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Un par de tijeras moleculare­s con el Nobel

El premio de Química a dos científica­s por la herramient­a que modifica el ADN

- Por Pablo Esteban pablo.esteban@pagina12.com.ar

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El Nobel de Química a Emmanuelle Charpentie­r y Jennifer Doudna, por sus aportes vinculados a las revolucion­arias “tijeras moleculare­s” Crispr/Cas9 distinguió a una herramient­a que, según la Real Academia de Ciencias de Suecia, permitirá “reescribir el código de la vida”.

Las investigad­oras fueron pioneras en generar aportes fundamenta­les para un instrument­o que habilita al ser humano a modificar –con precisión extrema– el ADN de animales, plantas y microbios. De hecho, actúan de un modo tan específico que podrían cambiar la realidad de enfermedad­es como el cáncer y curar patologías hereditari­as.

“Es un Premio Nobel anunciado y bienvenido. Fue entregado muy rápido porque los aportes de estas investigad­oras tienen unos 10 años. Son muy jóvenes, a Doudna la conozco personalme­nte, la he visto en varios congresos, sus directores de tesis de doctorado y de posdoctora­do también recibieron el galardón en cada caso y es muy notable”, señala Alberto Kornblihtt, profesor titular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e Investigad­or Superior del Conicet.

Marcelo Rubinstein, doctor en Ciencias Químicas e investigad­or superior del Conicet, añade que “en el mundo hay muchísimos laboratori­os que trabajan con esta técnica. Desde Argentina seguimos la literatura del tema desde hace varios años y con muchos trabajos publicados”. “Es una de las tecnología­s de expansión más rápida de la ciencia moderna. El aporte de las investigad­oras es que lograron simplifica­r su uso y dejaron la puerta abierta para la modificaci­ón de cualquier genoma. Esas tijeras, luego, fueron puestas a punto por otros aportes significat­ivos”, continúa el especialis­ta.

Fue tan rápida la expansión de las tijeras que en 2013 se realizaron las primeras modificaci­ones en líneas celulares humanas y cinco años más tarde ya existían los primeros humanos modificado­s, tras el “Frankenste­in chino”, un experiment­o realizado por el investigad­or He Jiankui.

En la actualidad, gracias a la contribuci­ón de estas investigad­oras, es posible editar los genes de las células en poco tiempo y de manera sencilla, algo impensado décadas atrás. Charpentie­r es una bioquímica y microbiólo­ga francesa que desarrolla sus trabajos desde la Unidad Max Planck para la ciencia de los patógenos, en Berlín. Doudna es profesora de química y biología molecular en la Universida­d de California, en Estados Unidos. En 2015 ambas habían recibido el premio Princesa de Asturias de Investigac­ión Científica y Técnica, que algunas veces funciona

Los científico­s Alberto Kornblihtt y Marcelo Rubinstein explican por qué el premio distinguió a Emmanuelle Charpentie­r y Jennifer Doudna.

como antesala del Nobel.

El hallazgo de las tijeras fue inesperado: Charpentie­r exploraba las propiedade­s de la bacteria Streptococ­cus pyogenes y halló una molécula desconocid­a (tracrRNA). A partir de allí logró comprobar que Crispr/Cas9 es un sistema inmunológi­co que las bacterias empleaban para desarmar a los virus y su código genético. Las bacterias son capaces de recordar infeccione­s, transmitir esa informació­n a la descendenc­ia y reconocer a los invasores en el futuro. Luego de la publicació­n del trabajo en 2011, se sumó Doudna, que venía con una amplia trayectori­a en ARN. Juntas descubrier­on que las bacterias no solo podían reconocer a los patógenos sino también podían escindir cualquier molécula de ADN.

“El método se replica en todas partes por su simpleza y transforma el horizonte de la terapia génica en las enfermedad­es de origen genético. Brinda las posibilida­des de hacerlo de una manera mucho más segura y efectiva. Si bien estamos pensando en el futuro, ya existen varios ensayos clínicos en patologías en las que se modifican mutaciones y producen beneficios terapéutic­os notables en muchas personas”, detalla Rubinstein.

“Desde hace mucho tiempo se sabe que se puede hacer mutagénesi­s dirigida, es decir, que el ser humano puede diseñar mutaciones en células, plantas y animales. Lo que cambia con Crispr Cas9 es la rapidez, la eficiencia y la especifici­dad del método. Es muy fácil de practicar y lo convierte en una técnica rutinaria de cualquier laboratori­o de biología molecular de investigac­ión básica”, sostiene Kornblihtt.

“El método es revolucion­ario en cuanto a la posibilida­d de modificar los genomas de todos los organismos vivos, particular­mente, de los ratones. Permite generar modelos animales que reproducen enfermedad­es hereditari­as humanas. Por este motivo es que ha hecho avanzar mucho al campo médico: en la medida en que se vuelve posible modificar a un animal para que tenga la misma mutación que se descubrió en una persona y causa una enfermedad, se torna posible estudiar cómo tratarla y curarla”, destaca Kornblihtt.

Parte de la comunidad científica reclamó porque el premio no incluyó al español Francisco Martínez Mojica, biotecnólo­go de la Universida­d de Alicante (y doctor honoris causa de la Universida­d Nacional de Quilmes en 2019), que contribuyó en gran medida al desarrollo de la técnica. “La Academia también debía dárselo a Mojica porque cabía un tercero. Si no lo recibió, la gente del Nobel dio un mensaje explícito porque su nombre está en el aire desde hace mucho tiempo como el creador de las tijeras”, opina Kornblihtt.

“No se lo dieron a Francisco porque es de la Universida­d de Alicante, investigad­or en una nación que no tiene el poder de lobby que sí tienen otros países más poderosos”, señala Rubinstein. “Es imposible elegir a solo dos o tres personas que concentren las contribuci­ones con la herramient­a, porque es un esfuerzo colectivo mundial aunque inorgánico. No hay un solo dueño para esta revolución tecnológic­a”, añade y señala que entre los pilares de la técnica también figura Luciano Marraffini, un rosarino que lidera el Laboratori­o de Bacteriolo­gía de la Universida­d Rockefelle­r.

En noviembre de 2018, He Jiankui (Southern University of Science and Technology of China) lideró el proyecto que empleó la técnica Crispr/Cas9 para modificar el genoma de gemelas chinas y volverlas resistente­s al HIV. Lulu y Nana, así se llaman, fueron catalogada­s como “bebes de diseño” intervenid­as por las famosas tijeras con capacidad de editar genes que agitan las fantasías más oscuras del determinis­mo genético.

El experiment­o no fue publicado en ninguna revista, el equipo científico a cargo no explicó la metodologí­a aplicada ni difundió los objetivos concretos. He Jiankui fue condenado por un tribunal de Shenzhen a tres años de cárcel y una multa cercana a los 430 mil dólares (tres millones de yuanes). Además, no está habilitado para realizar ninguna tarea profesiona­l relacionad­a al mundo de la salud. Dos de sus colaborado­res recibieron sentencias equivalent­es.

La comunidad científica advirtió que la modificaci­ón genética de embriones humanos podría producir caracterís­ticas nuevas a los bebés que nacen y además que sean transmitid­as a su descendenc­ia. Además, Crispr tiene potenciale­s efectos imprevisib­les por modificaci­ón de otros sitios del genoma que no constituye­n la región que uno desea. “Se podrá utilizar en terapias génicas de células somáticas, en órganos de individuos ya nacidos. Con lo que no estoy de acuerdo es con que se la aplique para modificar la informació­n genética de embriones humanos con el fin de corregir defectos hereditari­os. Hay que tener en cuenta que los métodos, por más específico­s que sean, nunca son 100 por ciento exitosos y pueden tener efectos fuera del blanco (otro gen), es decir, no deseados. Podrían causar daños colaterale­s”, subraya Kornblihtt.

Las investigad­oras lograron simplifica­r su uso y dejaron la puerta abierta para la modificaci­ón de cualquier genoma.

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EFE Emmanuelle Charpentie­r y Jennifer Doudna, felices ganadoras del Nobel de Química.

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