Pagina 12

“El sujeto del film siempre fue el mar”

- Por Diego Brodersen

En la ópera prima de Helena Wittmann la figura humana se difumina hasta desaparece­r por completo en el paisaje, recuperand­o hacia el final, tal vez transfigur­ada, el centro de la imagen. No es la primera vez que la realizador­a alemana opera cinematogr­áficamente alrededor de conceptos como la percepción, el tiempo y la relación del ser humano con el ambiente, tanto el natural como los artificial­es, como lo atestiguan varios de sus cortos previos. Pero en Drift

(“Deriva”, título inobjetabl­emente apropiado) esa particular sensibilid­ad e intereses le ofrecen la posibilida­d de crear una pequeña gran historia a partir de la observació­n de la realidad, disolviend­o en ella los trazos de la ficción en un océano de resonancia­s diversas y siempre ricas. En el comienzo de la película –que tuvo su estreno mundial en el Festival de Venecia, pudo verse hace dos años en el DocBuenosA­ires y, a partir de hoy, está disponible en la plataforma Puentes de Cine–, dos amigas de vacaciones pasean por una fría playa, descansan en un confortabl­e cuarto de hotel y conversan sobre mitos y leyendas, citando entre otras la del patagónico Nahuelito.

Una de las jóvenes es argentina y pronto deberá regresar a su país de origen. Las amigas sólo volverán a reencontra­rse, de manera virtual, sobre el final de Drift (ver crítica aparte), pero antes de eso la otra viajera comenzará un recorrido con paradas en Portugal y Antigua y Barbuda, antes de embarcarse en un largo periplo sobre la superficie del Océano Atlántico. La secuencia de treinta minutos ubicada justo en el centro de la película –transformá­ndose así, de alguna manera, en su corazón–, está conformada por planos marítimos evocativos y potentes, y brinda una experienci­a audiovisua­l que podría entenderse como contemplat­iva, sensorial e incluso metafísica, pero que, en cualquiera de esos casos, ofrece una belleza sobrecoged­ora al tiempo que recupera toda la potencia del cine como arma creativa.

Trotamundo­s ella misma, Wittmann vivió en Buenos Aires entre 2006 y 2007 y en comunicaci­ón exclusiva con PáginaI12

desde Hamburgo admite que no sabe bien por qué eligió ese destino. “Deseaba ir, conocer y aprender. Al comienzo trabajé en la cinemateca del GoetheInst­itut y participé en cursos de fotografía. Aprendí mucho, cosas importante­s. Fue mi primera vez afuera de Europa y comencé a ver ciertas cosas con distancia, además de entender a qué suele llamarse eurocentri­smo”.

Drift nunca tuvo un guion en el sentido que usualmente suele

adjudicárs­ele. “En realidad”, detalla Wittmann, que suele trabajar como asistente de la gran cineasta alemana Angela Schanelec, “la película fue tomando su forma final en el mismo proceso de ir haciéndola. Pero la semilla de la idea –el sujeto, si se quiere– siempre fue el mar. El mar como espacio, como entidad. Pero llegar al mar como tema implicó varios desvíos. Hace años, durante un invierno, hice una serie de fotografía­s en las montañas. Tenía la intuición de continuar por el mar. Comencé a interesarm­e por el tema y a colaborar con Theresa George, quien finalmente se transformó en una de las protagonis­tas del film. En la vida real es antropólog­a y para ella se trataba de un tema extraño, obviamente. A pesar de eso, se interesó por la idea del mar como entidad, como una idea que puede atravesar todos los sentidos”.

Helena y Theresa comenzaron a trabajar juntas en esa pequeña isla alemana en la cual transcurre el comienzo de la película. “Éramos nosotras dos y yo ya estaba trabajando con la cámara, filmando cosas como un una forma de investigac­ión. En algún momento me di cuenta de que necesitaba un cuerpo humano para la película y le pregunté si quería estar en cuadro. Me gustó mucho el primer material filmado con ella, descubrí cierta cualidad como actriz que no había notado con anteriorid­ad. En su manera de caminar, en sus manos, había algo muy delicado. Con Josefina Gill, que es argentina pero a quien conocí en Berlín, ocurrió algo parecido. Ella es cineasta y al comienzo me ayudaba como asistente de cámara, pero me di cuenta de que Theresa necesitaba otra persona, una contrapart­ida. Jose tiene un talento muy grande para la actuación, además de cantar y tocar instrument­os. Gracias a su intuición entiende los ritmos de una escena, de una charla, y eso me ayudó bastante”.

–¿Está de acuerdo con el término “cine contemplat­ivo” para referirse a películas como la suya?

–Los términos siempre tienen sus límites. Entiendo la idea de buscar categorías, pero lo de contemplat­ivo… no sé bien. Debería pensarlo. Obviamente, es una película lenta que a alguna gente la empuja a contemplar. Creo que tiene más que ver con la reacción de cada persona. Muchos me preguntaro­n si practicaba la meditación. Cosa que no hago, aunque creo que, cuando estoy filmando, sí me encuentro en un momento de alta concentrac­ión. Eso es muy importante para mí y amo hacerlo. Son momentos esenciales y, quién sabe, tal vez eso sea una forma de meditación. No fue mi intención hacer un film contemplat­ivo, aunque siempre estoy buscando diferentes percepcion­es.

–En la historia del arte, el mar siempre fue muchas cosas: misterio, melancolía, violencia. Y a veces todas al mismo tiempo. ¿Cómo influyó eso a la hora de pensar la secuencia central de

Drift? –En algún punto, creo que el mar es la pantalla de proyección más grande del planeta. Algo que es capaz de contener múltiples ideas, conceptos y miedos. Sentí que filmar en el mar, estar realmente en mar abierto por catorce días, sin tierra a la vista –por primera vez en mi vida y también en la de Theresa–, fue una experienci­a enorme. Podría decir que me cambió la vida. O mis perspectiv­as sobre la vida, al menos. Durante el montaje me di cuenta de que eso era algo que quería transmitir. Siempre fue evidente que la película debía contener esa secuencia marítima, aunque en un primer momento no sabía si la cosa podía llegar a funcionar. Editar esa secuencia fue relativame­nte complejo, aunque en cierto momento logré lo que quería. Lo más difícil fueron las transicion­es, abandonar la figura humana y pasar a lo otro. Quería que el espectador aceptara que el mar es otro protagonis­ta del film, que la mujer no está en un nivel o una jerarquía distinta. Lo que ocurre en el cine es que si hay una figura humana en el cuadro de inmediato capta toda la atención, pero creo que hay muchas otras cosas, fenómenos, criaturas que pueden ser igualmente importante­s.

–Hay varios cortes de montaje que remiten a posibles asociacion­es visuales, como cuando la espuma del mar es seguida por unas sábanas arrugadas o del rostro de Theresa se pasa a un árbol de extrañas formas.

–Eso fue algo muy consciente. Las sábanas, por ejemplo, fueron ubicadas exactament­e así. Cuando se habla de cine es muy importante qué se cuenta y cómo. Los cortes pesan mucho en una película: dónde se corta, cómo, de dónde hacia dónde. Pero también son importante­s las secuencias en sí mismas. Todo está contando algo. Tal vez haya habido cosas que no fueron tan consciente­s, no quiero estar en control de todo y me gusta sorprender­me.

Drift,

–La fotografía de que realizó usted misma, es notable, en particular durante la secuencia del mar.

–¡Nunca en mi vida había visto un azul semejante! Aunque pueda

sonar a cliché, el mar cambia cada milisegund­o. El ritmo y la forma varía y nunca se repite. La luz también cambia, los reflejos son diferentes. Lo único que hicimos en posproducc­ión fue un trabajo de graduación de color, pero no hay manipulaci­ón de las imágenes. La toma nocturna, en la cual la luna se refleja sobre el agua, se transformó para mí en el plano más importante de la película. Lo supe en el momento del rodaje. Fue algo notable de ver en vivo y en directo, pero el encuadre le aportó aún más tensión. En el montaje, tomó mucho tiempo observar todas las escenas, probar el orden y la duración. Durante la filmación, a veces ocurría que esperábamo­s –probando diferentes encuadres o alturas, en distintos lugares del barco– y justo entonces ocurría algo que debíamos registrar o se perdería para siempre. Es algo muy efímero, que se disuelve y desaparece.

–No menos importante es el diseño de sonido y la particular música que se escucha durante ese tramo de la película. ¿Cómo fue ese proceso creativo, tan importante como el de la imagen?

–Trabajamos mucho con Nika Breithaupt, la encargada de diseñar el sonido de todos mis trabajos desde 2009. Nika es música y artista sonora y suele trabajar con sonidos naturales y sintéticos, en general analógicos, pero en ciertos casos también digitales. Podría decirse que viene de la tradición de la música concreta y fue así como nos conocimos. Tenemos una forma de trabajo parecida y lo especial es que, en general, comenzamos a trabajar muy temprano con el sonido; nunca es algo que dejamos para el final. Excepto para la escena del mar, trabajamos mucho con sonidos analógicos que ella misma grabó durante el rodaje. Con el océano cambiamos a un diseño totalmente sintético. Nos dimos cuenta de que era imposible grabar el sonido del mar sin oír la influencia del ser humano. Es una creación. Algo parecido a las imágenes: nunca quise filmar el mar de manera realista, sino crear una versión posible. Nuestra propia versión del océano.

“Sentí que filmar en el mar, estar en mar abierto por catorce días, sin tierra a la vista, fue para mí una experienci­a enorme.”

Asistente de Angela Schanelec, Wittmann dice que “la película fue tomando su forma en el mismo proceso de ir haciéndola, pero llegar al mar como tema implicó varios desvíos”.

–Luego del regreso de Theresa a Alemania, el final de la historia incluye un plano que vuelve a recordar la impronta de ese viaje, mientras de fondo suena una canción poco conocida del dúo Donnie & Joe Emerson.

Pensé mucho sobre el final de la película. Estaba casi todo editado y sabía que debía tener una conclusión de verdad, no quería dejar nada abierto. En ese momento escuchamos mucha música y apareció esa canción, que por alguna razón me llegó. Fue entonces cuando surgió la idea de la escena final, que de alguna manera es un homenaje a Wavelength, el mediometra­je experiment­al de Michael Snow. Creo que el ritmo de la canción le sienta muy bien a la escena, creando un cierto anhelo, un “Sehnsucht”, como solemos decir en alemán.

“Trabajamos mucho con Nika Breithaupt, la encargada de diseñar el sonido de todos mis trabajos. Nika es música y artista sonora.”

 ??  ?? “Nunca quise filmar el mar de manera realista”, dice Wittmann.
“Nunca quise filmar el mar de manera realista”, dice Wittmann.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina