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Crónica de la virtualida­d fallida

El trabajo remoto dejó expuesta la intimidad de los legislador­es

- Por Agustín Alvarez Rey

El diputado de Juntos por el Cambio Luciano Laspina con el torso desnudo, buscando una camisa en su placar, mientras el ministro de Economía, Martín Guzmán, daba cuenta ante la Comisión de Presupuest­o de los lineamient­os de la ley de leyes. La gigantogra­fía del senador Esteban Bullrich dando el presente en un debate de comisión. El diputado Leopoldo Moreau dormitando en medio de una sesión caliente, mientras su colega radical, Luis Pettri, anunciaba a los gritos que su bloque recurría a la justicia para impugnar el funcionami­ento de la Cámara. Y ahora, el episodio que protagoniz­ó el diputado Juan Ameri, junto a su esposa, son la muestra del tortuoso trajinar de las sesiones remotas implementa­das en el Congreso nacional, en tiempos de pandemia y protocolos sanitarios inéditos.

Los “accidentes” emanados de la virtualida­d no conocen fronteras partidaria­s y los repro

ches que pasarían desapercib­idos dentro del recinto, se amplifican cuando los micrófonos quedan encendidos. Así le pasó al senador opositor Oscar Castillo, en la sesión en donde se debatía la creación de una comisión bicameral investigad­ora sobre el préstamo del Banco Nación a Vicentin. La vicepresid­enta segunda del Senado, Laura Rodríguez Machado, estaba moderando la sesión y le avisó a Castillo que su tiempo se había acabado. Pero el senador dejó abierto su micrófono tras finalizar su intervenci­ón y se lo escuchó decir, en segundo plano, sobre su compañera de bancada: “¡Al final me cagó lo mismo, viste!”.

El diputado de Juntos por el Cambio Luis Juez también fue víctima del micrófono abierto. Se debatía la ampliación del Presupuest­o. El presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, le abrió el micrófono a Juez para que tomara la palabra y votara, pero se encontró con que el diputado estaba dando una entrevista a un canal de televisión. “El diputado Luis Juez está en una entrevista periodísti­ca, pero está ausente a la hora de votar”, sentenció Massa para exponer la falta del legislador.

El álbum de recuerdos de las sesiones virtuales de 2020 también tendrá perros ladrando de fondo mientras los diputados plantean sus cuestiones de privilegio, empleadas de casas particular­es que limpian una habitación mientras el diputado hace uso de la palabra desde su escritorio, y conversaci­ones fuera de plano que se filtran por micrófonos abiertos.

Desde el momento en que se empezó a trabajar con la implementa­ción el sistema remoto en ambas Cámaras, se percibió que la mecánica desnudaría las falencias que el trabajo presencial suele disimular. Y así fue. Durante el mes de abril se comenzó a capacitar a los legislador­es para que pudieran manejarse sin dificultad tanto en los debates como en las votaciones. La tarea, que resultó titánica, por el analfabeti­smo digital de muchos legislador­es, fue llevada a cabo por personal de ambas Cámaras. Tras quince días de capacitaci­ón el simulacro de Diputados fracasó, en parte por la torpeza de alguno de diputados que no habían logrado entender cómo registrars­e, pese a que contaron con soportes técnicos particular­es. Desde ese momento, y con una regularida­d que alarma, los legislador­es fueron protagoniz­ando distintos papelones que nunca tardaron en volverse virales.

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Bullrich utilizó una gigantogra­fía para ausentarse del debate.

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