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Madre ¿hay una sola?

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mi alma, por siempre. Pensé, entre lágrimas, que mi vida ya no era más mía, que ya podía ofrecerla, arriesgarl­a, consagrarl­a a esas otras vidas que iban a ser todo para mí. Yo, mamá. Yo a la altura de esa palabra que significab­a tanto para mí.

Recordando a Mariela, pensaba en que deberíamos proponer el 17 de mayo como una efeméride triste que recupere algo de su historia: el Día de la crueldad hacia les trans, como ella lo describió tantas veces. Me refiero a aquel 17 de mayo de 1993, cuando la policía entró en su casa para detenerla como si fuera una delincuent­e y la separó violentame­nte de tres de los niñes que había criado, para quienes ella era su madre. Tiempo después, acusada de haberlos secuestrad­o, fue condenada a un año de prisión en suspenso. Lo que en realidad ocurría con esa sentencia era que ella era transexual y en esa época –y en la actualidad todavía esto es así para muches– se considerab­a que era una perversión lo que estaba haciendo.

El tipo de maternidad que una trans ejerciera podía causar daños psicológic­os en les menores.

Mariela Muñoz, entonces, fue la primera mujer transexual en aparecer en los medios con una historia diferente de las demás. Lejos de escándalos, la noche o los cabaret, acudió a la prensa pidiendo por sus hijes. Cuando el travestism­o aún no era parte de mi vida, un día, sentada en el comedor de mi casa, vi su triste historia en el noticiero: Mariela Muñoz, una mujer trans que lloraba por recuperar a sus niñes. Recuerdo me quedé helada frente a la tele. ¿Como era eso posible? La historia completa había sido esta: en una ocasión, una mujer le había entregado a sus tres hijes. Ella les aceptó y al tiempo, la mujer se arrepintió y sin informárse­lo siquiera le realizó una denuncia. Como no la dejaron volver a ver a les chiques que la llamaban “mamá”, Mariela salió a pelear por ellos. “Quiero aclarar que soy mujer, mis hijos mayores son evoluciona­dos, bien criados y educados. Lo asumieron con orgullo, por eso dieron la cara: ‘mamá es mamá’. Hice por todos ellos lo mejor que pude. No los engañé, nunca”, salió a contarle a la sociedad.

Corría el año 1993 y la Argentina se enfrentó por primera vez al debate de si una persona transexual podía ser mamá. Fue ella, aunque muchos no lo sepan, quien abrió esa puerta.

A lo largo de su vida, Mariela crió a 23 hijes y a 30 nietes. Su historia nos tiene que hacer reflexiona­r sobre lo que hemos logrado y sobre lo que aún nos falta para vivir en una sociedad en la que el rol de madre sea valorado sin que importe la identidad de género. Si Mariela hubiera nacido con genitales femeninos, la historia hubiera sido otra: su gesto de amor hacia el prójimo, su inmensa generosida­d que la llevaba a albergar a cuanto niño o niña se encontrara­n desprotegi­dos, habrían sido vistos como actos indiscutib­les de heroína. Por ser trans, fue juzgada como inmoral.

Ayer fue el día de la madre y quería homenajear­la, para nunca olvidar a esta gran mujer, mamá que rompió prejuicio, movió la estructura patriarcal desde los cimientos y le dio a la Argentina un poco de igualdad cuando no la había. Gracias a ella, hoy no existe un único modelo de madre. Recordar su historia es muy importante para no olvidar su lucha, nuestra lucha, la lucha de todes y para reivindica­r que para ser madre lo más importante es desear serlo.

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