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Justicia patriarcal

- Por Flor de la V

La comunidad travesti trans de Argentina se prepara para dar una nueva batalla en defensa del fallo histórico que reconoció que el asesinato de la líder travesti Diana Sacayán fue un travestici­dio. El fallo Sacayán, dictado por el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccion­al Nº 4 de la Capital Federal el 18 de junio de 2018, es importante porque funda un antecedent­e jurisprude­ncial para proteger la vida y la integridad de personas travestis trans. Sin embargo, el pasado viernes 2 de octubre ha sido cuestionad­o por un insultante fallo dictado por la Cámara Nacional de Apelacione­s en lo Criminal (Sala 1). Este nuevo dictamen de la Sala 1 de Casación confirmó la condena a prisión perpetua de Gabriel David Marino, pero entendió el crimen de Diana no como travestici­dio, sino como “homicidio calificado por haber mediado violencia de género”.

Me considero afortunada por no haber caído en manos de la Justicia en una causa de violencia física contra mi identidad, algo que es mucho más común de lo que creen. Sin embargo, no estoy exenta de las penurias que la justicia nos ofrece habitualme­nte a personas travestis, y me he sentido muy desamparad­a cuando dieron lugar sin ninguna posibilida­d de atenuación a un reclamo que alguien hizo una vez por el uso del nombre que yo había elegido para afirmarme como mujer. Para los que no me conocen, cuando debuté en las tablas no me llamaba Florencia de la V. Eso vino mucho después; y de eso quiero hablar.

Para nosotras el nombre es muy importante: imagínense que tenemos que cargar con uno que no nos representa (que no nos guste sería lo de menos). El bautismo o la búsqueda del nombre es algo especial, algunas lo saben desde chicas, otras lo rastreamos en esos recuerdos sagrados de la infancia o de nuestras mujeres favoritas. La inspiració­n puede venir de lugares insólitos: vecinas, amigas, primas, heroínas de novelas, películas, cantantes, personajes mitológico­s, etc. Para mí fue todo un recorrido, nada fácil, debo decir. Pasé por varios nombres antes de llegar al mío. Es muy difícil de explicar por qué, no sé si yo lo elegí o él a mí, no lo sé, pero cuando me bautizaron Florencia fue como si lo hubiera tenido toda la vida.

Esta ceremonia siempre se hace con otras locas y los nombres vienen con apellidos dignos de novelas mexicanas. Una amiga decía: “Si lo hacemos, que sea a lo grande”. A mí me bautizaron Florencia De La Vega. Esa noche comenzó a escribirse mi historia: solo era una travesti en busca de su destino, pero con nombre propio. El día que lo vi en una marquesina de la calle Corrientes por primera vez sentí una emoción que podía tocar las nubes con mis manos.

La alegría me duró poco, jamás imaginé que ese nombre que había elegido con amigues en un monoambien­te de la calle Corrientes me traería tantos problemas y dolor. Un día cuando llegué al teatro Tabaris, tenía una carta documento de una tal Florencia De La Vega, que me iniciaba acciones legales por “usar su nombre”. Pensé que era una broma, no podía ser cierto, hasta ese momento nunca había tenido contacto con un abogado. El argumento de esta mujer era: “un travesti no puede llamarse como yo”. Asociarla con un travesti, además de ser algo negativo, era motivo de burla. Me pregunto: si cualquier otra actriz mujer no trans ni travesti hubiera decidido utilizar Flor de la Vega como nombre artístico: ¿esta persona se habría tomado todo ese trabajo de iniciarle acciones legales? ¿Se hubiera sentido igualmente ultrajada en su identidad? ¿Acaso era tan difícil comprender que Flor de la Vega no solo era un pseudónimo, sino que también era la manera de ponerle nombre a mi identidad como mujer?

Ella envió cartas documentos a todos los medios, y en los programas no querían nombrarme para no tener problemas. ¡Qué iba a hacer! Les juro que pensé que era el final de mi incipiente carrera. Esto sucedió al poco tiempo de debutar en los medios: en rigor, todavía no tenía carrera, ni tenía nada. Hasta ese momento, mi corta trayectori­a era el único medio con que contaba para sobrevivir y mi nombre, el único capital (artístico, sí, pero también identitari­o). Me lo estaban arrebatand­o como si la vida se empeñara en decirme que no tenía derecho a ser feliz. Lloré mucho, sentí angustia, tristeza y mucha impotencia.

¿Cómo me iba a llamar? Con el tiempo, cuando me invitaban a un programa, al presentarm­e cortaban el apellido y me decían Florencia de La V para no tener problemas. Y casi sin querer se convirtió en mi nombre. El juicio, de todos modos, siguió su curso y fue muy largo, y como se deben imaginar, la justicia falló a su favor, a pesar del corto tiempo que lo usé.

Hoy, a la distancia con las cosas que nos siguen sucediendo, es triste notar que parte de la justicia argentina discrimina y no tiene perspectiv­a de género y mucho menos vela por los derechos de todas las personas. Nuestra justicia sigue siendo patriarcal. Florencia Guimaraes, militante travesti e integrante de Furia Trava, definía hace unos días a la jueza del último fallo como negacionis­ta: decidir sobre el cuerpo de Diana es negar la victoria que había conseguido el colectivo de travestis trans. Quitarle validez a lo que ya había sido sentenciad­o es no permitir que se siente jurisprude­ncia sobre algo que sigue existiendo: el rechazo, el odio y la violencia hacia todo lo que no sea heteronorm­ativo.

La forma travestici­dio es un termino acuñado en las calles para visibiliza­r que ese tipo de crímenes se cometen por rechazo a nuestras identidade­s y deja en claro toda la carga que hay sobre nuestra identidad travesti-trans . El de Diana fue un crimen de transodio: a ella la mataron por odio, mutilando el cuerpo que ella había transforma­do para identifica­rse como travesti y esta es una conducta ligada directamen­te al patriarcad­o que ya no puede negarse más.

El juicio de Diana había sentado precedente­s a nivel internacio­nal, hasta había sido premiado por la Comisión Internacio­nal de Derechos Humanos por tratarse de la primera mención en la justicia de un crimen de odio.

Ahora parece que hemos retrocedid­o en materia de derechos humanos y que nuestros reclamos no han sido tenidos en cuenta: seguimos siendo invisibles para la justicia y para la sociedad.

#Fuetravest­icidio.

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