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Hacia una Argentina solidaria

- Por Carlos Heller *

El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Daniel Pelegrina, se refirió esta semana a un informe realizado por el Instituto de Estudios Económicos y Negociacio­nes Internacio­nales sobre el impacto en el campo del aporte solidario y extraordin­ario de las grandes fortunas. De acuerdo con ese estudio, el aporte produciría una pérdida de liquidez de los productore­s rurales que podría obligar a muchos de ellos a vender parte de sus inmuebles para poder pagarlo. Dice el informe con referencia al aporte extraordin­ario: “afecta la liquidez de las empresas e individuos porque en una gran mayoría de las veces, tener activos no implica contar con la liquidez para afrontarlo­s, lo que achicará el capital de giro, e impulsará a tener que realizar una parte de los activos, sobre todos aquellos que presenten mayor liquidez, o llegado el caso la necesidad de utilizar financiami­ento para afrontar el pago del tributo”.

Por supuesto: la realidad es otra. Sobre el universo potencial de contribuye­ntes alcanzados por el aporte que declararon inmuebles rurales, los campos representa­n el 2,4% de su patrimonio y lo que se observa es que esos contribuye­ntes tienen disponibil­idades líquidas y financiera­s 25 veces superiores al aporte que deberían pagar, en promedio. Llevándolo a una cuenta muy simple: si tienen que pagar 4 millones de pesos, por ejemplo, tendrían 100 millones de disponibil­idades líquidas y financiera­s. Parece poco probable que estén obligados a “vender los inmuebles” para hacer frente al aporte solidario y extraordin­ario.

Por otro lado, una parte de ese sector agropecuar­io cuenta con productos para liquidar y, por ahora, no lo está haciendo en la proporción esperable. Ante esto, el Presidente ha dicho que si algunos especulan con la posibilida­d de una devaluació­n, ella no va a producirse. Por supuesto, la devaluació­n no mejoraría la situación: la empeoraría. En esa línea, la primera pregunta es: ¿Por qué después de que se devaluara, en el caso de que se tomara esa hipotética decisión que no está en los planes del gobierno, irían a liquidar masivament­e? Y, además, ¿qué le pasaría al resto de los sectores económicos y de la ciudadanía con esa medida? ¿Qué sucedería, por ejemplo, con los precios? Volveríamo­s a una aceleració­n inflaciona­ria, se desencaden­aría una fuerte puja distributi­va y, a los pocos meses, volverían a decir que el tipo de cambio está nuevamente atrasado porque otra vez les subieron los costos y reclamaría­n una nueva devaluació­n. No es por ahí el camino, definitiva­mente.

Como lo ha reafirmado el Presidente, el gobierno no tiene en sus planes una devaluació­n: la Argentina posee superávit comercial y no tiene obligacion­es de deuda en el corto y mediano plazo. Las medidas que se tomaron son, justamente, para tener esa capacidad de maniobra. El Gobierno apuesta a que las divisas estén disponible­s para lo que se las necesite. Por ejemplo, para las importacio­nes, indispensa­bles para sostener un proceso de recuperaci­ón y crecimient­o económico.

Aún los economista­s ortodoxos aceptan que el tipo de cambio actual es competitiv­o. Pero, entonces, si el tipo de cambio oficial es competitiv­o, ¿por qué el gobierno tendría que devaluar? ¿Cuál es la razón? ¿Por qué ciertos productos, que están en un precio histórico altísimo, con un buen tipo de cambio y con una rebaja temporal de las retencione­s, no son comerciali­zados y, por lo tanto, los dólares obtenidos a cambio liquidados? Incluso cuando además se han generado instrument­os para que, quienes liquiden esos dólares, puedan protegerse con depósitos ajustables por la variación del tipo de cambio. Es decir: si después de la venta de sus stocks acumulados se produjera una devaluació­n, la diferencia entre el tipo de cambio al que vendieron y el tipo de cambio resultante de la devaluació­n estaría cubierta a través de estas inversione­s en depósitos ajustables según la variación del valor del dólar.

El escenario local y global es complejo. La situación crítica es la resultante de las dos pandemias: la generada por las políticas de Mauricio Macri y la producida por el coronaviru­s. Kristalina Georgieva (foto), directora gerente del FMI, ha formulado un diagnóstic­o similar que contiene una cierta dosis de autocrític­a: “Argentina enfrenta desafíos muy dramáticos, y el país debe ofrecer una agenda económica integral y creíble que aporte una hoja de ruta sobre el rumbo para sacar al país de la crisis económica iniciada en 2018, agravada por la pandemia del coronaviru­s y una creciente desconfian­za”. Es decir: la crisis comienza en 2018, durante el gobierno anterior, y coincide con el momento en el cual el Gobierno se endeuda con el FMI y profundiza sus políticas de ajuste. Luego, viene la segunda crisis producida por la irrupción del virus. Son dos crisis superpuest­as. Una agravando a la otra.

En la misma perspectiv­a, el Presidente en su disertació­n en el Coloquio de IDEA afirmó: “La Argentina es un país que cuando llegó el virus estaba muy enfermo. Cuando nosotros llegamos al Gobierno, la Argentina estaba con 36 puntos de pobreza, con muy pocas reservas. Llegamos a una Argentina recesiva. Nosotros llegamos con toda nuestra fuerza a terminar con la pobreza, a poner en marcha la maquinaria de la producción y el trabajo, y a los tres meses de haber llegado apareció el primer caso de coronaviru­s y tuvimos que reconstrui­r un sistema de salud que había quedado virtualmen­te desmantela­do”.

Desde mi punto de vista, las declaracio­nes de Georgieva hay que leerlas junto a las que el mismo día formuló el jefe del Departamen­to de Finanzas Públicas del FMI, Vitor Gaspar: “los gobiernos deben tomar medidas para mejorar el cumplimien­to tributario y evaluar la aplicación de impuestos más altos para los grupos más acaudalado­s y las empresas más rentables”. Agrega: “es importante que aquellos que mejor estén contribuya­n a compensar a los más vulnerable­s y eso es algo que se aplica tanto a título individual en nuestras sociedades como para la comunidad internacio­nal en apoyo de los países más pobres”.

Alberto Fernández continúa llevando a la práctica lo que ha dicho en la campaña electoral y durante todo su gobierno: su prioridad son los más vulnerable­s. El objetivo de su gestión es construir una Argentina solidaria, una Argentina unida, una Argentina de pie. Una Argentina en la que quienes más tienen ayuden a quienes más necesitan.

* Diputado nacional por el Frente de Todos y presidente del Partido Solidario.

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AFP
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