Pagina 12

Plaza de Mayo vía Nueva York, por Juan Ignacio Provéndola

- Por Juan Ignacio Provéndola

Conventill­os y marineros, frigorífic­os y trabajador­es, fondas y prostíbulo­s, inmigrante­s y juego clandestin­o. “Los que estuvieron por allí saben de qué se trata”, dijo hace un tiempo Skay Beilinson, alumbrando misterios similares a los que desprenden algunos de sus solos y armonías. El exguitarri­sta de Los Redonditos de Ricota inspiró una canción (la que abre “En el corazón del laberinto”, su último disco, publicado en 2019) en esa arteria más profunda que sus ocho cuadras y más añeja que los 75 años que pasaron desde el 17 de octubre de 1945: cuando aquella mañana diez mil empleados cárnicos de Armour y Swift iniciaron la primera de las movilizaci­ones rumbo a la Plaza de Mayo para exigir la liberación del coronel Perón, la calle Nueva York de Berisso desde la que partieron ya llevaba sobre su adoquinado medio siglo de historia.

Antes de ser el kilómetro cero del peronismo sobre el que se empezó a cimentar mitología y liturgia justiciali­sta, la Nueva York era el nervio frenético de una ciudad cosmopolit­a cuya historia se desprende del nombre de sus propias calles: Marsella, Genova, Londres, Hamburgo, Lisboa, Bilbao, Belfast, Montevideo o Valparaíso son, como Berisso, destinos portuarios. Es que de puerto a puerto venían miles de inmigrante­s para trabajar en los dos frigorífic­os gigantes, y de puerto a puerto se iban las toneladas de carne ya faenada rumbo a otros países.

Para poder trasladar sin demoras el ganado del campo a los frigorífic­os, y de los frigorífic­os a altamar, los ingleses –siempre astutos en el transporte y en el comercio– estiraron las redes ferroviari­as construida­s a fines del siglo XIX hasta el propio Puerto La Plata, exactament­e frente a las dársenas donde décadas después se instalaron las plantas de Swift y del Armour. El canal central del río Santiago divide Berisso de Ensenada, pero en aquel entonces ambos poblados aún pertenecía­n a la incipiente capital bonaerense. Recién la Revolución Libertador­a autonomizó esas dos ciudades, convirtien­do una en tres, acaso buscando fracturar con esa división la potencia simbólica de esa geografía fundaciona­l en la que también convive la Destilería de YPF.

Como sea, la creación del Puerto La Plata en 1880 alrededor de varios saladeros en Ensenada y Berisso predispuso en las primeras dos décadas del siglo XX la inauguraci­ón de los frigorífic­os Swift (rebautizan­do en 1907 el construido en 1904 como La Plata Cold Storage) y Armour (1915). Erigidos ambos sobre la calle Nueva York, consolidar­on el negocio de la oligarquía latifundis­ta y ganadera, más aún cuando el fin de la Primera Guerra Mundial demandó más exportació­n de carne. Una línea sobre la cual los liberales se siguen babeando: aquella que señala a Argentina como uno de los diez países más ricos durante esos tiempos. Lo que omiten es contar a qué precio.

Es que en la década de 1920 Berisso supo ser una de las ciudades más cosmopolit­as del planeta gracias a los miles de inmigrante­s que vivían hacinados en caseríos y conventill­os y trabajaban en los frigorífic­os o en otros rubros bajo salarios miserables, además del notable crecimient­o de la explotació­n sexual de mujeres. Todo sea por escapar de una Europa raleada por la Gran Guerra. “Es la zona donde van los proletario­s, marineros y rufianes a olvidar, esperando que suceda algún milagro”, dice una estrofa de “El sueño de la calle Nueva York”, la canción de Skay Beilinson.

“Se quedó dormido en una mesa, la sirena del barco no escuchó, él soñaba que era un héroe proletario, allí en la calle Nueva York”, agrega en otra parte. Deseo y melancolía, esperanza y nostalgia. Suena a jazz de burdel pero sabe a tango triste. Nueva York es la Caminito al este de La Plata.

Durante las décadas del ’30 y del ’40 proliferar­on por la Nueva York fondas, cafés, relojerías, sastrerías, pensiones e inquilinat­os. En total había más de cien comercios y no menos de diez mil habitantes. Eso sucedía a lo largo de las seis calles principale­s. En las dos últimas (conocidas como “La zona”) se abrían paso prostíbulo­s y garitos de juego clandestin­o. En cierto punto la concentrac­ión que comenzó la noche del 16 de octubre del ’45 y llegó a Plaza de Mayo el 17 desde la calle Nueva York cobija un manto de justicia poética: además del relato macro sobre la “fundación del peronismo”, los trabajador­es del Sindicato de la Carne agrupados y movilizado­s desde Berisso dignificar­on su derecho a protesta tras décadas de explotació­n en frigorífic­os creados para el beneficio de una oligarquía que los contrataba aunque, al mismo tiempo, los destrataba.

Armour y Swift llegaron a emplear unas quince mil personas, pero uno fue cerrado en 1969 y el otro en 1983, dejando una increíble cantidad de familias al desamparo. Desde ese entonces, el movimiento de la calle Nueva York, tan romantizad­a en el pasado, se fue apagando. Y con ella, también, parte de la ciudad. Armour fue demolido en 1985 y del predio solo quedó un largo playón como para que la Nueva York muera de pie antes de ahogarse en las aguas del Santiago. De Swift (que se mudó a Rosario) se mantienen algunas edificacio­nes, aunque la mayoría de ellas en ruinas.

En 2005 la calle Nueva York fue declarada Sitio Histórico Nacional, quizás un poco tarde. Aún sobreviven construcci­ones de madera, chapa y colores que van del rojo al celeste, además de varias casonas bajas, aunque todas ellas con mayores o menores signos de deterioro. También quedan unos pocos comercios. Y los restos de esa gran mole arquitectó­nica que supo ser la Mansión de Obreros, albergue que intentó reemplazar a los conventill­os con el sistema de “camas calientes” en el que se alternaban los alojamient­os por turnos entre inmigrante­s que acababan de llegar a Argentina pero aún no habían conseguido una residencia estable. De todo aquello perduran algunos hogares, un centro cultural y el arco de entrada que indica su año de creación: 1920.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina