Reducir la brecha
Esta nota parte de la premisa de que es posible, y urgente, arreglar los problemas del sector externo. La situación socioeconómica de la Argentina es sumamente compleja. Se proyecta una caída de 12,1 por ciento para 2020, la mayor en más de 100 años, la tasa de desempleo asciende a 14,1 por ciento, la más elevada desde 2004, y la pobreza ya alcanza a 2 de cada 5 argentinos. Que esta dura realidad no empeore depende en buena medida de lo que pase con el sector externo, cuya más clara expresión es el valor del dólar. Estabilizarlo es fundamental para encarar una recuperación.
La clásica receta de los manuales de texto, y que algunos economistas ya invocan, es una devaluación. Ahora bien, una devaluación que ubique el valor del tipo de cambio al nivel del “dólar libre” no resolvería ningún problema, y amplificaría los existentes. En términos reales, de competitividad, un dólar a 150 sería superior al del año 2002, mientras que el oficial ya se ubica un 16 por ciento por encima del promedio de los últimos diez años. Por otro lado, el camino de la devaluación como mecanismo de ajuste para equilibrar el sector externo, vía caída de importaciones, tampoco parece corresponderse con el momento actual. Las importaciones ya se encuentran en los niveles de la crisis de 2009. Con el menor nivel de importaciones en más de 10 años, sin salidas de turistas, con postergación de pagos de deuda externa y con el dólar ahorro restringido, el contexto se presta para la acumulación de reservas. Sin embargo, el país ha perdido 5000 millones de dólares de reservas netas en lo que va del año.
Desde el Ocepp creemos que la brecha cambiaria se ha constituido en la gran desestabilizadora del sector externo: genera incentivos a gastar más al tipo de cambio oficial (adelantando o subfacturando importaciones, o pagando deudas, entre otros) y a no vender al oficial (posponiendo o subfacturando exportaciones, entre otros). El ejemplo más nítido es que mientras las importaciones cayeron en lo que va del año un 24 por ciento interanual, los pagos de las mismas crecieron 24 por ciento por los pagos anticipados y diferidos. Por eso, mientras haya una brecha cambiaria tan elevada será difícil controlar el dólar. En este sentido, una devaluación que mantenga los controles cambiarios, o un desdoblamiento formal, no resolverían los problemas de fondo porque seguiría habiendo una brecha importante. En tanto, una devaluación con eliminación de controles podría ser la antesala de una crisis aún más dramática porque el dólar no tendría techo.
Las medidas adoptadas recientemente por el gobierno para intentar estabilizar las reservas y evitar una devaluación fueron de dos tipos. Las tomadas a mediados de septiembre apuntaron a contener la demanda de divisas: restringiendo más el acceso al dólar ahorro y al pago de deuda. Como efecto colateral aumentó el pánico, en un país golpeado por los vaivenes del dólar, se incrementaron los retiros de depósitos, la brecha cambiaria y se aceleró la caída de reservas. Posteriormente se adoptó un enfoque distinto, que buscó estimular la oferta de dólares y desdolarizar pasivos. Para ello se dieron incentivos a la liquidación de exportaciones, se incrementaron (algunas) tasas de interés y se diseñó un nuevo instrumento de ahorro en pesos atado al dólar oficial. Por ahora, la respuesta en términos de reservas luce más favorable, pero la dinámica de la brecha cambiaria luce más preocupante.
Para desalentar la demanda de divisas, creemos que se debe profundizar en este último camino: seguir fortaleciendo el mercado de bonos en pesos con nuevos instrumentos, mejores rendimientos y la intervención del Banco Central para estabilizar las tasas, de modo de absorber la liquidez de la economía y financiar al tesoro. Por el lado de la oferta, será necesario avanzar en acuerdos sectoriales con los actores del comercio exterior. En el contexto actual no es tan claro quién se beneficiaría de una nueva devaluación. Por caso, el sector agrario tiene sus costos altamente dolarizados por lo que se pueden pensar otro tipo de incentivos a fines de que contribuyan a calmar el mercado de cambios. Son pocos los sectores que se beneficiarían de una devaluación e inflación descontrolada como la que podría suceder si se inicia una nueva escalada devaluatoria.
Con este esquema en funcionamiento, sería necesario avanzar en intervenciones en el mercado oficial y en el paralelo a fines de acortar la brecha y tender a eliminar la principal enemiga de la acumulación de reservas. El país hoy tiene capacidad de generar los dólares que necesita, pero eso no se traduce en reservas por causa de la brecha. Por eso, reducirla debería ser la base de la política económica.