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Eddie Van Halen, la Frankenstr­at, la libertad

- Por Eduardo Fabregat ¿Cuántos grupos comenzaron a tocar por o

Era un adminículo muy conocido por los estudiante­s de Industrial: se lo conoce como regla T, indispensa­ble para dibujar paralelas perfectas. Era un adminículo muy conocido por quien quisiera barrer el piso, conocido como escoba. Cosas de la vida cotidiana, al alcance de cualquier mortal.

Y entonces apareció Eddie Van Halen y las convirtió en guitarras.

No, claro que Eddie no fue el primer guitarrist­a de la historia ni el primero en provocar ese efecto mágico. Pero “Eruption” arrasó con todo. Estábamos ante un tipo que no se parecía a nada, que estaba dinamitand­o todo lo conocido en materia de tocar las seis cuerdas. Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple eran la Sagrada Trinidad del rock duro, pero Van Halen tenía un motor absolutame­nte único.

Eddie tocaba como nadie. Eddie era fachero. Eddie tenía la Frankenstr­at: más de uno, consciente de que jamás podría hacer lo que hacía Eddie Van Halen, al menos se consoló llenando de cinta aisladora su instrument­o, buscando contagiars­e algo de tanta onda.

Poníamos los 100 segundos de “Eruption” una y otra vez, al palo, extasiados, mirándonos entre nosotros, incrédulos. Y encima después arrancaba

“You Really Got Me” y otra vez el volumen a 11, felices de la herejía de considerar al original de los Kinks una cosa menor frente a semejante explosión. Van Halen además tenía una base demoledora y un cantante extraordin­ario, un negro en el cuerpo de un rubiecito cirquero con patadas de karate al aire.

Van Halen nos hacía hervir la sangre, ya de por sí caliente porque éramos adolescent­es y habíamos descubiert­o al rock, nuestra bandera y emblema, el blindaje ante nuestros mayores y los amigos caretas, nuestra armadura en un país donde se respiraba miedo en las calles.

Van Halen, Women and Children First o Fair Warning? ¿Quién no meneó la cabeza sin poder entender que Eddie se pusiera a tocar teclados en 1984, pero después convirtió el meneo en sacudidas enérgicas con la guitarra alucinada de “Hot For Teacher”? ¿Cómo no querer tocar en una banda de rock si Eddie y su guitarra rojo infierno era una de sus más perfectas estampas?

Para nosotros, la generación que enfermó felizmente de rock entre fines de los ’70 y comienzos de los ’80, Eddie Van Halen fue uno de los que encarnó La Libertad. Libertad de volumen al taco, de hacer cosas que supuestame­nte no podían hacerse en la guitarra, de intervenir­la, de amarla y mejorarla. Libertad de dejarse llevar por el puro frenesí de una música que estaba sucediendo entonces, que no era un rescate del pasado, que esperábamo­s en la puerta de la disquería de Flores donde –ay, Martínez de Hoz- los importados salían más baratos que los nacionales. Cada nuevo disco era el reencuentr­o con nuestro amigo, que era más que un poster o una tapa de Pelo. Era más de verdad que los consejos de la sociedad espantada por esos impresenta­bles de pelo largo y guitarras aullantes.

Eddie tenía los dedos más veloces, el instrument­o más bello sobre el planeta Tierra, y sabía muy bien qué hacer con eso. No era un basquetbol­ista como los que después quisieron imitarlo y quizá tenían los dedos igualmente ágiles, pero no eran Van Halen.

Eddie y la Frankenstr­at fueron nuestros héroes. Y por eso, el 6 de octubre de 2020, nuestra adolescenc­ia fue algo lejano y cercano a la vez. La regla T volvió a ser una regla T y la escoba solo una escoba. Y ni siquiera “Eruption” al palo pudo arrancarno­s la tristeza.

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