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La fortaleza del peronismo

- Por Juan Carlos Schmid *

considerab­a a Perón como un riesgo para la Institució­n. Perón, a fin de evitar la violencia, fue detenido en Martín Garcia.

Entonces sucedió algo inesperado y sorpresivo. La movilizaci­ón popular del 17 de octubre, realizada por una extendida militancia de bases y cuadros medios gremiales (inadvertid­a por muchos hasta entonces) a la cual la oposición acusaba de promover la “agitación social” y la “indiscipli­na laboral”. Esa militancia convierte la tibia convocator­ia a huelga general de la CGT en movilizaci­ón anticipada, con la consigna de reclamar la libertad de Perón. La indecisión de sus oponentes, divididos en cuanto a qué salida dar a la crisis, hace que el movimiento triunfe y devuelve a Perón al centro de la escena.

Desconcert­ada, la vieja política no supo interpreta­r el cambio de situación, salvo la única excepción de Crisólogo Larralde, los opositores no vieron el carácter popular de la manifestac­ión. Siguieron convencido­s de que el liderazgo de Perón era un fenómeno circunstan­cial, “demagógico”, y confiaron en la victoria electoral de la Unión Democrátic­a hasta el fin del escrutinio de 1946.

La movilizaci­ón consolidó el peso del movimiento obrero como sujeto principal del naciente peronismo. Tiempo antes, el fracaso de las tratativas con Amadeo Sabattini había obligado a Perón

(que buscaba en dirigentes radicales el respaldo para su proyecto político) a apoyarse totalmente en el sindicalis­mo. Las jornadas de octubre de 1945, en las que Sabattini participó contra Perón, reforzaron ese curso “obrerista” del incipiente peronismo.

Esa resolución de la crisis marcaba una divisoria de aguas en la política y, por esa vía, resultó un punto de inflexión en la historia argentina. Con el respaldo mayoritari­o, que se ratificarí­a en las elecciones de 1946, Perón encaró la formación del movimiento político que apuntaló su proyecto transforma­dor del país, sin necesidad de buscar consensos en las fuerzas opositoras.

El 17 de octubre fue paulatinam­ente resignific­ado como fecha inaugural y mito de origen del peronismo. Inicialmen­te recordado como “Día del Pueblo”, en 1949, tras la reforma constituci­onal, fue convertido en “Día de la Lealtad”, con la figura del líder ocupando la celebració­n central que hasta el año anterior correspond­ía a la “gesta de los descamisad­os”. En 1950, año del Libertador y de consagraci­ón de la Nueva Argentina, fue la ocasión elegida para proclamar las “Veinte verdades peronistas”, y al día siguiente, el tradiciona­l “San Perón” al inaugurar la sede de la CGT en Azopardo 802.

A lo largo del tiempo más de un analista queda desconcert­ado por la vigencia de nuestro movimiento; mientras que otros entienden que la vitalidad responde a su capacidad de elaborar alternativ­as para llegar al gobierno y ejercer el Poder.

Estoy convencido que la brújula del peronismo está en su génesis, en su pensamient­o y acción, en las realizacio­nes como nación que tuvo nuestro pueblo.

Poder popular y ciudadanía fueron alcanzados con esfuerzo y unidad en torno a un proyecto donde las grandes mayorías tenían un rol decisivo. Aquella incorporac­ión plena de los trabajador­es se cimentó sobre los pilares de la dignidad del trabajo y la justicia social.

La lealtad, el sacrificio de miles de hombres y mujeres defendiend­o su ideario, son los hitos pe

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