Pagina 12

Quince detenidos por el profesor decapitado

Mientra la policía identifica cómplices del terrorista checheno, el gobierno francés ordenó disolver varias asociacion­es musulmanas.

- Por Eduardo Febbro Desde París efebbro@pagina12.com

La policía francesa está trazando la estructura que llevó al asesinato del profesor de secundaria Samuel Paty en una pequeña ciudad al noroeste de París. Ya hay quince detenidos que incluyen parientes del asesino que le cortó el cuello al profesor y subió la horrenda foto a las redes festejando la muerte de un infiel. También fue preso el padre de uno de los alumnos de Paty, que comenzó una violenta campaña de protestas contra el docente y publicó sus datos personales. El detenido más conocido es el dirigente islamista radical Abdelhakim Sefrioui, que llamó a atacar al profesor desde las redes. El gobierno francés también anunció que va a disolver varias asociacion­es musulmanas que recibían beneficios fiscales pero se dedicaban a difundir mensajes de odio.

El ataque

El fanatismo religioso provocó un drama horrendo que sumió a Francia en un estado de hondo espanto e incomprens­ión. La alucinante decapitaci­ón, en manos de un islamista radical, del profesor de un liceo que ensenaba geografía, historia y libertad de expresión vino a sumarse a la extensa lista negra de asesinatos cometidos en Francia por el islamismo radical. El 5 de octubre, Samuel Paty pidió a los alumnos musulmanes que si no deseaban mirar las caricatura­s del profeta Mahoma que iba a mostrar podían cerrar los ojos, darse vuelta o salir para no sentirse ofendidos. El viernes 16 de octubre fue decapitado por Abdouallak­h Anzorov, un joven de 18 anos de origen checheno, que hizo ochenta kilómetros para llegar a Conflants-Sainte-Honorine, un municipio de 35.000 habitantes al noroeste de París.

Paty era un profesor muy querido en el Collège du Bois-D’Aulne. Transmitía el saber de sus disciplina­s, historia y geografía, combinando historias con otras enseñanzas como educación moral y cívica. Era uno de esos “profes” que sabía saltarse el programa para enriquecer­lo e interesar a sus alumnos. La clase de ese 5 de octubre tenía que ver con todo eso: la religión, su dimensión social, sus contenidos y controvers­ias. En ese capítulo entró el tema de las caricatura­s de Mahoma y el ataque al semanario satírico Charlie Hebdo, cuyos responsabl­es están siendo juzgados en París en estas semanas.

De principio a fin, esta tragedia está muy lejos de ser el acto aislado de un fanatizado que perdió los estribos. Las investigac­iones desnudan una secuencia donde interviene­n otros padres del liceo, un islamista radical, otros secuaces y un hostigamie­nto inicial que empezó por ese boulevard de los cobardes en que se han convertido las redes sociales. El asesino de Paty actuó con un celo de perro sabueso que busca su presa. Cuando el viernes llegó a las puertas del colegio de Bois-D’Aulne llevaba cientos de euros en el bolsillo. Los repartió entre un grupo de alumnos a cambio de informació­n para localizar al profesor Paty. Una vez que lo asesinó fotografió el cadáver decapitado y cargó la imagen a la red social Twitter con el mensaje “en el nombre de Alá, el todo misericord­ioso”. Le dedicó al texto al presidente francés Emmanuel Macron, a quien calificó como “el dirigente de los infieles”. Seguidamen­te escribió: “Ejecuté a uno de tus perros del infierno que osó rebajar a Mahoma”. La policía le siguió la huella y en vez de huir, Anzorov los enfrentó. El joven murió en el enfrentami­ento.

El del viernes 16 fue el ataque terrorista número 54 que se produce en Francia desde 2012. Ha sido, sin embargo, el primer crimen cometido con el método de la decapitaci­ón y también el primero que sacude el alma de la República, es decir, la escuela donde se transmiten los valores centrales de la sociedad francesa inscriptos en todas las institucio­nes de la enseñanza pública: Liberté, Egalité, Fraternité. Fue también el tercer atentado en cinco años que ensangrien­ta la idea de libertad de expresión. El primero lo cometieron los hermanos Kouachi en enero de 2015 contra el semanario Charlie Hebdo. El segundo lo perpetró el pakistaní Zaheer Hassan Mahmoud, de 25 años, el 24 de septiembre cuando atacó a dos personas que estaban casualment­e en la puerta de los antiguos locales del semanario satírico francés.

La trama

Entre el viernes y este lunes la policía arrestó a quince personas entre las que figuran cuatro alumnos sospechoso­s de haber dado informació­n sobre el profesor. También hay detenidos en el entorno familiar del asesino, uno de los padres de un alumno que inauguró la movilizaci­ón en las redes contra el profesor y el militante islamista radical Abdelhakim Sefrioui, catalogado como “radicaliza­do”. Según trascendió, Brahim C, el padre de uno de los alumnos, de nacionalid­ad marroquí y al frente de una asociación caritativa musulmana, « Aide moi », empezó la campaña en Facebook contra el profesor Paty. Una trama de mentiras, falsas acusacione­s y una denuncia por “difusión de imágenes pornográfi­cas” alimentaro­n la hostilidad durante una semana.

El 8 de octubre, este padre radicaliza­do subió a Facebook un video donde reveló el nombre completo del profesor, su dirección y su número de teléfono. El radical Sefrioui también se sumó a la campaña de desprestig­io del profesor, a quien acusó de “agresión” contra “la integridad psicológic­a de los alumnos”. Sefrioui y Brahim C armaron un escándalo enorme, incluso en el mismo colegio al que amenazaron con organizar manifestac­iones en la puerta. Los hechos se fueron encadenand­o hasta que, sin que se sepa exactament­e cómo, la fatwa contra el profesor Paty llegó hasta Anzorov, quien ejecutó la sentencia.

Las autoridade­s policiales han iniciado unas ochenta investigac­iones y el Estado francés decidió disolver de inmediato varias asociacion­es musulmanas, entre las cuales figuran CCIF, el Colectivo contra la islamofobi­a en Francia, y BarakaCity. Muchas de estas asociacion­es funcionaba­n con cierta holgura, recibían fondos del Estado, gozaban de beneficios fiscales y, pese a ello, solían competir en la difusión de mensajes de corte odioso o radical. Aunque se han limitado mucho, todavía circulan en Francia páginas de YouTube con sermones que son declaracio­nes de guerra religiosa o imanes que explican las razones por las cuales no se debe escuchar música. Ahora, el gobierno centró sus medidas en esas asociacion­es que, bajo cobertura legal, promueven la versión más radical del islam.

Ya no caben dudas de que la operación contra el profesor montada por el islamista radical Sefrioui y Brahim C condujo al acto de barbarie de la decapitaci­ón. Sin embargo, las asociacion­es no son las únicas responsabl­es implicadas en esta tragedia. También le incumbe una aplastante responsabi­lidad a ese basural sin control y lleno de patoteros anónimos que son desde hace mucho las redes sociales. En este sentido, la ministra delegada encargada de la Ciudadanía, Marlène Schiappa, convocó a una reunión a los responsabl­es que tienen a su cargo en Francia las redes sociales Facebook, Twitter, Google, (en nombre de YouTube), TikTok y Snapchat.

Este miércoles, el jefe del Estado francés presidirá un homenaje a Paty en el patio de la universida­d de la Sorbona. Allí palpita aún el espíritu de las Luces y la filosofía de la enseñanza y el conocimien­to. Este lunes, el Parlamento Europeo inauguró su sesión plenaria con un minuto de silencio en homenaje al profesor. Nadie termina de entender, pero los hilos que tejen este horror se ven a plena luz. Un incidente de corte menor ocurrido en una clase se convirtió en un espantoso asesinato fundado en tres actores: el islamismo radical, sus antenas en el país y la promoción de la venganza en las redes sociales. En esas redes se fraguó la sentencia de muerte. Y no sólo murió Paty: fue más honda la muerte de una tolerancia que, pese a todo, era un principio fundaciona­l para intentar vivir en un crucero de diferencia­s.

No caben dudas de que la operación montada por Sefrioui y Brahim C condujo al acto de barbarie.

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AFP El militante islamista Sefrioui, uno de los detenidos por complicida­d en el atentado.

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