Galardón con aroma sexista
que hasta el momento no hay vacuna. Durante el último registro confeccionado en 2016, la OMS estimó que fallecieron casi 400 mil personas debido a la Hepatitis C, fundamentalmente por cirrosis y cáncer de hígado. “El abordaje principal debe focalizarse en la prevención para evitar adquirirlo. Además de no compartir jeringas, es requisito cumplir con las normas de bioseguridad en todos los establecimientos de salud (como los odontológicos) y el uso regular del preservativo”, advierte Guzzi.
Si bien en la Hepatitis A y B ya se había avanzado de manera considerable en décadas anteriores (son prevenibles con vacunas), con la C muchas preguntas permanecían sin ser respondidas. La inflamación de hígado o hepatitis es causada principalmente por virus, aunque el abuso del alcohol, las toxinas ambientales y las enfermedades autoinmunes también pueden ubicarse como factores determinantes. En la década del 40 quedó claro que había dos tipos de infecciones: una que es transmitida por agua o alimentos contaminados y tiene poco impacto en los pacientes a largo plazo (A); y otra vía, relacionada con la sangre o los fluidos corporales, que es mucho más preocupante porque puede devenir en una patología crónica, cáncer o cirrosis (B y C). En 1976, de hecho, Baruch Blumberg ya había obtenido el Nobel en el rubro por el descubrimiento de la Hepatitis B, pero la C todavía no emergía en el mapa.
El principal problema del presente es que los síntomas pueden demorar hasta tres décadas en emerger y el daño que la patología causa al hígado suele ser silencioso. La buena noticia es que el tratamiento, en gran parte gracias a los desarrollos de Alter, Rice y Houghton, es universal, seguro y efectivo en el 95 por ciento de los casos.
La lupa en la transfusión
“Es un descubrimiento que supone que las patologías postransfusionales se reduzcan enormemente, ya que el modelo de detección viral ensayado por los ganadores del Nobel se replicó para otras enfermedades. Este es un reconocimiento que se tenía en carpeta desde hace años, no es casual que se lo otorguen en un momento en que la sensibilidad social está tan pendiente de otro virus como el Sars CoV-2”, plantea Adrián Baranchuk, médico (UBA), profesor de Medicina en la Universidad de Queen’s (Canadá). Desde esta perspectiva, sostiene: “El personal médico que está en contacto directo con sangre, como los cirujanos y los instrumentadores, son grupos de riesgo frente a este virus. Lo mismo que aquellos pacientes de otras afecciones que requieren de transfusiones frecuentes, para levantar los glóbulos rojos o las plaquetas. Ahora es posible imaginar un mundo en el que el sistema transfusional sea mucho más eficaz”.
Hace 200 años, cuando se le extraía sangre a una persona, era transfundida a otra sin ningún análisis (bacteriológico, parasitológico) mediante; de manera que mucha gente fallecía de extrañas enfermedades cuyas causas no podían explicarse. “Una de las grandísimas contribuciones de estos tres tipos es haber identificado, precisamente, que aquello que ocurría en el hígado de las personas luego de haber recibido una transfusión partía de un virus y no de un problema inmunológico, como todo indicaba”, apunta Baranchuk. Después remata: “Ello se complementó con el testeo rápido en los donantes, de manera que la Hepatitis C por vía transfusional se redujo a cero. Eso es tremendo, es una genialidad, teniendo en cuenta la cantidad de transfusiones que se realizan por día”.
Los números a nivel local y lo que viene
Según el Ministerio de Salud de Argentina, el 50 por ciento de las personas con hepatitis crónica desconoce su diagnóstico. De acuerdo al Boletín sobre las hepatitis virales en Argentina publicado en octubre de 2019, en 2017 se registraron 178 muertes por hepatitis virales, de las cuales, aproximadamente, un 60 por ciento fue de tipo C. Vale destacar que, asimismo, fallecieron casi 6 mil personas por causas que podrían deberse en algún porcentaje a secuelas de hepatitis B y C.
Desde 2016 a 2019, el Programa Nacional de Control de las Hepatitis Virales trató a 4.354 individuos con Hepatitis C y el 80 por ciento de esos tratamientos se centró en CABA y en la provincia de Buenos Aires. Un tercio de los contagiados tenía coinfección con HIV y el 65 por ciento correspondía a hombres con una edad promedio de 51 años. Conocer las estadísticas y comunicar los efectos que las enfermedades causan suelen ser eslabones tan fundamentales como la propia ciencia que investiga cómo combatir el problema.
El calendario de entregas continuará de la siguiente manera: el martes llegará el turno de Física (para el cual entre los candidatos está el astrofísico santiagueño Julio Navarro), el miércoles se comunicarán el o los ganadores de Química, al día siguiente el de Literatura y el viernes culminará la ronda con el de la Paz. La ceremonia de entrega que, tradicionalmente, se realiza en diciembre ante la presencia de personalidades fuertes de todo el globo (premiados anteriores, reyes y reinas, presidentes, artistas y otras figuras internacionales) se suprimió por el contexto actual.
“El reconocimiento estaba en carpeta hace años, no es casual que lo otorguen cuando la sensibilidad social está tan pendiente de otro virus como el Sars CoV-2”.
Los premios Nobel recompensan desde 1901 a hombres, mujeres y organizaciones que trabajaron por el progreso de la Humanidad, como dejó indicado por escrito su creador, el inventor sueco Alfred Nobel. Sin embargo, hasta el momento sólo el 5 por ciento de los reconocimientos fueron desde entonces a manos de mujeres: solo 54 de los 923 entregados hasta 2019. Entre 1901 y 1920, las premiadas fueron 3 (una de ellas, la polaca Marie Curie, lo recibió en dos ocasiones, en 1903 el de Física y en 1911 el de Química).
En las últimas dos décadas, sólo el 24 por ciento de los reconocimientos fueron para mujeres. El rubro Nobel más esquivo a las mujeres es el de Economía (2,4 por ciento de premiadas), seguido por los de ciencias duras (3,2 por ciento), el de Literatura (13 por ciento) y el de la Paz (15,9 por ciento).