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LeBron ya puede sentarse a la mesa de Jordan

El debate que se instala con el cuarto título de James en la NBA

- Por Julián Mozo NBA

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Asegurar quién es el mejor de la historia es imposible. O casi. Porque hay que comparar distintas épocas y contextos pero, sobre todo, porque depende de subjetivid­ades y gustos personales. Uno pensará una cosa, el otro una distinta. Y es posible que el siguiente crea una diferente. Pero lo que sí se puede intentar, con respeto, es sumar elementos para enriquecer el debate, que siempre es interesant­e y válido, sobre todo si se toma como un juego y no como una verdad revelada.

Entonces, dicho esto, lo primero que se puede decir es algo casi lógico: lo logrado el domingo por LeBron James engrandece su legado y le permite sumar argumentos a su búsqueda de ser el mejor de la historia, como él mismo ha admitido en más de una oportunida­d. Haber ganado un cuarto título en 17 años lo pone en la elite, no tanto por la cantidad –aún no está en el Top 25 con más anillos– sino por la forma en que los ha conseguido. Con tres equipos distintos, dos seguidos con Miami Heat –2012 y 2013– para sacarse una mochila de encima y el siguiente con los Cavaliers, en

Una suma de argumentos para analizar si el flamante campeón ya superó a Abdul-Jabbar y Magic Johnson y así empezar a discutir de igual a igual con Su Majestad.

2016, con todos los condimento­s de una película de Hollywood, por el cómo, con qué equipo y contra qué rival.

En su tierra natal, cumpliendo su promesa y terminando con un karma –Cleveland llevaba 52 años sin campeonato­s en el deporte profesiona­l– , teniendo enfrente al equipo –Golden State– que estaba construyen­do una nueva era –en el juego y los resultados– y luego de estar casi nocaut en la serie. Aquellos Cavs de LeBron ganaron aquella final de una forma épica: nunca antes un equipo había remontado un 1-3 y desde 1978 que ninguno ganaba un anillo imponiéndo­se en un Juego 7 de visitante. La de LeBron fue una de las actuacione­s más impactante­s y heroicas de la historia, siendo el único jugador de siempre en ser el líder de un equipo en cinco rubros estadístic­os. El Rey hizo todo y más, con aquella tapa a Iguodala corriéndol­o de atrás para ponerle el moño a su nuevo MVP. Esa conquista lo puso a otro nivel, por todo el romanticis­mo que la rodeó y por la manera de ganarle a un rival que muchos creyeron invencible, que venía de lograr el récord de triunfos en fase regular (73-9).

Este nuevo logro de LeBron también trae un halo de romanticis­mo que no puede soslayarse. Logró devolver la gloria nada menos que a los Lakers, que no era campeones desde hacía diez años y, justamente, en aquel 2010, lo habían sido con Kobe, el héroe y leyenda trágicamen­te fallecida en enero pasado. La relación entrañable entre ambos y la promesa de ganar por su memoria, hacen aún más emotivo y especial esta nueva consagraci­ón. Hay que sumar que nunca es fácil cargar con la presión de ganar con un equipo tan grande como LAL –con este campeonato iguala al más ganador, los Celtics, con 17– y menos si todos los ojos están posados en vos. James llegó hace dos años y la primera temporada fue dura (récord de 37-45, sin playoffs), pero hizo todos los deberes: “reclutó” jugadores, ayudó a armar un equipo muy completo y, sobre todo, sostuvo su extraordin­ario nivel a los 35 años y en su 17° temporada. Lo que ha convertido en majestuoso lo alcanzado esta campaña tiene mucho que ver con el impactante nivel físico y técnico que ha mostrado, teniendo en cuenta su edad y las millas encima que tiene su cuerpo (casi 60.000 minutos en su carrera).

LeBron ha anotado como siempre (25.3 puntos, con 49% de campo y 35% triples) y haciendo cada pequeña cosa para ganar (7.8 rebotes y 1.2 robo), sobre todo impactando siendo el líder de asistencia­s de la temporada con 10.2, su número más alto de su carrera. Y en especial por cómo subió su nivel en la burbuja de Orlando (27.6 tantos, 10.2 recobres y 8.7 pases gol), lo que no todos han sido capaces de hacer. Lo más deslumbran­te, igual, ha sido cómo ha dominado el juego, incluso viendo el fracaso de otras superestre­llas que parecían haberle robado su corona (Kawhi Leonard y Giannis Antetokoum­pko, por caso). James ha demostrado, en su madurez absoluta, saber qué hacer en cada situación, si desequilib­rar él o potenciar a sus compañeros, cubriendo deficienci­as del equipo y surgiendo con jugadas claves en los momentos de mayor presión de los partidos.

Entre los grandes

Algunos, dijeron, que el campeón de esta temporada tendría un asterisco, por cómo se terminó, con menos partidos, sin público ni localías, pero no es el caso de LeBron. Este nuevo título, al revés, lo eleva un poco más. James ya puede discutir, de igual a igual, con Jordan, incluso superando a otros mitos como Kareem AdbulJabba­r y Magic Johnson en un Top 5 que podría completars­e con Wilt Chamberlai­n o Bill Russell, incluso con chances de que Tim Duncan, Larry Bird, Shaq O’Neal y Kobe Bryant pudieran colarse en ese selecto grupo.

El original Lew Alcindor, luego convertido al Islam y renombrado como KAJ, puede estar tranquilam­ente en el Top 3 luego de gobernar la NBA en distintas décadas. Además de ser el líder histórico en puntos y el jugador con más MVP, lo impactante es cómo dominó (cinco MVP en ocho años) y lo decisivo que resultó en diferentes momentos, algo que quede reflejado en la diferencia de 14 años entre MVPs (1971 y 1985). Quien es, para la mayoría, el mejor jugador de la historia de los secundario­s (tres títulos) y de la NCAA (tres anillos y tres MVP entre 1967 y 1969), este pivote versátil de 2m18, creador del mítico Gancho Cielo, fue campeón con los Bucks en 1971 y perdió la final de 1974.

Entre 1970 y 1972 fue MVP y goleador de la competenci­a. En 1975 se fue a los Lakers y en su primera temporada repitió el MVP tras promediar 27.7 puntos y 17 rebotes. Cuando llegó Magic Johnson, en 1979, formaron una dupla muy poderosa, llegando a siete finales en ocho años y ganando cinco títulos en una década plagada de grandes equipos y marcada por aquella rivalidad con los Celtics. Se retiró en 1989, a los 42 años –símbolo de vigencia–, con seis anillos, 6

MVP, 19 All Star, 10 finales disputadas –ocho con Lakers– , 15 elecciones al quinteto ideal y 11 en el mejor equipo defensivo. Un jugador dominante, que cambió reglas y que se mantuvo en la elite durante 20 años.

Magic Johnson pelea de igual a igual con el que sea. Por sus cinco anillos, claro. Por los tres MVP de fase regular y otros tres en finales, también. Pero también por haber marcado una era, revolucion­ando el juego con su estilo rupturista y virtuoso, siendo un base de 2m06 que desplegaba show cada noche.

LeBron se ha convertido el rey de los playoffs, siendo el líder histórico en puntos, robos, canastas anotadas y triunfos conseguido­s.

Jordan tuvo más armas ofensivas y fue dueño de una elegancia y plasticida­d superiores. Impactó en el aire y también dominó en la tierra.

De hecho, de sus manos nació el mítico Showtime de los Lakers en los años 80. Muy veloz y versátil para su altura, supertalen­toso, creativo y carismátic­o, sacó a la NBA de una crisis que podía ser terminal, con ayuda de Larry Bird y la rivalidad con Boston. El mejor base de la historia que pudo ser aún más grande si, meses después de llegar a una nueva final, no hubiese tenido que retirarse por ser portador del virus HIV.

LeBron, con este nuevo título, puede superar a ambos. No tanto por los números, porque tiene menos anillos que ambos y ha perdido más finales (6), su única mancha, pero el dominio que ha ejercido en

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AFP Kareem Abdul Jabbar, otro serio aspirante al trono en la NBA.
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AFP Magic Johnson, talento y efectivida­d en dosis iguales.

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