 por Teherán y las grandes potencias.

Para justificar esta estrategia, la administra­ción Trump alega que sigue siendo parte integrante del acuerdo pese a que se retiró del mismo y se basa para ello en un dispositiv­o llamado “snapback” que le permite restaurar las sanciones. Durante su intervenci­ón a distancia en la septuagési­ma quinta Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente francés, Emmanuel Macron, desacredit­ó la postura norteameri­cana: Macron dijo: “no transigire­mos con la activación de un mecanismo que los Estados Unidos, al salir del acuerdo por su propia voluntad, no están en condicione­s de activar”.

Aislada, Washington promete castigar con garrotes a quienes no sigan sus pasos. Las potencias europeas consideran que las sanciones renovadas y las amenazas carecen de todo valor jurídico. El fin de semana pasado, París, Berlín y Londres remitieron una carta a la presidenci­a del Consejo de Seguridad de la ONU en la cual resaltaban precisamen­te que toda “decisión o medida tomada con la intención de restablece­r las sanciones no tendrá ningún efecto jurídico”. Moscú adhirió al mismo modelo. La cancillerí­a rusa aclaró: “las iniciativa­s y acciones ilegitimas de Estados Unidos no pueden, por definición, tener consecuenc­ias internacio­nales legales para los otros países”. Irán ha sido desde el principio del mandato de Donald Trump una de las mayores causas de su diplomacia. Ahora que las elecciones presidenci­ales están cerca, el mandatario estadounid­ense regresa a sus cauces fundadores: Irán, el Acuerdo de París sobre el clima, la Organizaci­ón Mundial del Comercio, China.

La agenda internacio­nal apuró además las gesticulac­iones de Washington. El próximo 18 de octubre vence el embargo sobre las armas que pesa sobre Irán. Estados Unidos propuso en la ONU que dicho embargo se prolongara, pero el pasado 15 de agosto el Consejo de Seguridad rechazó por una mayoría aplastante la resolución de Washington. Queda así otra opción: presionar y asfixiar a Irán para que Teherán se retire definitiva­mente del acuerdo de Viena y enterrarlo para siempre.

La posición que el presidente francés respaldó en la Asamblea General de la ONU correspond­e globalment­e a la de sus aliados del Viejo Continente. Consta de dos vertientes. Por un lado, situar por encima de todo la preeminenc­ia del derecho internacio­nal. En este sentido, Macron invalidó la restauraci­ón de las sanciones porque, afirmó, “sería dañar la unidad del Consejo de Seguridad y la integridad de sus decisiones, sería correr el riesgo de agravar más las tensiones en la región”. Por el otro, también hizo un llamado para “completar a tiempo” el acuerdo de 2015 y, de esa forma, obtener la garantía de que Teherán no conseguirá nunca un arma nuclear, de aclarar el alcance de sus programas balísticos y “sus desestabil­izaciones en la región”.

La administra­ción de Trump achicó el mundo. Lo redujo a sus caprichos, a sus rabietas e insultos en Twitter y, en esta última etapa, a la confrontac­ión con China. Con todas sus carencias, la acción colectiva internacio­nal existía desde finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Ese ciclo acabó con la llegada de Donald Trump. Ya hubo precedente­s y, en el caso de uno de ellos, sus implicacio­nes siguen vigentes: en 2003, luego de haber mentido descaradam­ente con falsas pruebas en las Naciones Unidas, el ex presidente George W. Bush lanzó la Segunda Guerra de Irak sin el aval de la ONU. Buscaba inexistent­es armas de destrucció­n masiva, pero decapitó a Saddam Hussein, hundió a Irak en un caos de sangre y corrupción, y acabó sembrando en toda la región ruina, guerra y hecatombe.

En marzo de 1996, la administra­ción estadounid­ense de Bill Clinton le dio vigencia a la Ley de la libertad cubana y solidarida­d democrátic­a, más conocida por el nombre de sus autores, el senador (Republican­o) de Carolina del Norte, Jesse Helms, y el representa­nte Republican­o de Indiana, Dan Burton. La ley Helms-Burton, entre otras maldades enredadas en su disputa con Fidel Castro, permitía a Washington la aplicación de sanciones contra empresas de terceros países cuyas actividade­s en Cuba implicaban la utilizació­n de propiedade­s que, en algún momento, pertenecie­ron a empresas norteameri­canas. Las cruzadas unilateral­es de Washington contra sus enemigos no son una novedad trumpista. Sólo ha cambiado el estilo, y, en el caso de Irán, el hecho de que se trata de un objetivo con muchas capacidade­s de respuesta y desestabil­ización. El trumpismo aumentó la tendencia al extremo y se inventó un “mundo paralelo” dentro del cual se reserva el derecho y el no derecho.

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I AFP Macron rechazó la renovación de las sanciones a Irán, tal como pidió Trump.

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