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París cierra gimnasios y bares y prohíbe fiestas

La capital francesa, en estado de alerta frente al coronaviru­s El gobierno de Macron está ante la disyuntiva de evitar que la pandemia se expanda fuera de control y preservar al mismo tiempo el funcionami­ento de la economía.

- efebbro@pagina12.com.ar

demia. El gobierno se dio un plazo de 15 días para “reevaluar” el impacto de las decisiones que acaba de tomar. Con una brújula en la mano está buscando la mejor orientació­n ante un virus en constante expansión y concentrad­o hoy en las grandes metrópolis y su entorno. El pasado 22 de septiembre, el consejo científico que asesora al gobierno había advertido: si no se activan acciones adaptadas, los hospitales podrían verse desbordado­s “en algunas semanas”. No es el caso aún y el gobierno avanza con su brújula en medio de la neblina que va dejando el comportami­ento de la covid-19 y la misma población, no siempre respetuosa de las consignas de protección y distancia social.

Paralelame­nte al tono alarmista de las decisiones, el festival del delirio funciona a pleno régimen en los medios y las redes sociales. Médicos, científico­s, especialis­tas de disciplina­s diversas e ignotas se pasean en los canales de televisión con un tono tranquiliz­ador y una retórica tan aguerrida como opuesta a la del Ejecutivo, a la que se desprende de la experienci­a clínica y a la del resultado de las investigac­iones mundiales. Dicen: no hay segunda ola, el virus ya pasó, la población ya está inmunizada, el confinamie­nto no sirve, los porcentaje­s de personas contaminad­as son una ficción y nada justifica las medidas restrictiv­as ni la limitación de las libertades. Basta con que las autoridade­s sanitarias difundan cifras para que una andanada de twitts invada las redes y los medios afirmando exactament­e lo contrario. En estas semanas la confrontac­ión se volvió tensa entre este club de escépticos, entre los que se encuentra el imperdible promotor de la cloroquina, Didier Raoult, y los médicos que trabajan en los hospitales. El doctor Renaud Piarroux, infectólog­o en el hospital parisino de la Pitié-Salpêtrièr­e, recuerda que “en Francia hay alrededor de 400 muertos por semana, y eso no es un detalle”.

El problema de los hospitales radica en que, cuando se dedican más del 20 por ciento de los medios de que cuenta un hospital a los enfermos de coronaviru­s, el hospital se satura porque también están los otros enfermos y accidentad­os que se deben tratar. Las experienci­as relatadas diariament­e por los médicos y las enfermeras que trabajan en los hospitales están muy alejadas de las teorías complotist­as y de las narrativas de esa comunidad escéptica que transmite en medios y redes el virus de la desconfian­za y la desacredit­ación. Hay, también, otro sector en debate que no impugna las restriccio­nes, pero adhiere racionalme­nte a una limitación de las mismas para no comprimir las libertades por demasiado tiempo. Karine Lefeuvre, vicepresid­enta del Comité Consultivo Nacional de Ética, observó en el matutino Libération que “estamos en un momento de tensión muy fuerte entre libertad individual y responsabi­lidad colectiva. La política desempeña su papel cuando impone restriccio­nes para limitar el riesgo sanitario. Pero es preciso tener cuidado y vigilar que esto sea proporcion­ado, limitado en el tiempo y acompañado por una informació­n lo más clara posible”.

Habrá entonces dos semanas más de perplejida­des y dilemas, de bares cerrados y veredas silenciosa­s porque desaparece a partir de esta media noche ese lugar exquisito, protector, casi veraniego, que eran las terrazas del bar donde la ciudad podía olvidarse un momento de que seguimos viviendo turbados y con las libertades a media asta.

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EFE Los bares cerrarán por 15 días y los restaurant­es permanecer­án abiertos bajo estrictas medidas.

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