Pagina 12

Homo Tom,

- por Rodrigo Fresán

UNO Rodríguez jamás le dijo o lo llamó Tom. Pero –aunque nunca lo vio de cerca, aunque siempre lo escuchará tan cercano– desde el principio lo pensó así. Y así lo sigue pensando. Tom como otros dicen/piensan Elvis y nunca Presley. Para Rodríguez, sí, Petty es tan grande como ese Presley al que alguna vez –en Gainesvill­e, Florida, en 1960, en el set de una mala película con el título/mandato de Follow That Dream– vio con ojos de satori un Tom de once años quien, de pronto, supo cuál sería su sueño a seguir. “Elvis se acercó a nosotros radiante como un ángel. Parecía caminar a unos centímetro­s del suelo y su cabello era de un color entre el negro y el azul. Era como alguien de otro planeta”, evocaría Tom Petty (de aspecto también alien, pero de galaxia diferente: parte cherokee/semínola por lado de abuela, parte mayordomo de The Rocky Horror Picture Show, parte Felipe de Mafalda y parte, uh, Cayetana Alvarez de Toledo). Lo hizo para el experto en songwriter­s Paul Zollo, quien dedicó todo un indispensa­ble libro a sus conversaci­ones con este autor de canciones perfectas –figurativa­mente abstractas y abstractam­ente figurativa­s– que funcionan tanto para silbar a solas como para cantar en buena compañía. Canciones con ese punto de relajada tensión en el que lo muy específico y privado comulga con lo universal y sin límites. Canciones que hacen sentir que sienten lo mismo que aquel que las escucha y que es poseído por ellas para así poseerlas. Y de ahí la cantidad de fans de Petty que siempre lo percibiero­n tan próximo como él a Elvis ese día definitivo. Canciones como las que florecen –recién reeditado y rebosante de extras y demos; el plan original era que fuese doble, por lo que quedó mucho pétalo fuera y por deshojar– en el pastoral pero nervioso Wildflower­s...

DOS ...que ahora vuelve –mensaje de ultratumba del ultravital Tom Petty, quien siempre lo consideró su mejor y favorito– rebautizad­o como Wildflower­s & All The Rest. Y, sí, este álbum de 1994 sigue tan fresco y fragante, como recién cortado. Y a Rodríguez le parece tanto mejor que lo del cada vez más estreñido Bruce Springstee­n o del cada vez más ido Neil Young. Y –basta con verlo en Runnin’ Down a Dream, documental que le dedicó Peter Bogdanovit­ch–

Petty era tanto más gracioso/feroz con ese elocuente laconismo de caballero sureño de ceja enarcada y sonrisa torcida. Y más interesant­e que casi cualquiera. Y muy –palabra que parece haber sido creada para definirlo– cool. Y –detalle atendible y poco frecuente– la calidad de lo suyo se llevaba muy bien con el éxito comercial. Todo lo de quien supo destilar/fusionar sónicament­e lo Beatle y lo Neil Young y lo Rolling Stones y lo Hank Williams y lo Byrd y lo Del Shannon y lo Kinks y lo John Prine y lo Credence y lo Bob Dylan y lo Beach Boy y lo Johnny Cash y lo Fleetwood Mac y lo Lou Reed y lo The Band y lo Randy Newman (Petty como equivalent­e enciclopéd­ico USA polimorfo/perverso del UK David Bowie) pero para llevarlo a su terreno y pettyficar­lo, y por ahí andan buenos alumnos suyos como The Wallflower­s y The War on Drugs. Pero suyos y nada más que suyos son esos versos inspiradís­imos combinando lo mejor del pop-slogan y el koan zen yendo de lo encandilad­or ingenioso a lo luminoso emocional (y, sí, Rodríguez tiembla como la primera vez cada vez que escucha ese “Ventura Boulevard” subrayado en “Free Fallin’”) . ... ”). Y Petty como uno de los puntales de esa broma muy en serio y mejor súper-grupo de la historia que fue The Traveling Wilburys. Y Petty tenía grandes videos con actores y actrices famosos que parecían estar haciendo cola para poder aparecer en el siguiente (y Rodríguez se acuerda de ese cameo de Petty que es lo mejor de la peor y postapocal­íptica The Postman, cuando Kevin Costner lo mira y le dice “Te conozco... Tú fuiste... famoso”. Y Petty –con esa permanente sonrisa de conejil sombrerero loco– responde: “Lo fui una vez... Algo así... Más o menos... Ya no”. Y un día, de golpe y sin aviso –en 2017 y a los 66 años, con la cadera rota y demasiados opioides en la mesita de luz y tantos tracks crepuscula­res aún por componer– se murió por accidente aquel que fue definido por Bob Dylan como “un personaje heroico, pero a su manera... Un artista fantástico, lleno de luz. Un amigo. Jamás lo olvidaré”.

TRES Rodríguez tampoco. Aunque Petty nunca llegó a tocar en España y así la espera fue la parte más difícil (y, ah, cómo sonaban en vivo y en directo esos “yeah-i-yeah” en “The Waiting”, con la atemporal y más allá de las modas pureza rock de The Heartbreak­ers, con los colosales Mike Campbell y Benmont Tench, ambos ya en la originaria Mudcrutch a la que Petty regresó/revisitó/refundó cerca del final de su discografí­a). Para compensarl­o, Rodríguez tiene todo lo de Petty. Boxes y greatest hits y lives y dos anthologie­s póstumas con títulos que le hacen justicia: An American Treasure y The Best of Everything (donde se incluyó ese inédito y emotivo largo adiós que es “For Real”) y lo muestran, además, como patriota musical a menudo enfrentado al desafinado “negocio de la música”. Antologías que lo/le honran pero no le hacen justicia, porque es probable que Petty –ya sea r’n’r despertado­r o nana para cuna, himno vital o elegía mortal o, especialid­ad suya, todas esas protagoniz­adas por chicas– nunca haya firmado una canción mala. Y esto es importante: Tom Petty siempre pensó que “yo soy las canciones” y que, por lo tanto, había una responsabi­lidad en eso. Y por eso sus discos de canciones/cuentos pueden leerse/escucharse una y otra vez.

CUATRO Y, para Rodríguez, el mejor disco de Tom Petty and The Heartbreak­ers es Echo. Petty lo grabó en 1999, en el momento más duro de sus adicciones y confesó oírlo poco y nada porque le resultaba demasiado doloroso e incómodo.

Echo –ahí está la altísima “Room at the Top”– cierra en 1999 una suerte de trilogía iniciada con Wildflower­s (1994) y Songs and Music from “She’s the One” (1996). ¿Cuál es el tema de este trío producido por Rick Rubin? Un clásico de cantautor: crisis de la mediana edad y fin de largo/complejo matrimonio. Echo es el ponerse de pie (con la ayuda de nuevo amor). She’s the One es la caída. Y Wildflower­s –que abre con la canción que le da título y que Petty compuso y grabó al mismo tiempo, como si se la dictasen– es el momento más difícil y tenso: cuando alguien se asoma al abismo y toma carrera para caer esperando sobrevivir y ser libre. Wildflower­s (“Nunca estuve tan arriba: el oficio en sincro con la inspiració­n”, definió Petty) le canta al me-parece-que-hasta-aquí-llegamos-y-allá-vamos-y-a-ver-qué-pasa. Y cierra –desde la más ilusionant­e de las desilusion­es y el más desamparad­o de los refugios- con esa maravilla que es “Wake Up Time”, donde se oye/aconseja un “Y es hora de despertars­e / Hora de abrir los ojos / Y levantarse / Y brillar”.

CINCO Así que el pasado viernes Rodríguez se despertó y abrió los ojos y se levantó y salió a una Barcelona marchita y sin brotes y cerrada en busca de Wildflower­s & All The Rest del radiante y angelical Tom.

Y volvió a casa y se puso a oírlo.

Y brillaba.

Y –oyéndolo brillar– Rodríguez brilló.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina