Exigir más compromiso
Es muy difícil saber el valor de un bosque nativo. Los biólogos y los economistas siempre buscaron distintas maneras de estimar cuánto vale una hectárea de bosque. Existen metodologías variadas pero nunca se llega a un valor consensuado que ponga un precio a la diversidad de especies que viven en él, a los servicios ecosistémicos que prestan. Cuánto vale la presencia del quebracho blanco, cuánto la de un oso hormiguero. Cuánto vale la regulación del ciclo del agua, la captación de dióxido de carbono, el resguardo de la erosión de los suelos. Podemos incluir además el uso medicinal y alimenticio que las comunidades le dan a muchos recursos que extraen de él.
Sin embargo es mucho más fácil otorgarle un valor de mercado. Podemos calcular rápidamente cuál es el precio de esa misma hectárea de bosque, si por ejemplo se trata de un área apta para la actividad ganadera. Podríamos calcular lo que cuesta implantar una pastura y cuántas cabezas de ganado incluir. Ni hablar si el suelo es apto para cultivar trigo, soja o maíz, donde las cuentas son más directas. En cualquier caso, sólo tendríamos que descontar, claro está, el precio del desmonte. Pero entonces, este valor ya no sería el del bosque.
Lo mismo corre para cualquier otro ecosistema, cuánto vale un pajonal de los humedales del Delta del Paraná. De un lado toda la diversidad de especies vegetales y animales para empezar, y los bienes y servicios que brinda el ecosistema. Del otro la posibilidad de hacer alguna actividad productiva, o un desarrollo inmobiliario si fuera el caso.
Ahora hagamos la misma analogía pero con un espacio verde en la ciudad. Seguramente ya no tenga la misma biodiversidad o no preste los mismos servicios ambientales. Pero quién puede dudar de la necesidad de esparcimiento, de pequeños pulmones verdes y de aire limpio, de una vista relajada y amplia sin encontrarse rodeado de edificaciones que oculten el sol. Además, los espacios verdes regulan la temperatura y humedad ambiental, y amortiguan los niveles de ruido. Cuál es el valor que una persona le otorga a estas cuestiones. Cuál es el valor que millones de personas le otorgan en esta ciudad. Se trata sin ir más lejos de la salud ambiental de nuestro ecosistema ciudad. Queda claro y no hace falta ahondar mucho más, el precio que el mercado le pone al metro cuadrado en Costa Salguero.
Desde la ciudad muchas veces exigimos, y con justa razón, el cuidado del ambiente y la regulación del uso de los recursos naturales en todo el territorio nacional. Nos interesamos en la pérdida de los bosques y la transformación de los humedales, en la contaminación por agroquímicos o la quema de cientos de miles de hectáreas por el descontrol de los fuegos. Temas sin dudas de relevada importancia y actualidad. Sin embargo en uno de los distritos con mayores niveles de contaminación ambiental y de generación de gases de efecto invernadero que agudizan el cambio climático, estamos siendo espectadores pasivos de la pérdida de uno de los pocos grandes espacios verdes que quedan en la ciudad.
Tal vez haga falta aclarar que considero importantísimo el desarrollo productivo. Me parecen fundamentales las actividades agropecuarias como pilares de un desarrollo territorial diverso, que pueden permitir el desarrollo local, además de las necesarias divisas para el país. O el desarrollo inmobiliario, donde la construcción se convierte en tracción de empleo y motor de muchas otras actividades. Pero valga también la aclaración de mi postura, todas estas actividades deben estar reguladas por el Estado, aquel que debe velar no solo por el desarrollo de una actividad puntual, sino y ante todo por el bien común de la sociedad toda.
Podríamos darnos el lujo de discutir si necesitamos más espacios verdes en la ciudad, pero siendo un distrito con los índices más bajos de espacios verdes por habitante, cada metro cuadrado verde se convierte en una cuestión muy preciada y de valor único. Los espacios verdes y la salud ambiental que estos nos brindan son bienes y servicios públicos, muchas veces, si no siempre, carentes de valor de mercado; y por ello lo imprescindible de su regulación por parte del Estado. La discusión debería pasar por plantearnos como sociedad si queremos locales, oficinas y viviendas con una hermosa vista para pocos cientos y de precios inalcanzables para la gran mayoría, o valoramos la necesidad de un espacio verde único para el disfrute de todos. Y exigir a quienes votamos la misma celeridad y compromiso por el ambiente, se trate de un bosque, un humedal o un espacio verde en la ciudad.
* Biólogo, docente e investigador del Depto. de Ecología, Genética y Evolución de la FCEN-UBA.