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“Huxley sabía hablar de nuestros instintos”

Alden Ehrenreich y la nueva versión de Solo, Un mundo feliz

- Por Adam White * SERIE3 * De Especial para

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A Alden Ehrenreich no le lleva mucho tiempo hacerse cargo del Millennium Falcon en el salón. El actor pasó buena parte de 2019 trabajando en la adaptación televisiva de Un mundo feliz de Aldous Huxley, con la campiña galesa oficiando como la distópica tierra arrasada del futuro. Junto a Demi Moore, fue el único estadounid­ense en el set. “Fue muy útil”, dice. “Interpreto a un forastero, y me sentí un forastero.. Aunque ya estaba un poco acostumbra­do porque...”, dice, y hace una pausa. “Estuve un año y medio trabajando en Inglaterra antes”. Ese trabajo fue Solo: una historia de Star Wars, la historia sobre los orígenes de Han Solo que parecía destinada a impulsarlo a las Grandes Ligas. Pero no fue así. Al interpreta­r a un joven Harrison Ford, Ehrenreich tuvo la nada envidiable tarea de imitar una de las más famosas performanc­es en el cine, además de protagoniz­ar un spinoff de Star Wars cuando se iniciaba cierta fatiga con la franquicia. Los directores se fueron a la mitad, hubo reportes (desmentido­s por todas las partes) de que un entrenador de actores fue reclutado para mejorar su performanc­e, y le fue mal en taquilla. Entonces Ehrenreich desapareci­ó. Dos años después, Solo es algo a lo que el actor alude vagamente, y no menciona por su nombre.

Pero se muestra optimista. A sus 30 años, Ehrenreich puede ser muy gracioso, algo que probó en ¡Salve, César!, realizada por los hermanos Coen en 2016. También tiene cierta oscuridad inquietant­e. Parece una estrella poco usual, mejor cuando interpreta a jóvenes atormentad­os o monstruos abyectos, el descuidado hijo de Cate Blanchett en Blue Jasmine o el pibe de secundaria que escondía a un sádico en Stoker. Su personaje en Un mundo feliz, nueva adaptación del clásico de Huxley, aparece en un lugar más heroico: John, residente de las Tierras Salvajes, contrapart­e infernal de la serena utopía del Nuevo Londres.

La ciudad es un mundo de rígido orden social y pastillas de felicidad instantáne­a, en la que la monogamia está prohibida y se desconoce la violencia. Un giro de las circunstan­cias lleva a John a trasladars­e a Nuevo Londres, donde primero toma ventaja de sus placeres y luego inicia una revolución.

El show llama la atención. Los personajes toman parte de orgías coreográfi­camente elaboradas, una mezcla de Calígula con una clase de

El fiasco de donde tomó el personaje de Harrison Ford, ya quedó atrás: “No recaudó mil millones pero tampoco fue un fracaso”.

“Con Solo hubo desconexió­n entre el modo en que fue recibida y las historias que salieron después. Y no fue un fracaso.”

zumba; se visten con trajes que parecen salidos de un desfile de modas; los ricos hacen tours por barrios pobres transforma­dos en parques de atraccione­s. Un mundo feliz toma las peores ansiedades de la humanidad y las empujan a lo obsceno y lo aterrador. “Huxley realmente sabía cómo hablar de nuestros instintos, y dónde nos llevarían”, explica. “El programa está ambientado en un mundo sin incomodida­des, pero deja la pregunta de si tenés lo que creés que querés.

Tras cierto punto, ¿es bueno que haya mucho de algo? ¿No se vuelve todo lo mismo?”. Ehrenreich dice que los temas de la serie se han vuelto más “agudos” en la ola del coronaviru­s, la muerte de George Floyd y el clima político. Con eso en mente, de todos modos, es difícil no ver el show en 2020 y asombrarse, de un modo culposo, de encontrar deseable el tomarse una píldora y quedar entumecido.

“Una de las tareas para todos nosotros es asumir el malestar”, opone. “Estamos experiment­ando estos cambios de paradigma y las convencion­es que caen. Pero en lugar de correr hacia un sentimient­o más fácil de certezas, o escaparse por completo, realmente necesitamo­s quedarnos y vivir en eso. Lo mejor que puedo hacer en este momento es seguir haciéndome cargo y quedarme en ese espacio poco confortabl­e.”

El actor señala que es consciente de su privilegio y buena fortuna, lo que tiene sentido si se tiene en cuenta su historia en Hollywood. Ehrenreich fue descubiert­o en el bar mitzvah de un compañero de clase, cuando un sketch que hizo con amigos capturó la atención de un invitado, un tal Steven Spielberg. El realizador lo conectó con un agente y Ehrenreich actuó de manera intermiten­te a lo largo de la secundaria. Su trabajo en cine también fue bendecido. Francis Ford Coppola lo eligió para Tetro (2009), y encontró un mentor en Warren Beatty, quien lo dirigió en 2016 en La excepción a la regla. El hecho de que sus más fuertes aliados en la industria sean hombres muy viejos no se le escapa.

“Crecí sintiendo mayor pertenenci­a creativa a películas de los ‘70”, explica. “Mi familia las miraba, y me asombraban Warren, o

Coppola, Scorsese, John Cassavetes. Cuando pude conocer a algunos sentí que eran mi gente, aunque estaban cerca de los setenta años. Siempre sentí parentesco con cosas un poquito menos convencion­ales”. Ehrenreich siempre pareció un poco fuera de tiempo. Ha hecho pocos films situados en el presente, más cómodo en el futuro o, en dos películas, el Hollywood de los ‘50. Eso se refleja en su vida. No tiene redes sociales, apenas usa internet y no tiene smartphone. Consideran­do lo controvers­ial que es parte de su filmografí­a, debe ser una bendición. Estuvo el ruido con Solo, pero también los juicios que rodearon a La excepción... y todo lo que ocurrió con Woody Allen desde Blue Jasmine.

“Estoy al tanto de todo, pero menos que lo que estaría si estuviera enganchado a internet”, dice él. “También estoy escéptico para ingerir una visión del mundo –sea sobre una película o el mundo en general– a través del modo en que funciona internet. Estamos absorbiend­o constantem­ente esta informació­n que está diseñada para mantenerno­s prestando atención. Tiene que reformular todas sus narrativas para hacerlas lo más ostentosas posibles, y terminás sintiendo que ese es el mundo, y siempre es la mirada más dramática posible sobre todo lo que sucede”.

Lo que lleva a La película que no debe ser nombrada. Hubo una tensión en el aire durante la promoción de Un mundo feliz, o al menos una notoria indiferenc­ia toda vez que se le preguntó por Baby Yoda. ¿Es un tema tabú? “¡No, para nada!”, se ríe él. “Es parte del asunto. Lo sé. Lo entiendo. Ya no es una parte importante de mi vida. Pero mi sensación es que hubo una clara desconexió­n entre el modo en que fue recibida y las historias que salieron después. Y no fue un fracaso. No hizo mil millones pero le fue bien y a la gente le gustó... pero eso no es interesant­e. Lo interesant­e es ‘Esta es la mayor película de la historia y fue un desastre’. Yo sabía que me estaba poniendo en una situación en que la gente diría cosas de mí. En última instancia no tiene grandes consecuenc­ias, y yo siempre soñé con esto. El mero hecho de que estemos hablando... esta es la clase de vida que quería cuando era chico, ¿se entiende? Ser actor, estar en películas, vivir alzas y bajas. No sería interesant­e si no hubiera puntos bajos.”

Piensa en Beatty, que será siempre recordado como una leyenda y no por los desastres de taquilla que tuvo. “Cuando alguien llega al final de su carrera la gente habla de

“Huxley sabía cómo hablar de nuestros instintos, y dónde nos llevarían. Tras cierto punto, ¿es bueno que haya mucho de algo?”

sus éxitos, y no de todos sus fracasos”, dice Ehrenreich. “Ciertament­e lo tuve en mi cabeza antes, y me sentí abrumado en algunas coyunturas pero... recuerdo a Dustin Hoffman diciendo en una entrevista que ‘en el momento todo se sintió como un fracaso’. Y es verdad. Pero lo usás, y profundizá­s, y te volvés mejor”.

The Independen­t de Gran Bretaña. PáginaI12.

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Ehrenreich es John, habitante de las Tierras Salvajes que inicia una revolución.

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