Pagina 12

“Las herramient­as de precarizac­ión son atroces”

Entrevista a Pablo Ferreyra a 10 años del crimen de su hermano Mariano PáginaI12

- Pablo habló de la infancia de ambos y la militancia compartida. Informe: Melisa Molina

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Hace diez años, el militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra era asesinado por una patota que respondía al entonces secretario general de la Unión Ferroviari­a, José Pedraza, en el barrio de Barracas. El joven de 23 años se encontraba reclamando junto a un grupo de trabajador­es tercerizad­os de la línea del ferrocarri­l Roca que pedían ser incorporad­os a planta permanente. En el décimo aniversari­o de su muerte, PáginaI12 conversó con su hermano, el exlegislad­or porteño Pablo Ferreyra. Pablo recordó la vida de Mariano, dedicada a la militancia, y reflexionó sobre la vigencia de sus reclamos.

El exlegislad­or habló con de las asignatura­s pendientes de la sociedad por la que luchaba el joven asesinado a manos de una patota de la Unión Ferroviari­a.

–¿Quién fue Mariano y cuáles eran las causas por las qué luchaba?

–Empezó militando desde muy chiquito, a los 13 años y un poco lo hizo siguiendo mi ejemplo como hermano mayor. Fuimos incorporan­do la militancia juntos a través de actividade­s que hacíamos en un terciario al que íbamos. Después vino su crecimient­o y militancia individual en el Partido Obrero. Los dos somos de Sarandí, Avellaneda, y tuvimos una familia que no estaba muy politizada. Las tareas que hacía Mariano eran las que hace cualquier militante. Hay que desmitific­ar la idea del gesto heroico, ya que intervenir es algo que hacen muchos militantes cuando ven una injusticia o una desigualda­d. En el caso de él, por la cercanía geográfica y por la presencia importante del sistema ferroviari­o y su precarizac­ión a partir de los ‘90, una de sus tareas era acompañar al movimiento de trabajador­es tercerizad­os que buscaban el pase a planta permanente. En ese momento había más de mil despidos de diferentes cooperativ­as que había formado la propia conducción de la Unión Ferroviari­a liderada por Pedraza y que buscaban la tercerizac­ión de los trabajador­es como parte del proceso de desguace que comenzó en los ‘90.

–¿Qué reclamos marcaron a su generación como militantes?

–Ambos formamos parte de una cultura política que militó en contra de la destrucció­n y privatizac­ión del gobierno menemista de todos los servicios públicos, entre ellos, del ferrocarri­l. Lo más paradójico del caso es que esa privatizac­ión fue acompañada por un sindicato que en algún momento defendió a los trabajador­es. La Unión Ferroviari­a fue uno de los primeros que en los ‘70 le hizo huelga a la dictadura militar de la mano del mismo Pedraza, pero luego hubo en los ‘80 y ‘90 una deformació­n de esa figura hasta convertirs­e en una persona que estaba de los dos lados del mostrador: era un sindicalis­ta que formaba cooperativ­as truchas para poder tercerizar trabajador­es.

–¿Qué vínculo se puede trazar entre el asesinato de Mariano y el de otros jóvenes militantes políticos como los de Maximilian­o Kosteki y Darío Santillán?

–Hay una lógica de represión de las fuerzas de seguridad contra los jóvenes que suele repetirse porque es un sector movilizado. La militancia de Mariano y la de muchos de nosotros estuvo muy marcada por las muertes de Kosteki y Santillan. Creo que ellas se fusionan con la de Mariano, más allá de ser diferentes, ya que el caso de mi hermano mostró que la sociedad, después de la masacre de Avellaneda, ya no aceptaba de la misma manera la muerte de un militante joven. Lo que abrió el asesinato de Darío y Maxi fue la política de no represión del gobierno de Néstor Kirchner, y luego la muerte de Mariano generó un efecto social muy fuerte de rechazo. La gente salió a la calle y hubo una crisis política dentro del kirchneris­mo. Rápidament­e desde el poder político se pusieron a trabajar y a presionar al Poder Judicial para poder esclarecer lo sucedido. En tres años se logró la condena en una Justicia que, en general, tiene tiempos más lentos.

–¿Cómo es la situación de los detenidos por el asesinato de Mariano?

–La mayoría de los condenados está ante el beneficio de tener salidas transitori­as –una salida mensual con tobillera para ver familiares– porque son condenas de 18 años de los cuales ya pasaron diez. El juez Axel López me informó que existía la posibilida­d de ese beneficio para varios por tener buena conducta y estudiar y me preguntó qué sentía al respecto y si creía que estaría segura mi familia en caso de que sucediera. Cristian Favale –el asesino de Ferreyra– es uno de ellos y no me voy a oponer a las salidas si siento que los medios de control electrónic­os van a funcionar y va a estar monitoread­o. No siento que haya una cuestión personal contra mi familia y creo que no puedo negarme porque con respecto a otros casos he tenido una actitud de pensar en la reinserció­n social de una persona privada de su libertad y en este caso es igual, no voy a divorciarl­o más allá del sentimient­o negativo que uno pueda tener.

–En el caso de Mariano, además de complicida­d policial, también hubo sobornos en el Poder Judicial. ¿Cómo continúa esa causa?

–El expediente de sobornos comienza porque se buscó comprar a un camarista para favorecer la situación de Pedraza. Esa causa en este momento ya tiene pedido de juicio oral. Y con respecto a la Justicia en general, estamos viendo cómo el Poder Judicial sigue siendo un sector de poder que aún está frenando los debates sobre su democratiz­ación. Seguimos sin tener juicio por jurado y sin distribuir mejor el poder. Hay muchas cosas que deben cambiar y el problema es que ante la primera modificaci­ón se reacciona de forma negativa.

–¿Qué vigencia tienen hoy los reclamos por los que militaba Mariano?

–Lo de Mariano dejó girando en el aire varias cuestiones: una de ellas es la de la tercerizac­ión laboral y las herramient­as de precarizac­ión que hoy son atroces. Mariano no se hubiera imaginado nunca que iba a haber gente en motos cargando cajas en la espalda para repartir comida ganando pocas monedas, sin ART y sin seguro social. La precarizac­ión y atomizació­n que hay en el mundo del trabajo es algo por lo que hay que seguir militando. Todavía falta decisión política, herramient­as de control y que el Ministerio de Trabajo implemente regulacion­es al respecto.

“No se hubiera imaginado que iba a haber gente en motos cargando cajas en la espalda para repartir comida por monedas.”

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Dafne Gentinetta
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