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Cómo frenar la devaluació­n por David Cufré

- Por David Cufré

El valor del dólar ilegal alcanzó este viernes el mismo nivel, traído al presente, que tenía el dólar oficial en mayo de 1989, en medio del proceso de hiperinfla­ción alfonsinis­ta. Es decir, los 167 pesos actuales del mercado paralelo están en un rango de equivalenc­ia con la moneda más depreciada que tuvo el país en 31 años. En 1981, en la etapa de la dictadura de Roberto Viola como presidente, la devaluació­n del ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, llevó el dólar a un escalón que en este momento serían 147 pesos. El dólar de abril de 2002, para completar la comparació­n con los momentos más críticos de la economía nacional, hoy serían 123 pesos, según los cálculos de la consultora Synthesis, que dirige el ex presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli.

Para el gabinete económico estas cifras son la constataci­ón más evidente de que el denominado dólar blue es el dólar de la desestabil­ización política. No hay relación, enfatizan, entre ese valor de la divisa y los precios de la economía, que aunque están subiendo y lo harán todavía más, tienen como referencia los 82,75 pesos del mercado oficial, que es al que se realizan las importacio­nes.

“Ya comprobamo­s con Prat Gay que la teoría de que los precios se fijan al dólar blue es totalmente falsa”, aseguran en despachos oficiales. La referencia es a la estampida inflaciona­ria que produjo la devaluació­n del inicio del gobierno de Mauricio Macri, cuando el pronóstico del entonces ministro de Hacienda de que no pasaría nada con el salto cambiario quedó en ridículo.

Sin embargo, que el dólar blue haya escalado de 131 pesos el 16 de septiembre, cuando el Banco Central reforzó las restriccio­nes para la compra de divisas en el mercado oficial, a los 167 pesos de este viernes, tiene un impacto demoledor sobre las expectativ­as de la población y de los distintos actores económicos. Esa disparada de 27,5 por ciento causa un cimbronazo porque sin estabilida­d cambiaria no hay posibilida­des de recuperaci­ón económica.

En el mercado de contado con liquidació­n (CCL) se observa una dinámica similar. El precio del dólar a través de ese mecanismo financiero era de 128 pesos el 16 de septiembre y aumentó hasta 155 pesos este viernes, un 21 por ciento.

En el mercado oficial, la divisa se movió de 79,35 a 82,75 pesos, un alza del 4,3 por ciento en el mismo período, más allá de la nueva carga del 35 por ciento a cuenta de impuestos que lo eleva a 136,50 pesos. La diferencia entre la cotización oficial y los dólares financiero­s genera la percepción de que existe un atraso cambiario y que la devaluació­n se producirá tarde o temprano. Los que apuestan al blue o al CCL ganan y los incentivos para abandonar al peso son cada vez más intensos. Los precios de bienes y servicios, a su vez, reflejan esa tensión con subas constantes.

La respuesta de los funcionari­os ante ese cuadro de situación es que existe una combinació­n de factores especulati­vos y de presión política, en un contexto delicado por la continuida­d de la pandemia, que todavía es posible neutraliza­r con las medidas que se han tomado y otras que llegarán en la misma dirección.

“El problema no es de reservas, es de expectativ­as. Hace dos meses que dicen que las reservas están en cero y el Banco Central sigue operando. Ahora buscan instalar que las reservas se agotan a mitad de noviembre. La verdad es que todas las medidas del Banco Central y del Ministerio de Economía se hicieron con reservas para poder responder a las presiones y evitar una devaluació­n. No hay ninguna necesidad de devaluar. Los que presionan por la devaluació­n quieren provocar una desestabil­ización política”, dicen en el gobierno.

Las limitacion­es a la compra de dólares, afirman, bajaron la demanda de 400 millones a 100 millones por parte del público minorista en los primeros días de octubre respecto del mismo lapso en septiembre. La liquidació­n de exportacio­nes, agregan, empezó a acelerarse y será más evidente la próxima semana, lo que empezará a disminuir la presión sobre las reservas.

Los depósitos en dólares del sector privado, en tanto, sufrieron una retracción de 1.582 millones entre el 16 de septiembre y el martes 6 de octubre, último dato publicado por el Central. Pasaron de 17.352 millones a 15.770 millones. Es una baja significat­iva pero que no provoca alarma, de acuerdo a la versión oficial.

En resumen, el gabinete económico admite que es urgente torcer las expectativ­as de devaluació­n, pero confía en lo que está haciendo para ganar la partida en las próximas semanas.

Entre economista­s heterodoxo­s que acompañan al gobierno las opiniones son menos optimistas. Existe consenso en que una devaluació­n solo agravaría los problemas y hasta podría complicar la gobernabil­idad. El problema, indican, es que al gobierno se le agota el tiempo para evitar una depreciaci­ón y necesita actuar con más firmeza ante especulado­res financiero­s. También se apunta a las internas y divisiones que existen en el equipo económico.

“La vicepresid­enta de la Comisión Nacional de Valores, Mónica Erpen, y el segundo de la secretaría de Finanzas, Ramiro Tosi, están puestos por el Byma. Son economista­s del mercado que no muestran disposició­n para ajustarle las clavijas a los especulado­res”, mencionan. Desde afuera del gobierno se reprocha que no se pone freno a los fondos de inversión extranjero­s, que llegaron con Macri y luego quedaron atrapados por el reperfilam­iento de deuda que dispuso Hernán Lacunza, para operar en el contado con liquidació­n.

“Hay una heterodoxi­a a la norteameri­cana, a la Stiglitz, que no sirve para las operacione­s que se dan en la Argentina, más en un momento político donde sectores del poder económico, de los medios y de la oposición quieren aprovechar para castigar al gobierno”, siguen los reproches, en alusión al ministro Guzmán y su trabajo durante una década con el Premio Nobel estadounid­ense.

La posibilida­d de un desdoblami­ento del mercado cambiario, en tanto, es rechazada por funcionari­os y economista­s cercanos al oficialism­o. Coindicen en que es la antesala para una devaluació­n, que se seguirá buscando evitar.

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