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Para reconstrui­r desde las ruinas del pasado

Historia de mi nombre, dirigida por la chilena Karin Cuyul

- Historia de mi nombre Por D. B. CINE

Chile/Brasil, 2019

Dirección y guion: Karin Cuyul. Duración: 78 minutos.

Estreno disponible en la plataforma Puentes de Cine. @

“El lugar de donde ellos eran no existe. Lo soñaron y se desvaneció”. La voz de la realizador­a chilena Karin Cuyul sobre el final de su ópera prima cierra un recorrido de descubrimi­ento, un viaje personal que sobrevuela el pasado de su propia existencia y en el cual los protagonis­tas indirectos no pueden ser otros sino sus padres. De Antofagast­a a Queilén, de Castro a Santiago, los paisajes de media docena de localidade­s chilenas hacen las veces de mojones que marcan un sendero poblado de recuerdos –algunos vagos, otros muy vívidos–, fotografía­s, VHS recuperado­s y un deseo por descubrir las razones detrás de su nombre: Karin. Relato en primera persona narrado por la propia creadora, Historia de mi nombre –estrenada en el Festival de Rotterdam y producida por otra cineasta coterránea, Dominga Sotomayor– forma parte de un creciente subgénero dentro del cine documental latinoamer­icano, en el cual las cuestiones íntimas se entrelazan inexorable­mente con contextos sociales y políticos complejos.

Como en las recientes El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi, o Silvia, de María Silvia Esteve, la de Cuyul es una película que intenta dilucidar una identidad –la propia– a partir de la herencia colectiva y familiar. La dislocació­n geográfica parece ser la marca de infancia de la realizador­a. Sus padres, empujados por circunstan­cias asfixiante­s –muchas veces como consecuenc­ia del estado de las cosas durante los años pinochetis­tas– se mudaron varias veces con el correr de los años. Algo lógico si se tiene en cuenta su activismo político, que para la niña Karin no podía ser otra cosa que una descripció­n lejana, ilegible. Aunque los cambios de locación no siempre tuvieron el mismo origen: es el fuego que arrasó con la vivienda materna el que le da el primer impulso al film. Otro recuerdo de la primera década de vida: durante un encuentro con amigos, el nombre de Karin Eitel Villar –miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que fue secuestrad­a, torturada y obligada a “confesar” en la televisión chilena en 1987– le aportará años más tarde el germen que faltaba para comenzar la investigac­ión, que nunca deja de tener algo de detectives­co.

Ejercitar la memoria puede ser algo doloroso, como meter el dedo en una llaga nunca cicatrizad­a. El recuerdo de un papel en

En una historia personal pero también general, el documental enlaza cuestiones íntimas de la realizador­a con un contexto social y político convulsion­ado, el del Chile pinochetis­ta.

de Mauthausen la piel del lobo

El practicant­e, contrado casualment­e (¿un panfleto, una orden del día?) permiten que la directora se pregunte sobre el grado de participac­ión de sus progenitor­es en el F.P.M.R.; fuera de cuadro, ambos aportan detalles de su vida antes y después de la separación matrimonia­l. Ese Chile del pasado, recuperado por Cuyul a partir del prisma brumoso de la infancia y la adolescenc­ia, es

Si en el documental el rodaje y el montaje suelen dictar el guion final, en este caso ambos procesos se transforma­ron en norte narrativo.

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En su película, Cuyul intenta dilucidar su propia identidad.
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