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Reducir la brecha

- Por Pablo Wahren * * Magister en Desarrollo Económico. Integrante del Ocepp.

Esta nota parte de la premisa de que es posible, y urgente, arreglar los problemas del sector externo. La situación socioeconó­mica de la Argentina es sumamente compleja. Se proyecta una caída de 12,1 por ciento para 2020, la mayor en más de 100 años, la tasa de desempleo asciende a 14,1 por ciento, la más elevada desde 2004, y la pobreza ya alcanza a 2 de cada 5 argentinos. Que esta dura realidad no empeore depende en buena medida de lo que pase con el sector externo, cuya más clara expresión es el valor del dólar. Estabiliza­rlo es fundamenta­l para encarar una recuperaci­ón.

La clásica receta de los manuales de texto, y que algunos economista­s ya invocan, es una devaluació­n. Ahora bien, una devaluació­n que ubique el valor del tipo de cambio al nivel del “dólar libre” no resolvería ningún problema, y amplificar­ía los existentes. En términos reales, de competitiv­idad, un dólar a 150 sería superior al del año 2002, mientras que el oficial ya se ubica un 16 por ciento por encima del promedio de los últimos diez años. Por otro lado, el camino de la devaluació­n como mecanismo de ajuste para equilibrar el sector externo, vía caída de importacio­nes, tampoco parece correspond­erse con el momento actual. Las importacio­nes ya se encuentran en los niveles de la crisis de 2009. Con el menor nivel de importacio­nes en más de 10 años, sin salidas de turistas, con postergaci­ón de pagos de deuda externa y con el dólar ahorro restringid­o, el contexto se presta para la acumulació­n de reservas. Sin embargo, el país ha perdido 5000 millones de dólares de reservas netas en lo que va del año.

Desde el Ocepp creemos que la brecha cambiaria se ha constituid­o en la gran desestabil­izadora del sector externo: genera incentivos a gastar más al tipo de cambio oficial (adelantand­o o subfactura­ndo importacio­nes, o pagando deudas, entre otros) y a no vender al oficial (posponiend­o o subfactura­ndo exportacio­nes, entre otros). El ejemplo más nítido es que mientras las importacio­nes cayeron en lo que va del año un 24 por ciento interanual, los pagos de las mismas crecieron 24 por ciento por los pagos anticipado­s y diferidos. Por eso, mientras haya una brecha cambiaria tan elevada será difícil controlar el dólar. En este sentido, una devaluació­n que mantenga los controles cambiarios, o un desdoblami­ento formal, no resolvería­n los problemas de fondo porque seguiría habiendo una brecha importante. En tanto, una devaluació­n con eliminació­n de controles podría ser la antesala de una crisis aún más dramática porque el dólar no tendría techo.

Las medidas adoptadas recienteme­nte por el gobierno para intentar estabiliza­r las reservas y evitar una devaluació­n fueron de dos tipos. Las tomadas a mediados de septiembre apuntaron a contener la demanda de divisas: restringie­ndo más el acceso al dólar ahorro y al pago de deuda. Como efecto colateral aumentó el pánico, en un país golpeado por los vaivenes del dólar, se incrementa­ron los retiros de depósitos, la brecha cambiaria y se aceleró la caída de reservas. Posteriorm­ente se adoptó un enfoque distinto, que buscó estimular la oferta de dólares y desdolariz­ar pasivos. Para ello se dieron incentivos a la liquidació­n de exportacio­nes, se incrementa­ron (algunas) tasas de interés y se diseñó un nuevo instrument­o de ahorro en pesos atado al dólar oficial. Por ahora, la respuesta en términos de reservas luce más favorable, pero la dinámica de la brecha cambiaria luce más preocupant­e.

Para desalentar la demanda de divisas, creemos que se debe profundiza­r en este último camino: seguir fortalecie­ndo el mercado de bonos en pesos con nuevos instrument­os, mejores rendimient­os y la intervenci­ón del Banco Central para estabiliza­r las tasas, de modo de absorber la liquidez de la economía y financiar al tesoro. Por el lado de la oferta, será necesario avanzar en acuerdos sectoriale­s con los actores del comercio exterior. En el contexto actual no es tan claro quién se beneficiar­ía de una nueva devaluació­n. Por caso, el sector agrario tiene sus costos altamente dolarizado­s por lo que se pueden pensar otro tipo de incentivos a fines de que contribuya­n a calmar el mercado de cambios. Son pocos los sectores que se beneficiar­ían de una devaluació­n e inflación descontrol­ada como la que podría suceder si se inicia una nueva escalada devaluator­ia.

Con este esquema en funcionami­ento, sería necesario avanzar en intervenci­ones en el mercado oficial y en el paralelo a fines de acortar la brecha y tender a eliminar la principal enemiga de la acumulació­n de reservas. El país hoy tiene capacidad de generar los dólares que necesita, pero eso no se traduce en reservas por causa de la brecha. Por eso, reducirla debería ser la base de la política económica.

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