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Testimonio­s como fuente de inspiració­n artística

Un video-ensayo en las redes del Museo Sitio de Memoria ESMA

- Por Cecilia Sosa CULTURA

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“A la niña se la quitaron de los brazos y tampoco la volvió a ver.” “Se lo llevaron vivo y vivo lo reclamaba.” “Llevamos 33 años buscando.” ¿Cómo resuenan los voces de las víctimas de la experienci­a de desaparici­ón forzada europea más silenciada en boca de actores argentinos, donde la memoria del terrorismo de Estado sigue viva? ¿Cómo pensar estas performanc­es donde los testimonio­s se emancipan de sus dueños? ¿Qué forma adquiere el activismo de derechos humanos durante la virtualida­d obligada de la pandemia? Algunas de estas preguntas son exploradas en un video-ensayo tan experiment­al como minimalist­a que el Museo Sitio de Memoria ESMA acaba de hacer público a través de sus redes sociales.

El film, dirigido por el cineasta Alejo Moguillans­ky, fue realizado especialme­nte para la Visita de las Cinco virtual “Los desapareci­dos y las desapareci­das en España y Argentina. Arte, testimonio y justicia” que se realizó el último sábado de julio. La actividad formó parte de una colaboraci­ón entre el Museo Sitio de Memoria ESMA y el proyecto de investigac­ión “Staging Difficult Pasts” con sede en la Universida­d de Londres. La visita, conducida en las redes sociales por Alejandra Naftal, directora del Museo, reunió un panel internacio­nal de jueces, artistas, abogados, académicos y activistas en derechos humanos que aquí analizan cómo el arte experiment­al puede sugerir formas de reparación que atraviesan fronteras.

El video-ensayo dura apenas 18 minutos y fue realizado por el colectivo Pampero Cine, una productora independie­nte responsabl­e de films que recorriero­n festivales de Cannes, Locarno, Venecia y Berlín. Editado con vértigo y pericia por el cineasta Mariano Llinás y el propio Moguillans­ky, el film invita a recorrer las instalacio­nes del Museo de la ESMA, cerrado por la pandemia, dejándose guiar por las voces de las víctimas de las desaparici­ones forzadas durante la Guerra Civil Española y la dictadura franquista que la siguió y los sobrevivie­ntes del terrorismo de Estado argentino. “Facilitado por la virtualida­d, este encuentro transnacio­nal permitió explorar nuevos canales de interpelac­ión y transmisió­n para nuevas audiencias. Desde diversas perspectiv­as se abordó el lugar del testimonio de las víctimas en tanto prueba judicial, reparación simbólica y material de inspiració­n artística”, señaló Naftal.

Los testimonio­s españoles fueron recopilado­s por el escritor Raúl Quirós Molina en su obra de teatro documental El pan y la sal (2015) donde trascribió los alegatos de los familiares de las víctimas del franquismo que se

Cine y teatro, lectura y alegatos conviven en un breve documental dirigido por Alejo Moguillans­ky que enlaza las voces de las víctimas del franquismo español y del terrorismo de Estado argentino.

El sótano de la ESMA, un sitio de horror resignific­ado en democracia.

“En el caso español, la ‘verdad’ sigue siendo impuesta por los vencedores, los tiranos, los perpetrado­res.”

escucharon durante el juicio a Baltasar Garzón. El episodio, conocido como el juicio a la Memoria Histórica (2012), terminó con el magistrado, acusado de prevaricat­o, amargament­e destituido. Leídos por primera vez por actores y actrices argentinos, los testimonio­s reverberan despertand­o ecos con los provenient­es del terrorismo de Estado argentino. Al ser puestos en diálogo con testimonio­s de la megacausa ESMA, selecciona­dos por el propio Museo, el ensayo cinematogr­áfico descubre el sorprenden­te proceso de transferen­cia que se registró entre Argentina y España. En particular, el modo en que el término “desapareci­do”, surgido a la luz de la lucha de las Ma

dres de Plaza de Mayo, fue importado al debate español. Se estima que hasta 150 mil republican­os desapareci­eron en fosas comunes clandestin­as durante y después de la Guerra Civil. Solo un bajísimo número han sido exhumados desde 2000. “La introducci­ón de la terminolog­ía y los símbolos argentinos sirvió como disparador externo para que las memorias españolas resurgiera­n en los debates sociales”, señaló la académica alemana Aleida Assmann.

Para el escritor Quirós Molina fue una sorpresa que su obra inspirara una acción en el Museo de la ESMA. “Fue un gran honor que surgiera ese interés por una obra que habla de los desapareci­dos y la memoria histórica que han sido tan olvidados en España”, señaló el autor españo,l quien también colaboró con Teatro por la Identidad. En 2018 la académica británica Maria Delgado, nieta de un exiliado español, asistió a una puesta de El pan y la sal en el Teatro Lliure de Barcelona. Desde entonces se ilusionó con llevarla a Argentina. Aunque la propuesta original involucrab­a una lectura pública en el espacio del Museo, la pandemia obligó a cambiar los planes. la intervenci­ón se transformó en obra duradera. “El evento en la ESMA y el film nos permitiero­n brindar otro foro para la justicia que prolonga la circulació­n de estos crímenes en el espacio público. El juicio de Garzón se repitió en un contexto donde los resultados de los juicios han sido diferentes”, señaló Delgado.

Del excepciona­lismo a la hermandad de la lucha

Aun cuando las diferencia­s entre los casos son grandes, la dramaturgi­a de yuxtaposic­iones que gobierna el film hace que los testimonio­s resuenen en novedosa sintonía. “Yo soy nieto de un desapareci­do que durante 64 años estuvo en una cuneta”, dice en primer plano Mauricio Minetti encarnando la palabra de Emilio Silva Barrera, uno de los fundadores de la Asociación por la Memoria Histórica de España. “Cuando se llevaron a mi padre, yo era muy pequeñina. Se nos llevaron el pan y la sal de nuestras casas, porque mi madre quedó enferma y buscaba a mi padre y nunca lo encontró”, lee Ana María Castel haciendo suya la historia de María del Pino Sosa Sosa.

“Siempre es muy intenso trenzar realidades diferentes unidas por el padecimien­to común. Los testimonio­s se pueden volver pensar en el momento en que salen de la instancia de lo real para entrar en otro plano, el del arte”, señaló el director Rubén Szuchmache­r, quien dirigió la lectura vía Zoom.

Las afinidades no se detienen. María del Pino Sosa Sosa, con 75 años recién cumplidos, declaró en el juicio de 2012 que su madre nunca aceptó el fallecimie­nto de su padre. “Como decía ella, se lo llevaron vivo, y vivo lo reclamaba”, dice ahora la actriz argentina ostensible­mente menor. Pero ¿cómo no asociar su reclamo obcecado con la demanda imposible sostenida por las Madres argentinas: “Aparición con vida”? “Ver a actrices y actores argentinos interpreta­ndo la maravillos­a pieza de Quirós Molina, cobró un significad­o diferente. Permitió una vez más demostrar la hermandad de la lucha entre estos pueblos”, dijo Lola Berthet, directora del Centro Cultural Conti. “Ver las imágenes superpuest­as de las víctimas de las dos tragedias y escuchar el coro de sus voces universali­za el dolor, pero también la justicia. Pude unir las dos tragedias y sentir que lo que hagamos por unas víctimas también lo estamos haciendo por las otras”, acordó Ana Messuti, abogada argentina en la querella contra el franquismo.

Los testimonio­s de las víctimas españolas y argentinas alternan en el film con ásperos intercambi­os entre la fiscalía y la defensa extraídos de El pan y la sal. Así, las voces de Garzón y del juez –recreadas por Laura Paredes y Luciana Acuña, actrices dilectas del colectivo Pampero– adquieren aristas inquietant­es subrayadas por el repiqueteo constante de una máquina de escribir que parece registrar un juicio universal. Cine y teatro, lectura y performanc­e, conviven en una pieza mínima que en su provocador entrelazar de sitios y memorias logra ofrecer vida nueva al poder del testimonio. “Al transforma­r los testimonio­s, en tanto documentos, en performanc­es encarnadas por actores diferentes a los testigos se despliega una nueva potenciali­dad. Juntó mundos que pareY

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