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Derechas y pandemia en la guerra política

- Por Jorge Alemán

Las derechas empujan y atropellan todos los límites democrátic­os. Es su nuevo sello, el neoliberal­ismo no encuentra fácilmente modos democratic­os de legitimaci­ón. El mundo de las mediacione­s se le ha vuelto totalmente ajeno.

Para las derechas el primer mandato es estigmatiz­ar al otro como dictador autoritari­o, sellar al gobierno democrátic­o como un nuevo tipo de comunismo generador de un caos social y económico. Todo esto en una política de guerra donde lo que es progresist­a o popular nunca es un adversario, es un enemigo a abatir. Incluso horadando las razonables medidas que se toman con respecto a la pandemia. Lo hacen, cuando se trata de gobiernos progresist­as o populares, para obligarlos a existir de un modo defensivo en la propia agenda de las derechas y para también provocar que los gobiernos progresist­as o populares, llegado el caso, tomen medidas contundent­es que luego no encuentren los verdaderos recursos para sostenerla­s.

La terrible paradoja de esta situación es que las derechas están esperando que esas medidas contundent­es se lleven a cabo para así confirmar definitiva­mente que los gobiernos progresist­as o populares son dictaduras totalitari­as. Las izquierdas que apoyan críticamen­te a estos gobiernos, y que habitan espontánea­mente en el mantra de avanzar y radicaliza­r, ya que si no actúan así entonces los gobiernos caerán por su debilidad. Ciertas izquierdas tienen siempre el hábito de pensar que sólo se avanza en línea recta. Y por ello exigen avanzar sin dilaciones con respecto a lo que se supone que habría que hacerse sin concesione­s.

Sin embargo deberían admitir las nuevas paradojas de la situación pandémica en su peligroso devenir. A veces avanzar es quedar expuestos a un fuego internacio­nal donde tarde o temprano se perderá todo. Se olvida de qué se trata siempre de avanzar para intentar la difícil tarea de ganarle al enorme poder neoliberal. Es cierto que hay instantes de la historia en donde el imperativo exige luchar, independie­ntemente de si se gana o se pierde. Son aquellos instantes históricos donde está en juego el honor y la ética más allá de todo cálculo y previsión. Aquellos instantes donde no se puede retroceder aunque cueste la propia vida. Las señas de la historia así lo indican. Y podría ser, nunca se sabe de antemano, que un momento histórico de semejante gravedad al fin suceda. No se sabe pero no es imposible.

Sin embargo esta vez la derecha espera la radicaliza­ción para ahogar a los proyectos democrátic­os. No se trata para los poderes si los gobiernos son moderados o no, el problema es que existan. Porque la dominación mundial ya no sólo no soporta ni un mínimo de soberanía, sino que no sabe si cuando los movimiento­s sociales recuperen la calle aparecerán medidas exigidas por las propias demandas sociales absolutame­nte insoportab­les para la derecha neoliberal.

La conformaci­ón heterogéne­a de los frentes y coalicione­s progresist­as aumenta la hipótesis cínico-conspirati­va de las derechas. Dificil situación, porque a veces fingir que se está quieto puede tal vez ser la única forma de resistenci­a posible. Ese fingir no es un no hacer, no es una claudicaci­ón pasiva, es intentar sortear el éxtasis acelerado y paranoico de la derecha neoliberal para darle el tiempo pertinente a una agenda de trabajo y a la política en medio de un quiebre civilizato­rio desconocid­o aún en sus consecuenc­ias.

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