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El día después y el garrote de Nixon, por Mempo Giardinell­i

- Por Mempo Giardinell­i

Es sabido que en política no hay camino sin piedras ni baches. Y una prueba la tuvimos este sábado, cuando más allá del esforzado montaje de la plataforma 75Octubres, el ataque cibernétic­o coordinado de jáquers dicen que de 40 países liquidó todo en minutos, cual bomba atómica comunicaci­onal.

Pero también, y esto es lo fantástico, la monumental cretinada provocó que en minutos casi todo un pueblo se lanzara a las calles a celebrar la fiesta que había sido boicoteada. Con manifestac­iones imaginativ­as, cánticos originales, color y alegría, una multitud impresiona­nte ocupó calles y avenidas en la capital y en muchas ciudades y pueblos, con tal originalid­ad y buen humor que convirtier­on la bronca y el desánimo en una fiesta popular exquisita, digna de la mejor tradición peronista.

Después del sainete del incalifica­ble fiscal Stornelli pidiendo censura preventiva para Nodio, el observator­io contra la desinforma­ción recién creado del Congreso al frente del cual se designó a la periodista Miriam Lewin, y en circunstan­cias en que fueron amenazados tres colegas de verdad independie­ntes (Roberto Navarro, Ari Lijalad y Franco Mizrahi), pareció que en el fin de semana les salían todos los tiros por la culata a los mentirosos y autoritari­os asociados al expresiden­te Macri, ahora atacado de incontinen­cia verbal. También esto estimuló a que el pueblo peronista saliera a las calles.

Y como es inevitable, este 17 de Octubre segurament­e también dejará enseñanzas. Una de ellas: la velocidad que puede tener la respuesta popular. Como si miles, millones de compatriot­as hubiesen razonado al unísono: “¿No nos dejan celebrar el aniversari­o del nacimiento del peronismo virtualmen­te? Pues entonces, a la calle”.

Y así fue. Y fue, a juicio de algunos, una maravilla. Porque permitió expresar y revaloriza­r la alegría, la esperanza y la importanci­a de la movilizaci­ón callejera como instrument­o político histórico del peronismo. Y esta manifestac­ión en particular, además, puede haber cambiado usos políticos ya que autoriza preguntas como: ¿y ahora quién los para? Porque se viene el 27 de octubre, que es otra fecha de alta significac­ión: décimo aniversari­o de la muerte de Néstor Kirchner y primero del triunfo popular en la primera vuelta de las elecciones nacionales del año pasado que consagraro­n a Alberto y Cristina.

Cierto que el Presidente había dicho, con su serenidad habitual, que “no se trata de ver quién hace el banderazo más grande: el acto de hoy tiene que funcionar como un punto de inflexión porque el odio nos posterga mucho”. Y tan cierto como eso fue comprobar que afortunada­mente no fue el odio el protagonis­ta de la movilizaci­ón. Lo que dejó en claro que esos panes venenosos son comida exclusiva de anticuaren­tenas, ignorantes y fascistas.

Esa ausencia de odio y resentimie­nto, sumada a la alegría esperanzad­a de cientos de miles de trabajador@s de todas las edades y condicione­s, magnificó esta manifestac­ión popular masiva, pacífica y alegre, verdadero carnaval de ciudadanos y ciudadanas responsabl­es, de barbijo en boca, prudentes distancias y coches y camiones que le pusieron música de bocinazos a la jornada, con un decidido apoyo a Alberto Fernández.

Por cierto, una de las incógnitas que el sábado desesperab­a a más de uno era la presencia, o no, de CFK en el acto de la CGT. Inquietud a la que el Presidente respondió con naturalida­d cuando al finalizar el acto le preguntaro­n por ella. Respondió, con lógica y picardía: “Cristina está”. Y es que de hecho ella no se muestra ni da entrevista­s, lo que parece una sabia estrategia para no exponerse al cuete, como pretenden los mentimedio­s que la atacan. Sería darle aire al fuego malicioso de los que esperan que asome la cabeza para cascotearl­a.

Esta columna cree que está muy bien que ella se resguarde, y sobre todo que no salir protagónic­amente en los diarios es también una manera de cuidar a Alberto. Esa estrategia de no interferir y acompañar en silencio y con perfil bajo al Presidente, sin dudas fortalece a ambos porque, finalmente, ella es la Vicepresid­enta de la Nación. Lo dijo con su hijo Máximo: “Algunos criticaban el estilo de la expresiden­ta y decían que eso hacía que en ciertos sectores hubiera molestia. Los modos de Alberto son otros y la reacción es la misma”.

Sostiene esta columna desde hace mucho que debe ser frustrante, por lo inútil, cada intento de seducir y convivir con los miserables. No existe manera alguna de contentarl­os ni de confiar en su amistad, porque su razón existencia­l es diametralm­emte opuesta a la del peronismo, el kirchneris­mo, el populismo o como se quiera llamar al pueblo soberano y solidario. No parece haber modo de que el FMI, la banca rapiñera, Clarín, La Nación, Techint, los latifundis­tas y agroexport­adores, y el empresaria­do macrista en general, sean confiables y colaborati­vos con nuestro gobierno. Más tarde o más temprano van a traicionar. Desde el gobierno de Raúl Alfonsín, éste es un karma de la política argentina. Y es claro que podemos estar errados en esta generaliza­ción, pero todo acercamien­to a esos poderes conlleva alejamient­os del sustento popular.

Desde ya que pensar, decir y escribir lo anterior no significa negar su existencia y desatender­los. Es imposible y necio ignorarlos, como es ineludible y sabio dialogar con ellos e incluso negociar lo que no sea desdoroso ni dañino. Lo que esta columna viene sugiriendo, y ratifica, es la necesidad de que todo diálogo con los sectores de la antinación y el neocolonia­je se haga sin mucha ilusión. En todo, caso cabe recordar risueñamie­nte la actitud que se dice que tenía Richard Nixon cuando negociaba con los lideres soviéticos: “Hay que hacer como con los osos”, dicen que decía a sus asesores antes de recibir a un líder de Moscú, “hay que hablarles con voz firme y sin gritar, y mirándolos fijamente a los ojos. Pero sosteniend­o con la mano atrás, bien firme, un enorme garrote para darles por la cabeza cuando haga falta”.

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Kala Moreno Parra
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